La transici¨®n china
DENG XIAOPING ?est¨¢ vivo o muerto? Pol¨ªticamente, hace meses que ha desaparecido de la escena p¨²blica y, seg¨²n ha confirmado su hija a The New York Times, su existencia casi vegetal no le permite ninguna actividad. En t¨¦rminos f¨ªsicos, vive, y probablemente el numeroso equipo de m¨¦dicos que le atiende (de medicina occidental y tambi¨¦n tradicional china) est¨¢ en condiciones de prolongar esta situaci¨®n. Oficialmente, s¨®lo se habla de la necesidad de "prepararse para el cambio que se avecina", pero en las altas esferas pol¨ªticas todo est¨¢ ya condicionado por la inminencia de la muerte de Deng. No parece que la sucesi¨®n inmediata plantee problema. Jiang Zem¨ªn, secretario general del partido y a la vez presidente de la Rep¨²blica, ser¨¢ su sucesor; a su lado, las dos figuras llamadas a continuar al frente del poder, Li Peng, jefe del Gobierno, y Zhi Rongji, que dirige la pol¨ªtica econ¨®mica; este ¨²ltimo, mucho m¨¢s reformador. En su reciente viaje a Manchuria, una zona anclada en el pasado, ha hecho una purga de funcionarios y ha anunciado que 1995 ser¨ªa el a?o de la reforma de la industria estatal. Al mismo tiempo, hay s¨ªntomas de que la sucesi¨®n abrir¨¢ una etapa compleja y que muchos ya se preparan a ella. Ha sido llamativa la ausencia de Quia Shi, presidente de la Asamblea Nacional (y anteriormente jefe de los servicios de polic¨ªa e informaci¨®n), a una ceremonia solemne para exaltar "el pensamiento de Deng". Tambi¨¦n Yang Shangun, ex presidente de la Rep¨²blica, viaja bastante y fomenta que se filtren de ¨¦l ideas poco ortodoxas.
El problema m¨¢s agudo para el equipo que suceda a Deng es la situaci¨®n econ¨®mica. Al impresionante crecimiento chino, que ha acercado a provincias de la costa al nivel de una vida moderna, con un capitalismo pujante, se opone la situaci¨®n en zonas del interior, atadas a la direcci¨®n del Estado y sumidas en un tremendo atraso. Un reciente informe habla de 230 millones de parados, lo que da idea de los abismos que amenazan a la econom¨ªa china. Si el futuro equipo no logra frenar la inflaci¨®n, engendrada por el propio ritmo del desarrollo, la amenaza de repercusiones sociales de m¨¢xima gravedad no puede descartarse. El papel unificador de Deng -ligado a la historia comunista m¨¢s venerada y a la vez campe¨®n de un avance audaz hacia el capitalismo- no podr¨¢ ser ocupado por los nuevos dirigentes.
?Se evitar¨¢n en tal coyuntura nuevas divisiones pol¨ªticas dram¨¢ticas en un futuro quiz¨¢ no lejano? Hasta ahora, las medidas que se observan en el terreno pol¨ªtico-ideol¨®gico son muy tradicionales y no ofrecen garant¨ªa de estabilidad. Se aprietan los frenos y se pretende reforzar una unidad burocr¨¢tica y dogm¨¢tica. Eso puede funcionar en las oficinas de Pek¨ªn, y en algunos c¨ªrculos del aparato. Pero la sociedad m¨¢s din¨¢mica, en Shanghai, Cant¨®n y otras ciudades, est¨¢ ya en una onda distinta y la capacidad de influencia del aparato burocr¨¢tico-ideol¨®gico es escasa. Pronto se presentar¨ªa a los dirigentes la opci¨®n dram¨¢tica de desatar una ola represiva contra los sectores que, alejados ya del "socialismo de cuartel", son los que permiten al desarrollo econ¨®mico chino causar la admiraci¨®n del mundo.
Para escapar a ese dilema se empieza a hablar de la necesidad, una vez muerto Deng, de reabrir la discusi¨®n sobre la represi¨®n que aplast¨® el movimiento democr¨¢tico de Tiananmen de 1989. Al parecer, el propio veterano Yang Shangun no se opondr¨ªa a una apertura de ese tipo. Ello permitir¨ªa recuperar al ex secretario general Zao Zhiyang, eliminado de ese cargo a causa de esos acontecimientos, pero que sigue siendo miembro del partido en su jubilaci¨®n dorada. Zao, que tiene la edad de Deng cuando ¨¦ste inici¨® su marcha reformadora, podr¨ªa dar a la direcci¨®n china una imagen mucho m¨¢s moderna. Tal hip¨®tesis, que aterroriza al grupo de Li Peng, ser¨ªa una verdadera revoluci¨®n: como ha ocurrido hasta ahora al morir los grandes jefes.
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