El Golem y sus rabinos
Hace un par de a?os, durante una recepci¨®n ofrecida en Los Pinos a un congreso de intelectuales por el presidente mexicano Salinas de Gortari, hubo noticias de golpe militar en Venezuela. Casi todos los asistentes estuvimos pendientes durante la velada de lo que ocurr¨ªa en el pa¨ªs caribe?o, descollando el inter¨¦s de quienes tendr¨¢n vinculaci¨®n directa con la pol¨ªtica venezolana -como Teodoro Petkoff- o amistad personal con Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, como Garc¨ªa M¨¢rquez. Al fin se supo que el l¨ªder golpista, un oficial joven que recomendaba. su ideario pol¨ªtico como "bolivariano", planteaba entre otras reivindicaciones dirigirse al pueblo a trav¨¦s de la televisi¨®n. Garc¨ªa M¨¢rquez me dijo con sorna: "Seguro que vosotros los dem¨®cratas ser¨ªais capaces de dejarle hablar", y a?adi¨®: "No sab¨¦is c¨®mo hay que tratar a esa gente". Me vino a la cabeza al o¨ªrle el trato que hab¨ªa dado Carlos Andr¨¦s P¨¦rez en el pasado a la guerrilla de la que entonces formaba parte Petkoff y hube de reconocer que la democracia no ense?a c¨®mo ha de tratarse a "cierta" gente: s¨®lo establece el principio para tratar a la gente y para que la gente se trate entre s¨ª. Lo cual nunca garantiza resultados expeditivos ni asegura la victoria del bien sobre el mal.Ahora, con motivo del siniestro asunto GAL, vuelve a o¨ªrse hablar -abiertamente en contra o encubiertamente a favor- de la "raz¨®n de Estado". En los Estados democr¨¢ticos, la ¨²nica raz¨®n estatal digna de ese nombre ha de ser la ley: es decir, que el Estado no ha de usar su fuerza para defenderse a s¨ª mismo con el fin de garantizar la ley, sino que debe defender la ley como la ¨²nica garant¨ªa de permanencia que le es racionalmente propia. Y ello no porque la ley sea mejor que todas las dem¨¢s cosas (el amor es, sin duda, m¨¢s satisfactorio y la equidad personal puede ser m¨¢s justa), sino porque es lo mejor que estatalmente cabe establecer. La ley es un m¨ªnimo racional -la raz¨®n del Estado- y no un m¨¢ximo afectivo o comunitario: de ah¨ª que muchas veces nos deje insatisfechos y que nos parezca lenta, ciega o hasta puntualmente inicua. Pero si una raz¨®n tiene el Estado, no puede ser m¨¢s que ¨¦sa: en cuanto los gestores estatales se la saltan para conseguir objetivos fastos o nefastos, ya no puede hablarse de "raz¨®n de Estado". Todo lo m¨¢s de razones gubernamentales, algunas de las cuales resultar¨¢n adem¨¢s razones muy populares.
Sin duda es preocupante que la falsa raz¨®n de Estado, es decir, la utilizaci¨®n ilegal de la violencia por funcionarios p¨²blicos a favor del "orden", despierte en amplios sectores de poblaci¨®n menor pataleo moralista que la corrupci¨®n o los esc¨¢ndalos financieros. Pero es l¨®gico: el moralismo farisaico (es decir, el que se ocupa de juzgar a los dem¨¢s y absolverse a uno mismo, como en esas encuestas period¨ªsticas sobre "la ¨¦tica en Espa?a", donde la mayor¨ªa habla s¨®lo de pol¨ªticos o banqueros) funciona motivado por la envidia y el temor. A los funcionarios inculpados no se les envidia como a los miembros de la beautiful ni se les teme, por lo menos no tanto como a los terroristas de signo opuesto. Adem¨¢s parecen haber sido adalides de cierta severa "energ¨ªa" oficial (que muchos aplauden m¨¢s que el soso respeto a la legalidad constitucional: ?para una vez que el Gobierno se decide a tomar el toro por los cuernos y dar a los terroristas una cucharada de su propia medicina!, ?ojal¨¢ hiciera lo mismo con los narcotraficantes, los violadores y los navajeros! Claro que el asunto fue bastante chapucero, ah¨ª s¨ª que no caben elogios: pero es que, a fin de cuentas, seguimos en la eterna Espa?a...
Entre los escandalizados por esta actitud perversa de disculpa criminal los hay sinceros, qu¨¦ duda cabe: pero tambi¨¦n es evidente el oportunismo pol¨ªtico antigubernamental de otros muchos a los que les hemos o¨ªdo comprender distintas violencias o autoritarismos como "lamentables pero justificados", incluso como se?al de un sincero apego a nobles convicciones no contagiadas por el escepticismo posmoderno. A los de derechas se les oy¨® callar clamorosamente siempre sobre las denuncias de torturas o criticar las ruedas de identificaci¨®n de la juez Huertas, pero nunca los ascensos de implicados en tales pr¨¢cticas abominables: todo eran campa?as de desprestigio contra las fuerzas de seguridad. Sus periodistas llamaban a "exterminar como alima?as" a los etarras, precediendo a Yeltsin en la idea de que los derechos humanos s¨®lo hay que respetarlos en quien los merece. Los de izquierdas se ven¨ªan al Pa¨ªs Vasco a confraternizar con el departamento agitprop de nuestros criminales locales, paladeando el doble gozo de sentirse superiores a la oligofrenia inocultable de sus axiomas y de excitarse al calorcillo de las armas sublevadas contra el sistema. ?Se?or, lo que saldr¨¢ cuando algunos contemos lo o¨ªdo a visitantes ilustres de Zorroaga o lo que dejaron escrito en Egin, como quien deja un epigrama y la firma en el libro de aut¨®grafos de un restaurante! Y ahora protestan contra los remilgos judiciales que sacan de la c¨¢rcel a los narcotraficantes gallegos, a los que por lo visto habr¨ªa que privar de derechos para dar gusto al oscurantismo demag¨®gico. Pero vamos a ver: ?c¨®mo se puede clamar contra la justificaci¨®n de la raz¨®n de Estado y considerar un gobernante honesto y dign¨ªsimo a Fidel Castro? O elogiar como luchador por la libertad a Enrique L¨ªster, asesino de tantos libertarios: si L¨ªster fue un defensor de la libertad porque luch¨® contra Franco y contra Hitler, Mu?oz Grandes lo ser¨ªa tambi¨¦n por haber luchado contra Stalin en la Divisi¨®n Azul y, puestos a ello, Amedo y Dom¨ªnguez por haberse enfrentado a ETA. En fin, que muchos de los actuales denunciantes de la raz¨®n de Estado la denuncian ahora, y s¨®lo ahora..., por raz¨®n de Estado.
A fondo pues con el GAL claro que s¨ª. Pero sin saltarse tampoco las garant¨ªas legales, que ni puede patrocinarse un GAL contra ETA ni tampoco un GAL jur¨ªdico contra los GAL. Triste ridiculez la de Barrionuevo, lamentando la p¨¦rdida de "dignidad" de Amedo y Dom¨ªnguez porque tras haber silenciado lo que sab¨ªan ahora cuentan hasta lo que inventan. ?Qu¨¦ se cre¨ªa, que despu¨¦s de haber asesinado por dinero iban a callarse gratis? El santo patrono del d¨ªa terminar¨¢ siendo aquel capo ma?oso de la pel¨ªcula Muerte entre las flores, de los Cohen, que deploraba la falta de ¨¦tica de tanto subordinado que no mataba a quien deb¨ªa y que se quedaba con el dinero que le hab¨ªan encargado robar... Peor se entiende el escr¨²pulo a airear el tema GAL por miedo a dar tina "alegr¨ªa" a los partidarios de ETA. Ya se les pasar¨¢ el contento, cuando comprendan (o se les haga comprender, que esa gente, rara vez comprende nada por s¨ª misma) que la exigencia total de responsabilidades en el GAL sienta el debido precedente para descartar del todo el borr¨®n y cuenta nueva en cuestiones de terrorismo, as¨ª como justifica que a su debido tiempo se investiguen a fondo las complicidades y apoyos de ETA no s¨®lo entre sus portavoces oficiosos, sino tambi¨¦n entre miembros de agrupaciones pol¨ªticas m¨¢s veneradas.
El rabino L?w cre¨® su Golem en Praga para que cumpliese con implacable energ¨ªa los designios de Yahv¨¦, pero el monstruo trajo s¨®lo desastres a la comunidad. Hubo finalmente que desactivarlo para que ce saran sus fechor¨ªas, borrando una letra de la palabra cabal¨ªstica que llevaba escrita en la frente: donde pon¨ªa "emet" (verdad) qued¨® "met "(muerte), y el ogro volvi¨® a ser un mont¨®n de arcilla inerte. Aqu¨ª tambi¨¦n algunos torpes rabinos han soltado sus Golem por Espa?a, sean terroristas o contraterroristas, y es preciso devolverlos definitivamente al lodo del que brotaron, pero la operaci¨®n m¨¢gica ha de ser inversa: donde ellos escribieron "muerte" para que el mu?eco sanguinario iniciara su andadura, la sociedad debe poner "verdad" y convertirlo en polvo.
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