La Europa de los 15
UNA NUEVA Europa de 15 pa¨ªses acaba de nacer. La cuarta ampliaci¨®n de la Comunidad, que incorpora como nuevos socios a Austria, Finlandia y Suecia, es importante en t¨¦rminos cuantitativos al tratarse de pa¨ªses contribuyentes, aumenta la potencia econ¨®mica de la vieja Europa y mejora su situaci¨®n respecto a EE UU y Jap¨®n. Pero lo es mucho m¨¢s en t¨¦rminos pol¨ªticos.La incorporaci¨®n de estos tres nuevos pa¨ªses destaca la renovada vigencia del proyecto europeo. Esta realidad resalta a¨²n m¨¢s si se tiene en cuenta que la negociaci¨®n de la adhesi¨®n se produjo durante el primer semestre del a?o pasado, un periodo en el que la recesi¨®n econ¨®mica a¨²n no hab¨ªa tocado a su fin. Y en el que el impulso y el liderazgo pol¨ªticos dejaban mucho que desear: crisis en distintos Gobiernos de los Doce, debilidad del eje germano-franc¨¦s puesta de relieve en el fracaso de su candidatura -la de Jean Luc Dehaene- para presidir la Comisi¨®n, final de la etapa de Jacques Delors...
Si el viejo club se muestra capaz de atraer a pa¨ªses tan solventes como sus tres nuevos socios, y hacerlo en una fase tan escasamente brillante, es que algo tiene que ofrecer. Y lo que ofrece, sobre todo, es un proyecto de articulaci¨®n y cohesi¨®n geogr¨¢fica, Social y pol¨ªtica. Modesto a los ojos de muchos y lento y pesado en su desarrollo, si se quiere, pero que constituye una referencia fundamental para distintos pueblos en esta etapa de fragmentaci¨®n/ globalizaci¨®n, de retorno a las pulsiones nacionalistas y a las creencias preilustradas, caracter¨ªsticas de buena parte del viejo mundo desde que se derrumb¨® el imperio sovi¨¦tico.
La Europa de los 15 nace con un sentido contrario a lo que agoreros y rivales previeron durante a?os: un castillo, una fortaleza encerrada en s¨ª misma. Es justamente al rev¨¦s. No se hab¨ªa consumado a¨²n la integraci¨®n de los tres n¨®rdicos y ya estaba la UE dando pasos hacia futuras ampliaciones, notoriamente hacia los pa¨ªses del Este. Todo indica que a la cuarta ampliaci¨®n no va la vencida, sino que ¨¦sta es pr¨®logo de otras que se ir¨¢n sustanciando -aunque sea con enormes dificultades, m¨²ltiples discusiones y procedimientos complejos- en tomo al a?o 2000. Quien en estas circunstancias se refugie en el euroescepticismo o en la melancol¨ªa nacionalista -algo que empieza a constituir un serio peligro en nuestro pa¨ªs- no ser¨¢ perdonado por la historia. Otra cosa es el candor que supondr¨ªa pintar de color de rosa los vericuetos de este proyecto.
Precisamente porque la Europa unida es un proyecto que demuestra en la pr¨¢ctica SU capacidad de atracci¨®n y porque todo proyecto nacional espa?ol pasa a trav¨¦s del mismo, es por lo que hay que criticar seriamente los l¨ªmites objetivos y las cortedades de miras subjetivas en la puesta en pr¨¢ctica de la Uni¨®n. La idea sigue siendo fuerte. Pero bastantes de los socios son d¨¦biles, como revelan la fragilidad parlamentaria de los Gobiernos alem¨¢n brit¨¢nico, el caos pol¨ªtico italiano, las contradicciones institucionales francesas, el deterioro espa?ol. En estas circunstancias, convendr¨ªa pensar en alterar la rotaci¨®n de las presidencias semestrales, para que todo pa¨ªs sometido a trance electoral ceda su turno al siguiente. La experiencia de la presidencia alemana, aun siendo el pa¨ªs m¨¢s potente de la Uni¨®n, ha sido al respecto ilustradora y hace temer una repetici¨®n caricaturesca en el semestre franc¨¦s que ahora se inaugura.
. Esta medida es s¨®lo una muestra de las muchas que deber¨ªan adoptarse. El paso a Ja moneda ¨²nica, la simplificaci¨®n en los procedimientos de toma de decisiones, la reforma de las instituciones, el acercamiento de los ciudadanos, la legibilidad de los textos: todos estos retos no admiten demora. Los tres pa¨ªses que ahora se incorporan son tres democracias de viejo cu?o que lucen interesantes culturas pol¨ªticas marcadas por la transparencia de lo p¨²blico, la proximidad de las instituciones al ciudadano y un modelo social avanzado. Su aportaci¨®n puede ser importante.
Es cierto que estas cuestiones deben debatirse oficialmente con ocasi¨®n de la Conferencia Intergubernamental de 1996, que revisar¨¢ el Tratado de la Uni¨®n. Pero, ?vamos los ciudadanos a permitir que, esta vez tambi¨¦n, las discusiones sean monopolizadas por la clase pol¨ªtica, los expertos y los altos funcionarios? En el caso de Espa?a, la presidencia del Consejo de la UE en el segundo semestre de este afilo y la escasez, hasta ahora, de. debate social sobre la Europa que queremos, son un acicate para que este imprescindible intercambio de ideas y proyectos tenga lugar en nuestro pa¨ªs. Todo ejercicio de control democr¨¢tico empieza siempre por ah¨ª.
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