Calvo Sotelo y las herencias recibidas
Un sabor amargo. Esto es lo que not¨¦ al terminar de leer el art¨ªculo, que el ex Presidente del Gobierno, se?or Calvo Sotelo, public¨® el jueves pasado en estas mismas p¨¢ginas. Y pens¨¦ que era una l¨¢stima, que se hab¨ªa perdido una ocasi¨®n para aportar algo de sensatez y de serenidad al clima de crispaci¨®n pol¨ªtica que atenaza inmerecidamente a los ciudadanos y las ciudadanas de este pa¨ªs. Fue como si se hubiese roto un pacto no escrito que deber¨ªa existir entre las personas que han ocupado los puestos m¨¢s altos de la pol¨ªtica en un sistema democr¨¢tico y que de hecho ha funcionado hasta ahora: el pacto del respeto mutuo, de la visi¨®n de conjunto, es decir, no coyuntural ni partidista en sentido estrecho y de la comprensi¨®n ante las enormes responsabilidades del cargo, con sus compensaciones morales, sus sinsabores y sus limitaciones.La experiencia de esto tan, relativo que llamamos el poder pol¨ªtico deber¨ªa dar a los que lo han ejercido una: visi¨®n m¨¢s tolerante de las cosas y, por consiguiente, deber¨ªa hacer de ellos personas capaces de aportar racionalidad y serenidad a la pol¨¦mica pol¨ªtica y situarla en un contexto m¨¢s general, m¨¢s all¨¢ de localismos y de batallas corporativas. No estoy apelando con ello a una especie de solidaridad al margen de todos los avatares. Apelo a la experiencia y a otras cosas, entre ellas lo que bien se podr¨ªa denominar responsabilidades compartidas en el tiempo. A pesar de los cambios radicales de gobierno, siempre hay elementos de continuidad, poco deseados por el que viene detr¨¢s. Baste recordar, por ejemplo, que asuntos tan aparatosos y dram¨¢ticos como la rotura de la presa de Tous o el caso del aceite de colza se produjeron cuando el se?or Calvo Sotelo ejerc¨ªa m¨¢ximas responsabilidades de gobierno, pero cuando los ciudadanos afectados protestan no dirigen sus quejas y sus iras al gobernante de entonces, sino al de ahora, al presidente Felipe Gonz¨¢lez y al Gobierno socialista.
Desde luego, esto que yo llamo ruptura de un pacto no escrito no se ha producido s¨²bitamente. El se?or Calvo Sotelo ya se sum¨® hace meses a la campa?a del PP pidiendo la dimisi¨®n de Felipe Gonz¨¢lez, y bien recientemente, durante uno de los actos de homenaje a Adolfo Su¨¢rez, proclam¨® que la situaci¨®n actual es peor que la del 23-F, que ya es decir. O sea, que el exabrupto de ahora no debe extra?ar. M¨¢s bien es la confirmaci¨®n de algo que se ve¨ªa venir: que el se?or Calvo Sotelo no ha optado por poner su prestigio personal al servicio de la serenidad y de la amplitud d¨¦ horizontes, sino al servicio de la crispaci¨®n y del regate corto; no ha optado por la confrontaci¨®n civilizada, sino por el encabritamiento de una pelea de bajo techo. Naturalmente, el se?or Calvo Sotelo es muy due?o de sus actos y de sus opiniones y nadie le pide que acalle sus cr¨ªticas si considera necesario exponerlas, pero el tono de su art¨ªculo es m¨¢s propio de un militante del PP que de un ex presidente del Gobierno, m¨¢s propio de una campa?a electoral que de un debate sensato sobre nuestro sistema pol¨ªtico.
El asunto es especialmente serio porque el art¨ªculo en cuesti¨®n se apoya en dos afirmaciones que no s¨®lo no son ciertas, sino que son tremendamente peligrosas. La primera es que, seg¨²n ¨¦l, Felipe Gonz¨¢lez atribuy¨® a los Gobiernos de UCD la responsabilidad de la aparici¨®n de los GAL. El segundo, bien expl¨ªcito en el t¨ªtulo de su art¨ªculo, es que hay que dejar de hablar de la herencia recibida.
La frase que reproduce del discurso de Felipe Gonz¨¢lez es exacta, pero omite que el propio presidente del Gobierno rechaz¨® expl¨ªcitamente cualquier responsabilidad de sus antecesores y, por consiguiente, de sus equipos de gobierno en el asunto. Lo que la frase dice de manera clara y rotunda es algo que nadie puede negar: que los diversos grupos armados anti-ETA se comenzaron a formar antes de la democracia y no se pudieron dar i por terminados hasta bastantes a?os despu¨¦s, ya bajo el Gobierno socialista. Esto quiere decir que el problema de estos grupos se plante¨® por igual a los Gobiernos de Adolfo Su¨¢rez, de Leopoldo Calvo Sotelo y de Felipe Gonz¨¢lez. Todos lucharon contra el terrorismo y contra los grupos terroristas anti-ETA. Y lo hicieron con desigual fortuna porque las condiciones con que se encontraron no fueron las mismas. Nadie puede ignorar las dificultades con que chocaron los Gobiernos de Adolfo Su¨¢rez para hacerse con el control de los aparatos policiales y militares y c¨®mo aumentaron dichas dificultades cuando la UCD se dividi¨® y el propio Su¨¢rez tuvo que dejar la presidencia del Gobierno en circunstancias turbulentas. Nadie puede ignorar tampoco que Leopoldo Calvo Sotelo asumi¨® dicha presidencia en medi¨® de la confusi¨®n del golpe del 23-F -lo cual fue sin duda un ejemplo de valor c¨ªvico y pol¨ªtico que todos reconoc¨ªmos- y que gobern¨® casi dos a?os con un partido sin mayor¨ªa absoluta -cada vez m¨¢s dividido, y que al final de su mandato todav¨ªa hubo un conato de golpe militar y la propia UCD desapareci¨® del mapa pol¨ªtico, pasando de tener m¨¢s de 160 diputados a tener menos de 20. Y nadie puede olvidar, finalmente, que si el PSOE obtuvo en 1982 una victoria tan aplastante no fue s¨®lo por el atractivo de: sus nuevos dirigentes y su programa, sino tambi¨¦n porque aparec¨ªa como la promesa de un Gobierno fuerte, capaz de poner orden y de aportar seguridad en momentos de inquietud e incertidumbre. Es l¨®gico, pues, que el Gobierno socialista pudiese culminar, con m¨¢s tiempo por delante y con m¨¢s fuerza pol¨ªtica, la tarea que los Gobiernos anteriores hab¨ªan iniciado y que no pudieron completar por su mayor debilidad. No es un reproche, sino una constataci¨®n; no es. una acusaci¨®n, sino un intento de explicar lo que ocurri¨®. Y esto es lo que hizo Felipe Gonz¨¢lez en el debate sobre el estado de la nac¨ª¨®n, tal como yo lo o¨ª y entend¨ª.
En cuanto a la segunda afirmaci¨®n del se?or Calvo Sotelo, debo decir que estoy en desacuerdo absoluto con ¨¦l cuando le dice al presidente Gonz¨¢lez que ya est¨¢ bien de hablar de la herencia recibida. Creo m¨¢s bien lo contrario: creo que no hemos hablado lo suficiente sobre la herencia recibida del franquismo y de nuestro dram¨¢tico pasado colectivo, y que sin hacer un buen an¨¢lisis y un buen balance de todo ello es imposible entender el presente. Y no lo digo con ¨¢nimo de exigir responsabilidades a toro pasado -exigencia que rechazamos de manera bien clara y evidente en el momento de poner en pie nuestro sistema democr¨¢tico-, sino con ¨¢nimo de aportar a todos los ciudadanos y ciudadanas una explicaci¨®n de lo ocurrido, de sus claros y oscuros, para entender mejor el presente y situarnos con serenidad ante nuestro futuro colectivo.
Y hay que decir sin ambages que no es cierto que nuestra transici¨®n a la democracia fuese un proceso id¨ªlico, un avance sin obst¨¢culos ni traumas, y que las instituciones, las mentalidades colectivas, los usos y costumbres de nuestra sociedad se hubiesen democratizado sin m¨¢s de la noche a la ma?ana. Ya me he referido a las dificultades que encontraron los primeros Gobiernos de UCD para adaptar a la l¨®gica de la nueva situaci¨®n democr¨¢tica los aparatos del Estado heredados casi ¨ªntegramente del r¨¦gimen franquista. Creo que esto no se ha explicado a fondo y que sigue siendo hoy una asignatura pendiente que nos impide comprender no s¨®lo lo que ocurri¨® entonces, sino lo que ocurre hoy. ?C¨®mo no recordar, por ejemplo, que, pese a los esfuerzos de sus presidentes y ministros, la debilidad creciente de los Gobiernos de UCD tuvo que dar, forzosamente, m¨¢s alas a la propia ETA y m¨¢s margen de maniobra para los que, dentro y fuera de las instituciones, tend¨ªan a organizarse por cuenta propia para combatir el terrorismo etarra? ?C¨®mo no recordar, igualmente, las apelaciones p¨²blicas de algunos altos exponentes del empresariado en el mismo sentido?
He dicho que en 1982 el PSOE lleg¨® al Gobierno con una
mayor¨ªa absoluta aplastante porque no s¨®lo era una alternativa nueva y cre¨ªble, sino porque aportaba tambi¨¦n fuerza y seguridad. Pero no est¨¢ de m¨¢s recordar hoy que cuando aquello se produjo era la primera vez en toda nuestra historia que un partido de izquierda empezaba a gobernar en solitario y la primera vez tambi¨¦n que un partido de izquierda llegaba al Gobierno bajo una Monarqu¨ªa. Pero, a pesar de la fuerza con que comenzaba, el Gobierno del PSOE encontr¨® enormes dificultades para controlar algunos de los aparatos del Estado m¨¢s sensibles y decisivos, sobre todo si se tiene en cuenta que los dirigentes pol¨ªticos que entraban entonces en escena no ten¨ªan casi ninguna experiencia de gobierno, y menos todav¨ªa con unos aparatos de Estado que hab¨ªan sido concebidos, organizados y entrenados durante tantos a?os precisamente para combatir a la izquierda. En estas mismas p¨¢ginas se public¨®, hace pocos d¨ªas, un reportaje expl¨ªcito sobre las dificultades que los nuevos dirigentes del Ministerio del Interior encontraron para reorganizar las fuerzas de seguridad y dotarlas de nuevos mandos.
Por esto no creo que haya que olvidar la herencia recibida. No se trata de vivir de ella ni de recurrir a ella para justificar todo lo que ocurre en el presente. Se trata, eso s¨ª, de explicarla para contribuir a entender nuestro presente y nuestro futuro. Lo que hoy necesitamos es serenidad y capacidad de ver las cosas m¨¢s all¨¢ del d¨ªa a d¨ªa y del frenes¨ª medi¨¢tico. Personalmente, me parece escandaloso que algunos elementos de este pasado inmediato se est¨¦n utilizando para alimentar las luchas pol¨ªticas del presente y para deslegitimar las instituciones y las personas que han protagonizado una acci¨®n pol¨ªtica de dimensiones tan enormes y. tan estimulantes como la que hemos tenido en nuestro pa¨ªs en estos cortos a?os de democracia. Las luchas por la alternancia son leg¨ªtimas, pero entre todos deber¨ªamos aportar la serenidad y el distanciamiento necesarios. para que esta leg¨ªtima batalla pol¨ªtica no nos acabe deteriorando a todos. Y cuando digo todos no me refiero s¨®lo a los dirigentes pol¨ªticos. Me refiero tambi¨¦n a las instituciones, entre ellas las judiciales. Por eso me entristece y me deja un sabor amargo que los que pueden y deben aportar esta serenidad acaben siendo apologistas de lo contrario y entren sin reparos en la l¨®gica perversa de la actual confusi¨®n. Quiz¨¢ esto tambi¨¦n forma parte de las herencias recibidas.
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