Las movilizaciones de IU: tarde, mal y nunca
Los sindicatos han reafirmado su independencia frente a los partidos al no recordar la ¨²ltima huelga general
Las movilizaciones que ha convocado Izquierda Unida a trav¨¦s de una plataforma, por ella misma creada y compuesta en lo esencial para recordar la huelga general del 27-E, han pasado con m¨¢s pena que gloria.M¨¢s all¨¢ de los objetivos laborales declarados, a los que posteriormente se ha a?adido la denuncia de la corrupci¨®n, esta precipitada iniciativa unilateral de la direcci¨®n de la coalici¨®n responde al deseo de acallar su mala cociencia por no haber contado demasiado con los trabajadores para que les acompa?en en la aventura del catastrofismo verbal en la que se han embarcado progresivamente.
Desde el final del franquismo hasta hace unos a?os, el PCE e IU combinaron su actuaci¨®n parlamentaria y municipal con la convocatoria de numerosas manifestaciones y actos p¨²blicos, en solitario o conjuntamente con otras organizaciones, para reforzar sus planteamientos pol¨ªticos. Y en lo laboral, eran visibles sus apoyos en las convocatorias callejeras y huelguisticas de los sindicatos. Hoy todo eso se ha diluido.
El institucionalismo, que en otros tiempos se reprochaba desde el sector oficial a los cargos p¨²blicos del PCE, no es nada si se compara con el parlamentarismo obsesivo de los actuales dirigentes y su enfermiza adicci¨®n a los medios de comunicaci¨®n, anta?o burgueses.
Habitualmente, el quehacer pol¨ªtico de algunos, dirigentes de IU puede sintetizarse as¨ª: primer paso, leer la prensa; segundo, con lo le¨ªdo se presenta una interpelaci¨®n, y tercero, rueda de prensa para explicar a los periodistas lo que ellos mismos han descubierto.
Por eso, cuando Corcuera dio la patada en la puerta, no fueron las masas convocadas por el autodenominado partido ¨²nico de la izquierda quienes derrotaron su ley en la calle, sino que tuvo que ser el Tribunal Constitucional, paradigma del repudiado sistema, quien provocara la marcha del ministro.
Otra ocasi¨®n de oro para movilizar al pueblo se present¨® en el tan horrible Tratado de la Uni¨®n Europea. El no a Maastricht sac¨® a la calle en diversos pa¨ªses a muchos miles de personas convocadas en unos casos por las derechas m¨¢s nacionalistas y en otros por los llamados, euroesc¨¦pticos de izquierdas y a veces por todos revueltos.
En Espa?a, no. Aqu¨ª, que parec¨ªa que iban a armar la gorda, en vez de sacar a las bases de sus casas, mandaron a medio grupo parlamentario a las suyas, por desobedientes. A lo mejor pensaron que no hac¨ªa falta m¨¢s, puesto que declararon la muerte de Maastricht y del proyecto de la UE, a manos de los votantes daneses y franceses. Pero Dinamarca se qued¨®, y han ingresado tres nuevos paises, y la cumbre de Essen ha preparado el gran salto hacia el Este, que con las reformas institucionales d¨¦ 1996 permitir¨¢ a la "cadav¨¦rica" Uni¨®n contar con 25 ¨® 30 Estados.
?Qu¨¦ m¨¢s da? Maastricht ha muerto ?porque me da la gana! (latiguillo puesto de moda por el coordinador, pero extra¨ªdo sin duda de los cl¨¢sicos del marxismo). En un momento dado, parecieron percatarse de su actuar electoralista y anunciaron durante meses la llegada de la gran movilizaci¨®n, dentro de una campa?a por la rectificaci¨®n. ?T¨² la viste?, pues yo tampoco.
Pero con las convocatorias por CCOO y UGT de la manifestaci¨®n del 20-D de 1993 y de la huelga general del 27-E de 1994 encontraron por fin la f¨®rmula ideal para resolver la constatada impotencia movilizadora que tanto afeaba su roja apariencia: que movilicen ellos que s¨ª saben y nosotros nos quedamos de referente pol¨ªtico, o sea, de recipiente electoral.
No s¨®lo se desist¨ªa de su leg¨ªtima y obligatoria tarea de impulsar la participaci¨®n ciudadana en la vida pol¨ªtica, sino que se apuntaban al m¨¢s f¨¢cil y discutible aprovechamiento de las luchas estrictamente laborales.
As¨ª, chupando rueda, se ahorraban de paso indagar las causas del desequilibrio entre sus avances electorales significativos y la desarticulaci¨®n total con el mundo del trabajo.
Repasando la trayectoria del movimiento obrero intemacional, observamos que, al margen de los resultados electorales, muchos partidos hist¨®ricos socialistas, y comunistas, han mantenido una notable implantaci¨®n org¨¢nica y cultural entre los trabajadores asalariados, los pensionistas y los desempleados, que constituyen tambi¨¦n el espacio natural del sindicalismo confederal.
Sin embargo, las formaciones pol¨ªticas de corte marcadamente radical, inspiradas por diversos corporatismos o elitismos sociales y comandadas a menudo por los residuos gauchistas del Mayo, que aqu¨ª nunca existi¨®, no han arrigado entre las capas m¨¢s desfavorecidas de la sociedad capitalista, pese a la aparatosidad de sus actuaciones p¨²blicas o de sus ¨¦xitos electorales m¨¢s o menos pasajeros.
Las ¨²ltimas actitudes de los responsables de. IU tienden a homologarla con esos partidos de denuncia y a separarla de su originaria vocaci¨®n de alternativa de Gobierno, de fuerza progresista y transformadora, definida por la colaboraci¨®n con los sindicatos desde la lealtad y por el respeto a su autonom¨ªa.
La creaci¨®n de la plataforma social es una reacci¨®n irritada por la firma de varios acuerdos laborales (pensionistas, empleados p¨²blicos y PER) que no han gustado a la direcci¨®n de IU, que ni los ha le¨ªdo y que los considera simples balones de ox¨ªgeno al Gobierno, despreciando sus contenidos, que han sido muy bien acogidos por los trabajadores afectados. Y por ello se quiere dar vida a una instancia manejable que obligue a los sindicatos a moverse cuando ellos lo decidan. ?Son pocas tres huelgas generales en seis a?os? Eso dicen.
Hace alg¨²n tiempo que empezaron los desprop¨®sitos. Primero fue el ?a por ellos!, que se dio en la Conferencia de Movimiento Obrero y en la fiesta del PCE. Despu¨¦s, el coordinador declar¨® que no le gustaban las pactos f¨¢ciles, en alusi¨®n a los ya mencionados. Y en esto hay que reconocerle coherencia y perseverancia, porque, cuando era alcalde de C¨®rdoba, los empleados tuvieron que hacerle varias movidas porque ya entonces no era de f¨¢cil pactar.
Uno de los promotores, Mart¨ªn Seco, el compa de Damborenea, declara su consternaci¨®n y sorpresa por la no adhesi¨®n sindical. ?l, que viene del PSOE y la UGT, ?pensaba de verdad que esa llam¨¦mosla proposici¨®n inocente pod¨ªa aceptarla C¨¢ndido M¨¦ndez con lo que est¨¢ cayendo? Desde luego, aparte de otras consideraciones sindicales, menudo regalo para sus opositores internos.
Otros se dirigen a CC OO en exclusiva y con la misma milonga de la decepci¨®n inesperada. Bien sab¨ªan que CC OO ya hab¨ªa aprobado en su consejo una estrategia unitaria para reducir los efectos m¨¢s negativos de la reforma laboral, que ha producido algunos frutos, como se reconoci¨® desde la propia minor¨ªa ortodoxa del sindicato en el debate de la negociaci¨®n colectiva de 1994, y que todas las organizaciones est¨¢n volcadas en esa tarea por medio de los convenios colectivos en renovaci¨®n y de nuevos cauces de negociaci¨®n que se est¨¢n abriendo.
Alguien puede pensar que se ha ca¨ªdo en una trampa, y que aceptando se hubiera desmontado la operaci¨®n. No lo veo as¨ª. La supeditaci¨®n sindical sentar¨ªa un recurrible precedente e hipotecar¨ªa el cr¨¦dito de las confederaciones como interlocutores autorizados, constituyendo una inexplicable autolimitaci¨®n de sus competencias estatutarias y constitucionales..
Para mayor surrealismo, estamos viendo que los promotores del homenaje al 27-E est¨¢n atacando con especial animosidad al secretario general de CC OO, es decir, al hombre que dirigi¨® personalmente la gran huelga, a pie de obra y de piquetes, mientras Anguita a la misma hora picoteaba en el programa m¨¢s reaccionario de la radio, el del compa?ero de catarsis Antonio Herrero.
No va a resultar nada f¨¢cil apartar a los sindicatos de su estrategia laboral, ni acabar con su unidad e independencia. Pero s¨®lo con intentarlo, un proyecto pol¨ªtico esperanzador puede quedar moralmente da?ado de forma irreparable, y lo sentiremos m¨¢s los que apostamos por ¨¦l desde su fundaci¨®n que algunos arribistas que entonces lo combat¨ªan desde los grupos m¨¢s sectarios.
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