Mientras, en Madrid

La historia reciente de Espa?a ha ense?ado que hay pocos actos tan in¨²tiles como pedir la dimisi¨®n de Felipe Gonz¨¢lez. Si tuviera la inclinaci¨®n de comportarse de una manera propia del l¨ªder de una democracia occidental, el primer ministro socialista habr¨ªa abandonado el carg¨®, por lo menos, en tres ocasiones en los ¨²ltimos dos a?os. Su Gobierno, ya manchado con la corrupci¨®n, ahora es acusado de haber organizado un escuadr¨®n de la muerte, los GAL, que asesin¨® a 27 vascos sospechosos de separatismo entre 1983 y 1987 En una entrevista a principios de semana en televisi¨®n, Gonz¨¢lez dijo a la naci¨®n que "nunca autoric¨¦, encubr¨ª ni toler¨¦ la acci¨®n de los GAL". Su negaci¨®n es sorprendente por dos razones: primera, porque pocos en Espa?a le creyeron, y segunda, de que fuera hecha en televisi¨®n. La oposici¨®n conservadora en, el Parlamento, el Partido Popular, ha hecho bien al presionar a favor de unas elecciones anticipadas. Gonz¨¢lez, naturalmente, no complacer¨¢ al PP. El l¨ªder conservador, Aznar, podr¨ªa pasar el tiempo provechosamente reformando su propio partido. (...) Espa?a se enfrenta a elecciones municipales. en mayo. Si, como se espera, los socialistas reciben una lecci¨®n de un furioso electorado, la presi¨®n para el cambio ser¨ªa irresistible, incluso para el primer ministro. Tanto que ser¨ªa el momento de una segunda revoluci¨®n democr¨¢tica en Espa?a. La primera, que lleg¨® con la muerte del general Franco en 1975, ahora est¨¢ devaluada. Y el ¨²nico responsable es Gonz¨¢lez. 12 de enero