Oposici¨®n marroqu¨ª
LA ALTERNANCIA en el Gobierno de Marruecos se pospondr¨¢ una vez m¨¢s. Largos a?os de desconfianzas entre la corona y los partidos democr¨¢ticos, de manipulaci¨®n del libre juego de la pol¨ªtica, am¨¦n de rivalidades y querellas entre las formaciones pol¨ªticas, lo van a impedir.El rey Hassan II ha renunciado definitivamente a formar un Gobierno sobre la base de una alianza de distintas, fuerzas pol¨ªticas procedentes en buena parte de la oposici¨®n democr¨¢tica. La raz¨®n inmediata de ello ha sido la negativa de la Uni¨®n Socialista de Fuerzas Populares, del partido hist¨®rico del nacionalismo marroqu¨ª -el Istiqlal- y de la Organizaci¨®n de Acci¨®n Democr¨¢tica y Popular a entrar en un Gobierno en el que permaneciera el hombre de confianza del monarca, el actual ministro de Estado, Driss Basri, al l¨ªente de las carteras de Interior e Informaci¨®n. Hassan II, por su parte, no estaba dispuesto a menos, al considerar la continuidad de Basri como garant¨ªa de que la presencia de la oposici¨®n en el poder estar¨ªa controlada; en otras palabras, de que ¨¦l seguir¨ªa sien do due?o de la situaci¨®n.
Desde las legislativas de 1993, en las que el conjunto de partidos de la oposici¨®n obtuvo una mayor¨ªa en la c¨¢mata, aunque sin establecer una fuerza dominante que pudiera erigirse en claro interlocutor de la monarqu¨ªa, Hassan II intenta proceder a la creaci¨®n de una coalici¨®n que sirva de ensayo de profundizaci¨®n democr¨¢tica, pero sin poner en cuesti¨®n en ning¨²n caso el control real de los asuntos del pa¨ªs.
En el curso de esta parsimoniosa pero h¨¢bil evoluci¨®n hacia la asunci¨®n de criterios y funcionamientos plenamente democr¨¢ticos, los resultados de las elecciones de junio de hace dos a?os parec¨ªan ideales. La oposici¨®n hab¨ªa ganado, pero no era f¨¢cil determinar qu¨¦ oposici¨®n lo hab¨ªa hecho, y, sobre todo, c¨®mo podr¨ªa ¨¦sta unirse para formar un fuerza coordinada frente a la monarqu¨ªa. La historia del Istiqlal, con todos sus meandros de apoyo y alejamiento del monarca, con sus comportamientos menos que democr¨¢ticos cuando ha estado representado en el poder, es suficientemente ilustrativa.
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ camino ser¨ªa mejor para la oposici¨®n. Por una parte, tiene motivos sobrados para no aceptar una presencia en el Gobierno que correr¨ªa el riesgo de ser poco m¨¢s que decorativa. Pero, al mismo tiempo, tambi¨¦n cabe mirar hacia adelante y estimar que ese gabinete entra?ar¨ªa un avance democr¨¢tico en la vida de Marruecos. De entre todos los pa¨ªses ¨¢rabes, posiblemente es el reino marroqu¨ª el que ha dado pasos m¨¢s destacados hacia el establecimiento de un sistema de libertades parangonable a lo que es de ley en el mundo occidental. Esa democracia formal, sin embargo, se ve cotidianamente sometida a un grado de arbitrariedad en la acci¨®n que procede directamente de la voluntad soberana. Y estos rasgos absolutistas que permanecen en el sistema cherifiano no son compatibles con una democracia plena.
Marruecos es hoy un pa¨ªs en esperanzadoras v¨ªas de democratizaci¨®n. La responsabilidad para seguir por ese camino es doble: del trono y de los partidos de la oposici¨®n. Por eso, esta renuncia a la formaci¨®n de la coalici¨®n no debe impedir que contin¨²e el di¨¢logo y la cooperaci¨®n en una senda democratizadora que sin duda es la mejor y m¨¢s s¨®lida de las respuestas a los numerosos y en parte amenazantes retos que ha de afrontar nuestro vecino.
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