Pogramas: ahora hay un mundo de oportunidades
El presidente de Microsoft da su visi¨®n sobre los programas de procesadores de textos en Estados Unidos y el resto del mundo y las oportunidades para su desarrollo
A Estados Unidos se le ha llamado la tierra de las oportunidades y, en lo que a programas inform¨¢ticos se refiere, ha sido cierto. Se puede ver en las estad¨ªsticas. En la pasada d¨¦cada, los programas inform¨¢ticos fueron el sector de m¨¢s r¨¢pido crecimiento en Estados Unidos, expandi¨¦ndose casi diez veces m¨¢s r¨¢pidamente que el resto de la econom¨ªa. Tres cuartas partes de las ventas mundiales de programas como procesadores de textos y juegos de ordenador proced¨ªan de Estados Unidos.Sin embargo, no hay garant¨ªas de que este liderazgo vaya a durar. Las empresas de programas de todo el mundo tienen la oportunidad de reducir la ventaja estadounidense a medida que el mercado se va volviendo m¨¢s internacional.
La revoluci¨®n de los programas para ordenadores personales es un tributo al sistema de libre mercado. Se vio impulsada inicialmente por el esp¨ªritu empresarial de los estadounidenses.
El ¨¦xito de Estados Unidos en programas no fue producto de un talento superior. La excelencia se encuentra en todas partes. Los ingenieros estadounidenses, por ejemplo, no son mejores que los ingenieros de otros pa¨ªses del mundo.
El ¨¦xito de Estados Unidos tampoco fue consecuencia de enormes inversiones empresariales. El sector de los programas para los microprocesadores no fue una derivaci¨®n del programa espacial o del sector de defensa. Francamente, nadie pens¨® que los programas fueran tan importantes.
El ¨¦xito de Estados Unidos en programas tampoco fue resultado de pol¨ªticas gubernamentales deliberadas. No hubo deducciones fiscales especiales. No hubo normativas destinadas hacer frente a la competencia a imponer est¨¢ndares. Esto result¨® ser una suerte. Ni los comit¨¦s ni los reguladores pueden tomar decisiones con la misma eficacia que un mercado verdaderamente competitivo.
El Gobierno estadounidense hizo lo m¨¢s importante: proteger los derechos de propiedad intelectual. El sector de programas para ordenadores personales nunca podr¨ªa haber surgido en un pa¨ªs que tolerara el robo generalizado de material patentado. Todo lo que la incipiente industria de programas necesitaba para ponerse en marcha pod¨ªa encontrarse en el tejido de los valores e instituciones norteamericanas.
A los norteamericanos les gusta apostar. Los especuladores capitalistas. ponen millones de d¨®lares en empresas arriesgadas. Mi amigo Craig McCraw introdujo en los mercados financieros la idea de que una suscripci¨®n celular val¨ªa cierta cantlidad de dinero. McCraw Cellular perdi¨® dinero a?o tras a?o seg¨²n las cuentas, pero cuando el n¨²mero de suscriptores subi¨® vertiginosamente, Craig atrajo enormes inversiones y, al final , vendi¨® la empresa por miles de millones de d¨®lares a la AT&T.
Los estadounidenses tambi¨¦n ponen en juego sus carreras. La gente con talento deja trabajos seguros para perseguir sue?os o entran en empresas diminutas con grandes ideas. La, cultura estadounidense aplaude el esfuerzo incluso cuando termina en fracaso. La actitud hacia el fracaso es la de "prueba otra vez".
Actitudes osadas como ¨¦stas ayudaron a encender el mercado de los programas para ordenadores personales. Una comunidad cada vez mayor de consumidores realmente exigentes aviv¨® las llamas. Por ejemplo, los consumidores exig¨ªan procesadores de textos que pudieran hacer revisiones ortogr¨¢ficas incluso en documentos en varias lenguas. Y los consiguieron.
Conforme el mercado estadounidense de programas se iba desarrollando, tambi¨¦n maduraban los servicios que lo sosten¨ªan. Los abogados adquirieron experiencia en la ley de propiedad intelectual, los dise?adores gr¨¢ficos inventaron nuevas formas de presentar los programas, los programadores asistieron a conferencias o utilizaron servicios en l¨ªnea para estar en contacto con sus colegas.
Pero la ventaja de desarrollar la actividad en el mercado estadounidense est¨¢ desapareciendo. El mercado mundial est¨¢ ocupando el lugar del mercado estadounidense como, mercado m¨¢s importante.
Las redes de ordenadores est¨¢n enlazando el mundo y derribando muros entre comunidades internacionales. Las empresas de programas de San Juan y San Remo pueden competir en igualdad de condiciones con las de San Francisco y San Jos¨¦. Empresas de muchos continentes pueden acceder a las noticias del sector, los datos comerciales y la informaci¨®n t¨¦cnica mediante los CD-ROM y los servicios en l¨ªnea, que ahora llegan a gran parte del mundo. Cuanto m¨¢s potentes se vuelven los programas y ordenadores, m¨¢s f¨¢cil y barato es crear obras audiovisuales de varias clases.
Conforme vaya evolucionando la econom¨ªa de la informaci¨®n, el mundo se ver¨¢ inundado de contenidos digitales creados por miles, y con el tiempo millones, de empresas e individuos. Las empresas de programas est¨¢n surgiendo por todas partes, y funcionan bien. En Israel, EduSoft hace un buen negocio exportando un programa educativo que exporta a Europa y Latinoam¨¦rica. La empresa francesa Prologue exporta programas a toda Europa y Estados Unidos. El gigante alem¨¢n de programas SAP exporta grandes cantidades a Estados Unidos, entre otros lugares.
En Australia, Francia, Jap¨®n y dos docenas m¨¢s de pa¨ªses, los mercados de programas ahora se diferencian casi ¨²nicamente en detalles. Esto refleja la homogeneidad cada vez mayor de un mundo cada vez m¨¢s reducido en el que las oportunidades se reparten mucho m¨¢s igualitariamente que hace unos a?os.
No me malinterpreten, Estados Unidos sigue siendo la tierra de las oportunidades y no creo que eso vaya a cambiar. Pero todas las empresas de programas, en todas las naciones que fomenten la libre competencia y protejan los derechos de propiedad intelectual, ahora forman parte de una mercado mundial m¨¢s amplio.
Es un mundo de oportunidades. Y eso es bueno para todos.Las preguntas a Bill Gates deben enviarse por correo electr¨®nico. La direcci¨®n es askbill(AT)microsoft.com. Por favor, indiquen nombre, ciudad y pa¨ªs. O escriban a la atenci¨®n de Gates a The New York Times Syndication Sales Corp,. 122 E, 42nd St., New York, N.Y. 10168. Las preguntas de inter¨¦s general ser¨¢n respondidas en esta columna; Bill Gates lamenta que las preguntas no publicadas no puedan responderse individualmente).
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