La soledad del indepondiente
El diputado independiente Ventura P¨¦rez Mari?o se qued¨® solo. Fue portavoz de s¨ª mismo ante el ministro Belloch que informaba oficialmente sobre los GAL. Nadie del grupo socialista -el suyo, por decirlo as¨ª di¨® muestras de estar con ¨¦l. S¨®lo el propio ministro se permiti¨® dedicarle un gesto de aliento. Apuesto, sin embargo, que una buena parte del electorado socialista aplaudi¨® la intervenci¨®n de P¨¦rez Mari?o y no la actitud complaciente y homog¨¦nea del resto del grupo. Por no querer verlo as¨ª, el prop¨®sito de enmienda y de cambio del PSOE no ha pasado, hasta ahora, de ser pura ret¨®rica electoralista. Un prop¨®sito que auguraba un partido m¨¢s abierto al disenso, con menos corazas, menos consignas y menos temores. A estas alturas de m¨ª corta experiencia parlamentaria, me pregunto hasta d¨®nde es posible ejercer alg¨²n control democr¨¢tico desde el partido del Gobierno.Nadie negar¨¢ que la actual legislatura, ya medio cumplida, ha sido pr¨®diga en ocasiones de demostrar la voluntad de cambio y de reforma por parte del partido socialista.
El balance, sin embargo, no puede ser m¨¢s triste. La gravedad, del ¨²ltimo asunto, el de los GAL, no ha provocado, una respuesta menos ap¨¢tica ni m¨¢s cre¨ªble que las otras corrupciones. Dec¨ªmos que la prensa lo iguala todo y no distingue, pero tampoco hay muestras gubernamentales de dar a cada cosa la importancia que merece. Como en , otras ocasiones, despu¨¦s de unos d¨ªas turbulentos, aqu¨ª no ha pasado nada.
Demasiados silencios que no consiguen despejar el clima de sospecha. Pobreza de explicaciones. Seguimos sin saber en qu¨¦ consiste la tan mentada "responsabilidad pol¨ªtica". Tanto en el caso de los GAL como en otros anteriores -sin duda, mucho m¨¢s triviales: financiaci¨®n de partidos pol¨ªticos, investigaci¨®n sobre fondos reservados-, hemos visto reducida la responsabilidad pol¨ªtica a mera responsabilidad penal; responsabilidad ante la ley. La postura oficial es, en cualquier caso, la misma: no hace falta que el Parlamento investigue nada, ya lo hacen los jueces. Insisto: ?d¨®nde queda el control parlamentario?, ?qui¨¦n lamenta la "judicializadi¨®n de la pol¨ªtica"?, ?es que hay otra opci¨®n que pas¨¢rselo todo a la justicia? . Nadie duda de que la presunci¨®n de inocencia es un derecho b¨¢sico de todo individuo. Pero el pol¨ªtico es, adem¨¢s de ciudadano con derecho a defenderse, un servidor p¨²blico con el deber de dar cuenta de lo que hace o deja de hacer, con el deber de explicarse y responder ante la opini¨®n que requiere informaciones m¨¢s completas y convincentes. Aunque esa informaci¨®n deba limitarse a reconocer el descontrol de quienes deb¨ªan haber controlado m¨¢s. Es posible que el caso "acabe jur¨ªdicamente" por falta de pruebas. No habr¨¢ habido actuaci¨®n ilegal. Pero tampoco se habr¨¢n dado respuestas al electorado m¨¢s ex¨ªgente. La voluntad de respuesta deber¨ªa ser anterior y no dependiente de la presunci¨®n de inocencia.
El respeto al principio de legalidad es fundamental en la democracia. Pero no lo es me nos la virtud de la transparencia. En poseerla y saber ejercer la a tiempo radica la responsabilidad pol¨ªtica. Poder explicar sin tapujos y con hechos que el fin no justifica los medios, que no todo vale, que existen unos principios, que el terrorismo no se contextualiza. Dar la cara con valent¨ªa y mostrar la disposici¨®n a cooperar para sacar a la luz toda la informaci¨®n que haga falta. Anticiparse a los datos y no confiar en que la falta de pruebas acabe por encubrirlo todo de nuevo. Tiene raz¨®n Bandr¨¦s: el delito sigue siendo delito, aunque no llegue a de mostrarse. Aparencia de los casos de corrupci¨®n anteriores, en ¨¦ste es la legitimidad del Estado lo que est¨¢ en cuesti¨®n. Y son los m¨¢ximos responsables pol¨ªticos los que deben salvarlo del descr¨¦dito. No ser¨¢n los jue-es los que vuelvan la credibilidad perdida a la pol¨ªtica
Hace unos meses, el vicepresidente del Gobierno dec¨ªa en el Senado que era obligaci¨®n de la pol¨ªtica adelantarse a los hechos y, de alg¨²n modo, dirigirlos. Pero el liderazgo no se da sino funcionan otras convicciones que la positividad jur¨ªdica. Dirigir la realidad, orientarla con el ejemplo, es lo que propuso Max Weber en su c¨¦lebre texto sobre la vocaci¨®n pol¨ªtica. El pol¨ªtico, afirmaba Weber, no puede tener s¨®lo principios, debe hacerse responsable de las consecuencias de lo que hace.
?De qu¨¦ consecuencias?, hay que preguntar. ?Mantenerse en el poder?, ?ganar las elecciones?, ?o responder a un programa y a unas convicciones irrenunciables? Por lo que se va viendo, en estos momentos, las ¨²nicas consecuencias considerables son las economicas: recuperacion de la econom¨ªa, estabilidad de la peseta, sosiego en la Bolsa. Y las pol¨ªticas, en el sentido m¨¢s estrecho y maquiav¨¦lico de la palabra: estabilidad y nada de cambios. ?As¨ª de limitada debe ser la responsabilidad del pol¨ªtico? No es eso lo que acaba diciendo Max Weber: el buen pol¨ªtico se distingue porque, si llega el caso, sabe decir: "Aqu¨ª me detengo". Al buen pol¨ªtico se le reconoce en que sabe renunciar a tiempo. A tiempo de dejar a salvo los principios m¨¢s elementales del Estado de derecho.
Victoria Camps es catedr¨¢tica de ?tica de la. Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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