Somalia, adi¨®s
A FINALES de la semana pr¨®xima, el ¨²ltimo soldado de las Naciones Unidas habr¨¢ abandonado Somalia, dejando tras de s¨ª un reguero de material m¨¢s o menos inutilizado para que no caiga en manos de los se?ores de la guerra locales, unas docenas de bajas propias, bastantes m¨¢s ajenas y, sobre todo, la intensa frustraci¨®n de un trabajo inacabado, imposible, seguramente tambi¨¦n inimaginable.Hace dos a?os que los primeros soldados norteamericanos desembarcaban en las playas de Somalia en medio de los flashes de los fot¨®grafos y la fiel custodia de las grandes cadenas de televisi¨®n, con un objetivo aparentemente Justo y razonable: primero, arrancar al pa¨ªs africano de la destrucci¨®n por la hambruna; segundo, establecer un clima de paz que condujera al restablecimiento de un Estado capaz de rehabilitar pol¨ªtica y econ¨®micamente la naci¨®n.
Los soldados de Washington, actuando de acuerdo con disposiciones tomadas anteriormente por el derrotado presidente Bush, serv¨ªan, sin embargo, a los designios del reci¨¦n instalado Bill Clinton, y aunque hubiera en su gesto no poco de servicio a intereses de pol¨ªtica local, no por ello cab¨ªa restar valor a su acci¨®n. A mayor abundamiento, el desembarco obligaba a las Naciones Unidas a dar la mayor cobertura posible ¨¹ la operaci¨®n de rescate.
Pero tras unas semanas de flotaci¨®n, de gestos b¨¢sicamente humanitarios que nadie sabr¨ªa criticar, unos dicen que aguijoneados por el secretario general de la ONU, Butros Butros Gali, y otros que por cuenta de su propio mando militar, las fuerzas norteamericanas, bajo mandato formal de las Naciones Unidas, se convirtieron en un bando m¨¢s de la trifulca civil somal¨ª. Despu¨¦s de decidir que toda la ra¨ªz del pecado tribal en aquella parte de ?frica resid¨ªa en la eliminaci¨®n del autoproclamado general Aidid, quiz¨¢ el m¨¢s notorio, pero ni mucho menos el ¨²nico de los jefes de milicias locales, tomaron a ¨¦ste como diana obsesionada de sus esfuerzos militares. Aidid jam¨¢s pudo ser detenido, vidas de marines se perdieron por ello y a la vuelta de unos meses el pa¨ªs, en el que hab¨ªan fracasado varios acuerdos entre fuerzas locales para crear una nueva Administraci¨®n, se hallaba como al principio, presa de toda! las' discordias.
El desembarco norteamericano hab¨ªa tra¨ªdo en su estela la participaci¨®n de otros contingentes militares, sobre todo europeos y asi¨¢ticos, entre ellos la fuerza paquistan¨ª, que pag¨® tambi¨¦n un crudo tributo de sangre a lo que, sin duda, eran mal aconsejadas pero excelentes intenciones."
Los norteamericanos se retiraron. ya hace unos meses sin poder mostrar nada por sus esfuerzos; el pr¨®ximo fin de semana concluye la retirada de los otros contingentes bajo la protecci¨®n de fuerzas de refresco, tambi¨¦n de las Naciones Unidas, que por su sola presencia mostraban hasta qu¨¦ punto, para dejar el campo libre, los cascos azules hab¨ªan d emirar a todos lados por el escaso entusiasmo que su paso hab¨ªa despertado en el pa¨ªs.
Para lo ¨²nico que ha servido la misi¨®n habr¨¢ sido para alimentar alg¨²n tiempo a algunos somal¨ªes -lo que en modo alguno hay que despreciar-, para dejar tras de s¨ª un material militar no siempre de desecho que nutrir¨¢ a¨²n m¨¢s las fuentes de la violencia en la zona, y, sobre todo, para mostrar los l¨ªmites de una misi¨®n emprendida sin conocimiento suficiente del pa¨ªs y que exced¨ªa las posibilidades de un poder multinacional externo.
Somalia parec¨ªa morir hace dos a?os cuando comenz¨® la operaci¨®n de la ONU. Su estado actual sigue siendo tan grave que ni siquiera puede decirse que el in¨²til paso de la fuerza internacional haya empeorado las cosas.
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