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A menudo me pregunto por qu¨¦ se aferra de ese modo al cargo, por qu¨¦ insiste en perpetuarse en el poder como si fuera eterno. ?l y los suyos dan unas cuantas razones: todas inquietantes, algunas perversas. Por ejemplo, lo de presentarse a s¨ª mismos como defensores de la causa del bien frente al terror de las derechas. La verdad, cuesta creerse que ellos mismos se crean tan necio argumento: por fortuna para todos, las derechas espa?olas no son hoy un terror, sino un fastidio, y adem¨¢s un fastidio rematadamente democr¨¢tico. Muy mal tendr¨ªan que haberlo- hecho ¨¦l y los suyos, muy tr¨¢gica tendr¨ªa que ser la situaci¨®n de este pa¨ªs, para que, a los 20 a?os de la muerte de Franco y tras tantos esfuerzos, la simple alternancia de partidos en el Gobierno supusiera el p¨¢nico general y el acab¨®se. ?Pero qu¨¦ democracia ser¨ªa ¨¦sa?Tambi¨¦n le he o¨ªdo decir que no convoca elecciones ni dimite para no desestabilizar la situaci¨®n, lo cual me parece ya tan irrisorio que no me voy a molestar ni en rebatirlo. A menudo me pregunto (con progresiva angustia) por qu¨¦ se aferra al cargo, y s¨®lo se me ocurre que es apego al poder: aguanta ah¨ª quieto porque hoy perder¨ªan las elecciones, aguanta para ver si la gente se aburre y la peseta mejora, y as¨ª, sobornando a los votantes con lo econ¨®mico, consiguen otro pellizco de a?os en la poltrona. Claro que estoy segura de que ¨¦l no se lo plantea as¨ª, que piensa que le est¨¢ haciendo un servicio al pa¨ªs. Eso, disfrazar nuestras necesidades de ideolog¨ªa y en ganarnos en nuestra percepci¨®n del mundo cuando nos conviene, es algo muy humano: por ejemplo, basta conque alaben una de mis no velas para que tipos que hasta ese momento me hab¨ªan parecido unos completos majaderos se revistan s¨²bitamente de unas cualidades intelectuales extraordinarias. En fin, somos muy poca cosa.