Miguel Torga, una voz ib¨¦rica
Dicen los teletipos que ha muerto Miguel Torga, pero su obra es inmortal. Descubr¨ª a Torga hace unos a?os, durante una acampada en las serran¨ªas donde nace el r¨ªo Tajo. All¨ª, entre pinares y sabinares brav¨ªos, en el coraz¨®n de Espa?a, junto a farallones inmensos de rocas rojas sobre los que campeaban los buitres, le¨ª su libro de relatos Cuentos de la monta?a. Fue un marco adecuado para gozar de unas p¨¢ginas puras como flores silvestres.Me sobrecogi¨® el estilo directo y sencillo de este m¨¦dico de provincias portugu¨¦s, de ra¨ªces agrarias pero de exquisita cultura universal, Adolfo Rocha, constructor de todo un universo literario con el nombre de Miguel Torga. En estos relatos donde desfilan cazadores, carabineros, curas, m¨¦dicos y maestros sobre un fondo rural, pobre pero digno, los h¨¦roes son el pueblo mismo, los campesinos de rostro curtido cuya piel, se confunde con las pizarras, las jaras y las cumbres de esta Iberia de clima y geograf¨ªa atormentados.
De vuelta a la ciudad, me falt¨® tiempo para ir a una librer¨ªa a sumergirme en las p¨¢ginas deliciosas y densas del Diario de este intelectual ib¨¦rico, que es un aut¨¦ntico constructor de piedras labradas.
Torga es un artesano de la literatura y leyendo sus p¨¢ginas se disfruta del calor, del olor y del sabor del pan reci¨¦n horneado. Pero no, hay que enga?arse. Adem¨¢s del universo campesino portugu¨¦s que tan bien conoce, de sus experiencias personales en la emigraci¨®n brasile?a, o como m¨¦dico de provincias frecuentador de los c¨ªrculos universitarios de Coimbra, Torga es un intelectual de altos vuelos, un ciudadano del mundo que sabe remontarse con alas de ¨¢guila para defender -si es -necessario contra todo y contra todos- la insobornable independencia de criterio del escritor, sin olvidar nunca la solidaridad humana y la necesidad moral de optar siempre por los m¨¢s desvalidos, como un destino, sin un ¨¢pice de demagogia.
El Diario de Torga, que rezuma autenticidad, creo que puede compararse con el Libro del desasosiego de su compatriota Pessoa, tan olvidado en vida y hoy tan de moda. El pensamiento y los ideales que lo animan han hecho que los acad¨¦micos suecos, que a pesar de su lejan¨ªa geogr¨¢fica se enteran de todo, grandes lectores en largu¨ªsimas veladas invernales, lo hayan propuesto alguna vez para el m¨¢s alto galard¨®n literario, el Nobel.
Aunque en 1990 recibi¨® el Premio Camoens, el equivalente portugu¨¦s a nuestro Premio Cervantes, Torga ha huido de la fama y ha seguido editando sus libros en una peque?a imprenta de Coimbra, donde ha querido seguir gan¨¢ndose la vida como m¨¦dico especialista en otorrino-laringolog¨ªa, hasta que una grave enfermedad lo jubil¨® definitivamente. Un buen m¨¦dico que siempre gust¨® de la relaci¨®n directa con sus pacientes y de alargar la consulta hablando con ellos, compartiendo todo el sufrimiento, las miserias y las grandezas humanas.
El m¨¦dico Rocha / el escritor Torga, tras hablar con los ricos y con los pobres, con el viajante de comercio, con el ama de casa y con la prostituta, nos lo cuenta luego todo, sencilla y admirablemente. En el fondo de esta alma que se derrama sobre el papel se deja entrever la ¨¦tica machadiana de dignidad y humildad. Su ¨²ltimo libro, publicado en Espa?a en 1994, R¨²a, recoge historias urbanas con igual maestr¨ªa que sus relatos de tema rural o sobre animales, como el inolvidable Bichos, que por lo que yo s¨¦ a¨²n no ha sido traducido al castellano.
Literatura viva
Mi peregrinaci¨®n por la obra torguiana continu¨® con Piedras labradas, otro conjunto de relatos sencillos y maravillosos. Por fin llegu¨¦ a La creaci¨®n del mundo, una novela extensa, autobiogr¨¢fica, que, podr¨ªa compararse con la trilog¨ªa de nuestro Arturo Barea La forja de un rebelde. Torga sabe expresar impecable e implacablemente el olor y la angustia de los vencidos en nuestra -el tambi¨¦n la hace suya- guerra incivil. Torga reivindica constantemente los elementos comunes de nuestra cultura ib¨¦rica y se define como "un portugu¨¦s hisp¨¢nico que respira todo el aire peninsular".
Torga tambi¨¦n es poeta y ha expresado su sentimiento hisp¨¢nico en un libro, Poemas ib¨¦ricos. Por sus p¨¢ginas desfilan impresionantes im¨¢genes del paisaje y el paisanaje peninsular, con sus piedras, sus santos, sus reyes, sus artistas, sus arquetipos. Desde el malogrado monarca Don Sebastian hasta Picasso, pasando por Goya, Garc¨ªa Lorca, S¨¦neca, Sancho Panza, In¨¦s de Castro o San Juan de la Cruz. Poemas ib¨¦ricos est¨¢ bellamente publicado en edici¨®n biling¨¹e por el Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana. El resto de la obra torguiana est¨¢ editada en Espa?a por Alfaguara, y el libro de poemas La paz posible es no tener ninguna, por Ediciones Amar¨².
El pasado martes nos sobrecogi¨® la noticia d¨¦ la muerte, a los 87 a?os, de este creador portugu¨¦s, ib¨¦rico y universal. Yo pienso volver a alg¨²n rinc¨®n del paisaje agreste de esta nuestra vieja piel de toro para releer en silencio y soledad algunas l¨ªneas de este campesino, emigrante, m¨¦dico, cazador, pensador, resistente p¨¦treo a todas las dictaduras, que quiso compartir su vida con nosotros por medio de sus libros, por encima del dinero y de las modas.
En el pr¨®logo de La creaci¨®n del mundo Torga escribi¨®: "Todos llegamos a nuestro ¨²ltimo d¨ªa con la visi¨®n de un mundo creado a nuestra medida, original y ¨²nico. El m¨ªo es ¨¦ste. Un espacio de tenacidad, de ilusi¨®n, de lucidez y de angustia, agitado por mil tormentas y convulsiones, y poblado por seres reales que el tiempo ha convertido en fantasmas". En su Diario, a veces ¨¦l mismo parece intuir este ¨²ltimo viaje y se confiesa, desvalido: "Un paso m¨¢s en este camino de lucidez despiadada, y ya no podr¨¦ hacer pie en la vida".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.