Aprendizaje y comunicaci¨®n
"La cultura est¨¢ constituida por redes de significados que el hombre ha ido tejiendo y su an¨¢lisis no ha de ser, por tanto, el de una ciencia experimental en busca de leyes, sino el de una ciencia interpretativa en busca de significaciones" (Clifford Geertz, The interpretation of cultures. New York, Basic Books, 1973).La escuela es ese lugar donde se aprenden y olvidan cosas, se aprueban y suspenden ex¨¢menes, se difunden saberes y se adquieren destrezas, h¨¢bitos y normas. Pero tambi¨¦n ese lugar donde suceden cosas divertidas y donde uno se aburre, donde las personas conversan entre s¨ª y escriben a otras personas, donde habitan las ilusiones y el hast¨ªo, se vive el dolor del fracaso y el placer del ¨¦xito y los ni?os y las ni?as hablan y escuchan, escriben y leen, sonr¨ªen y juegan, alzan la mano, hacen cola y afilan los l¨¢pices.
Es ese escenario de la vida cotidiana donde se hacen amigos y enemigos, donde se castiga a unos y se premia a otros, donde se escriben mensajes en los pupitres a golpe de bol¨ªgrafo o a punta de navaja, donde se ense?an y se aprenden esas cosas que casi nada tienen que ver con las cosas que las personas hacen fuera de las aulas y donde los ni?os y las ni?as permanecen durante gran parte de su infancia y adolescencia de lunes a viernes, les guste o no.
La escuela es ese lugar, en fin, donde no s¨®lo se ense?a el conocimiento leg¨ªtimo, sino tambi¨¦n el comportamiento esperado (la obediencia a la autoridad y el respeto a las normas), donde se sancionan o se alaban determinadas conductas, donde el valor del saber escolar comienza y concluye en su utilidad para superar (o no) con fortuna los diversos obst¨¢culos acad¨¦micos y donde el conocimiento casi nunca se percibe como una eficaz herramienta de comprensi¨®n y de interpretaci¨®n del mundo.
Cuando se habla o se escribe sobre el curr¨ªculo escolar se alude habitualmente a lo que las administraciones educativas y los ense?antes planifican por anticipado con el fin de que los alumnos y las alumnas aprendan y hagan algunas cosas. Sin embargo, un curr¨ªculo elaborado tan s¨®lo desde las intenciones de los ense?antes, haciendo caso omiso de lo que ocurre en la vida de las aulas (y fuera de los muros escolares), tiene quiz¨¢ poco sentido.
El curr¨ªculo no es s¨®lo una retah¨ªla de finalidades y de contenidos debidamente seleccionados: es tambi¨¦n hablar, escribir, leer libros, cooperar, enfadarse unos con otros, aprender qu¨¦ decir a qui¨¦n, c¨®mo y cu¨¢ndo decirlo, saber c¨®mo hacer cosas con las palabras o con los objetos y c¨®mo interpretar lo que los dem¨¢s dicen y hacen. Es ese c¨²mulo de cosas que suceden en la vida escolar a todas horas y que quiz¨¢ por demasiado obvias permanecen con frecuencia demasiado ocultas. Es el habla, es la escritura y son las estrategias de cooperaci¨®n mediante las cuales quienes ense?an y quienes aprenden intercambian sus significados, colaboran y se ponen de acuerdo en la construcci¨®n de los aprendizajes. El curr¨ªculo es entonces, ante todo, una forma de comunicaci¨®n.
De ah¨ª la importancia de indagar qu¨¦ piensa el alumno, conocer qu¨¦ horizonte de expectativas y de conocimientos trae consigo a la escuela y saber qu¨¦ cosas hace para aprender (salvo que creamos que aprender consista tan s¨®lo en sentarse, a ser posible en silencio, esperando a ser ense?ado). Porque los alumnos y las alumnas tambi¨¦n tienen objetivos (no s¨®lo los ense?antes), tambi¨¦n saben y hacen cosas y tambi¨¦n tienen algo que decir.
es asesor del Centro de Profesores de Gij¨®n y director de la revista educativa Signos.
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