Primavera
Ya est¨¢ claro que el fin del mundo llegar¨¢ en forma de una eterna primavera. Hace unos d¨ªas, en el coraz¨®n de este invierno, estuve en el mar B¨¢ltico y all¨ª la gente iba en mangas de camisa. Parec¨ªan las fallas de Valencia. El fin del mundo ser¨¢ precedido por la locura de las semillas. En la ¨²ltima capa de la atm¨®sfera se van acumulando todos los gases que libera la civilizaci¨®n, pero no son s¨®lo los gases los que constituyen en lo alto una costra dura semejante a la chapa de un autom¨®vil. Las blasfemias de los terrestres tambi¨¦n se evaporan y junto a ellas ascienden igualmente los discursos de los pol¨ªticos, los sermones de los moralistas, los an¨¢lisis de los comentaristas y los augurios de los profetas. Ese material contaminante se va amalgamando all¨¢ arriba junto con las part¨ªculas de carbono, los aerosoles que utilizan los humanos para fumigarse las axilas, los rumores de crisis, los chismorreos de amores y otras idioteces que despiden las gargantas de los seres vivos, incluidos los gritos de los animales heridos. A eso se debe el recalentamiento del planeta. Como un autom¨®vil aparcado al sol en pleno mes de agosto, la Tierra ha comenzado a hervir. La chapa del cap¨® es: la l¨ªnea de la estratosfera: est¨¢ formada por una imbecilidad humana tan s¨®lida como el mejor acero alem¨¢n. Gracias a ese primer calor, las semillas de los vegetales ya han enloquecido: los almendros florecen en oto?o. Tambi¨¦n el pensamiento de los mortales ha entrado en ebullici¨®n: cualquiera se cree un fil¨®sofo por el hecho de saber de qu¨¦ pie cojea su vecino. Los casquetes polares se est¨¢n licuando a causa de los gases de la civilizaci¨®n y de los discursos de los pol¨ªticos, cuyas palabras son a veces m¨¢s pestilentes que el mon¨®xido de carbono. Pronto ser¨¢ una eterna primavera y las fallas se celebrar¨¢n en el B¨¢ltico. Lentamente, el mar ir¨¢ ganando terreno, pero antes de anegar todo el planeta se cumplir¨¢ un sue?o de oro. Durante un 'tiempo indefinido, la playa llegar¨¢ a los pies del Caf¨¦ Gij¨®n. Ser¨¢ el momento de mirar por el ventanal y encender la ¨²ltima pipa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.