"Esto es peor que el infierno"
La capital chechena est¨¢ sepultada por sus propios escombros
Grozni est¨¢ sepultada por sus propios escombros. El bombardeo del viernes por la artiller¨ªa rusa redujo a cenizas el centro de la capital chechena y trunc¨® la vida de decenas de sus habitantes. Mientras en la superficie las explosiones se suced¨ªan con una precisi¨®n diab¨®licamente matem¨¢tica, en los s¨®tanos se o¨ªan llantos y gritos de desesperaci¨®n. Una legi¨®n indefensa de mujeres y ni?os que se agarraban la cabeza intentando despertar de la pesadilla.
"Esto es peor que el infierno, ?cu¨¢ndo va a terminar?". Con este grito, una anciana abandon¨® a trompicones el s¨®tano que hace las veces de refugio. No lo soportaba m¨¢s. Su hijo mayor, Rusl¨¢n, decidi¨® quedarse en casa, en un piso superior del edificio. La anciana, preocupada por su hijo, apenas hab¨ªa subido un tramo de escaleras cuando se detuvo con la mirada fija en un cad¨¢ver a¨²n caliente que yac¨ªa en el descansillo. Es su hijo. A Rusl¨¢n le lleg¨® la muerte cuando se lo pens¨® mejor y decidi¨® bajar tambi¨¦n al s¨®tano.
Fuego y metralla
La capital de la rebelde rep¨²blica cauc¨¢sica era un infierno de fuego y metralla. Por sus calles, los guerrilleros, chechenos, armados hasta los dientes, se desplazaban en peque?os grupos entre explosiones y carros de combate calcinados. Algunas bombas ca¨ªan apenas a 100 metros, pero ellos no se inmutaban. S¨®lo marchaban ligeramente encorvados para esquivar a los francotiradores rusos.
Aunque Grozni estaba el viernes en su mayor parte controlada por los chechenos, IM balas de los francotiradores trazaban l¨ªneas invisibles que abat¨ªan a los que no conoc¨ªan la nueva geometr¨ªa maldita de la ciudad.
Los que disparaban eran los soldados que quedaron atrapados tras el sangriento asalto del 31 de diciembre. Desde la estaci¨®n ferroviaria y desde el edificio del hospital abr¨ªan fuego contra todo aquello que se mov¨ªa. "No podemos utilizar artiller¨ªa pesada contra ellos porque se parapetan en enfermos y herido?", se lamentaba el comandante Sergu¨¦i, un aguerrido checheno tocado en la frente con la cinta verde que lo identifica como un combatiente suicida y pertrechado con un lanzagranadas antitanque.
En las inmediaciones del palacio presidencial se amontonaban los cuerpos carbonizados de soldados rusos que perecieron en el ¨²ltimo intento de los carros de combate del Kremlin de tomar la ciudad al asalto. Las llamas redujeron los cuerpos hasta dimensiones grotescas y congelaron en sus rostros inertes una siniestra mueca de terror.
"No podemos retirar los cad¨¢veres porque yacen en zonas castigadas por el fuego de obuses y de armas ligeras", afirmaba Mobladi Udugov, ministro de Informaci¨®n de Chechenia. La cifra de muertos entre los chechenos es dif¨ªcil de calcular porque las familias entierran a sus muertos el mismo d¨ªa del fallecimiento, y en la mayor parte de los casos no se lleva a cabo ning¨²n tipo de registro.
Para Gamsad, jefe de un comando de reconocimiento checheno, los ¨²ltimos bombardeos suponen el preludio de una nueva operaci¨®n terrestre. "Los rusos intentan cortar la entrada sur para bloqueamos completamente, y despu¨¦s lanzar a su infanter¨ªa de marina", pronosticaba Gamsad sin apartar la mirada de las columnas de humo que se elevaban sobre el palacio presidencial.
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