Seis pa¨ªses europeos adelantar¨¢n la liberalizaci¨®n de telecomunicaciones
El G-7 propugna establecer reglas para ordenar la competencia sin concretar su vigilancia
Seis pa¨ªses europeos est¨¢n dispuestos a recoger el guante de la apuesta norteamericana. El vicepresidente de EE UU, Al Gore, anunci¨® que "este a?o" su pa¨ªs Ievantar¨¢ las restricciones a las inversiones extranjeras en telecomunicaciones. Francia, Alemania, Suecia, Holanda, Finlandia y el Reino Unido est¨¢n dispuestos a empujar en el proceso de desmantelamiento de sus monopolios de telecomunicaciones. Aunque, en el caso brit¨¢nico, la tarea est¨¢ ya hecha. La Conferencia sobre la sociedad de la informaci¨®n del G-7 acab¨® ayer aprobando una carta de principios gen¨¦ricos y 11 proyectos piloto.
La respuesta al anuncio liberalizador de Al Gore -las empresas extranjeras podr¨¢n comprar el ciento por ciento de una cadena de televisi¨®n o una empresa de telecos norteamericana, si el pa¨ªs del inversor tiene un trato "rec¨ªproco"- no vino de ning¨²n pa¨ªs, sino del comisario europeo de la Competencia, Karel Van Miert.Van Miert record¨® que "1998 es el plazo l¨ªmite", antes del cual todos los Estados miembros de la Uni¨®n Europea (UE), excepto los tecnol¨®gicamente m¨¢s pobres (como Espa?a) que disponen de cinco a?os adicionales, "tienen que haber levantado todas las restricciones impuestas por cualquier protagonista del mercado para todos los servicios de telecomunicaciones sobre todas las infrastructuras".
Y dijo m¨¢s. Dijo que seis pa¨ªses de la UE "est¨¢n de acuerdo con la propuesta de la Comisi¨®n de acelerar, para antes de 1998, la liberalizaci¨®n del uso de las infrastructuras alternativas existentes, como el cable, las redes de las compa?¨ªas ferroviarias y otras de servicio p¨²blico".
Pero m¨¢s all¨¢ de este anuncio, el impacto norteamericano ha dominado esta conferencia. Eso suele suceder, para cumplir la m¨¢xima de que Europa pone el paisaje y la intendencia, mientras que es Washington, m¨¢s perspicaz y hablando con una sola voz, quien se lleva los ¨¦xitos pol¨ªticos y medi¨¢ticos.
Van Miert augur¨® que a la liberalizaci¨®n le seguir¨¢ una intensificaci¨®n de la pol¨ªtica de alianzas entre empresas telecos de distintos pa¨ªses. En la Comisi¨®n Europea se cree inminente un anuncio "de colaboraci¨®n, al menos" entre los gigantes franc¨¦s y alem¨¢n, France Telecom y Deutsche Telekom.
Reglas para competir
El G-7 propugn¨® reglas que ordenen la competencia y el libre acceso de todos a los nuevos servicios, y fue optimista sobre su impacto, en la cultura y el empleo. En la defensa de la liberalizaci¨®n todos repitieron -con una insistencia que habr¨ªa adormecido a Adam Smith- las virtudes del mercado abierto y la desventajas para los descolgados.
El m¨¢s concreto a la hora de ilustrar sus beneficios fue el ministro japon¨¦s Hashimoto. Jap¨®n, proteccionista frente al exterior, est¨¢ liberalizando en el interior: ha aumentado sus operadores de telefon¨ªa hasta 2.000, reduciendo el coste de instalaci¨®n de tel¨¦fonos en un 60%.
Si los mercados se abren pueden invadirlos las pira?as. Ayer todos pidieron normas, para evitar que la destrucci¨®n de barreras implique la constituci¨®n de nuevos monopolios. Su vigilancia debe recaer en "una autoridad fuerte". "En un mercado ¨²nico se necesita una autoridad ¨²nica, y si el mercado es mundial, la autoridad debe ser mundial", reclamaron los italianos Alberto Cl¨® y Agostino Gambino. Pero nadie concret¨® qu¨¦ instituci¨®n debe convertirse en el ¨¢rbitro de este mercado.
Tambi¨¦n se pidieron reglas para proteger los derechos de propiedad intelectual y para asegurar la estandarizaci¨®n que permita la interoperabilidad, un asunto que preocupa a los ciudadanos, v¨ªctimas de la tortura de la incompatibilidad de distintos cachivaches electr¨®nicos e inform¨¢ticos. O son los industriales quienes se ponen de acuerdo, o es el poder pol¨ªtico.
La Comisi¨®n, dijo Martin Bangemann, es partidaria de lo primero "porque en general la industria va m¨¢s r¨¢pido y lo hace a menor coste". Pragm¨¢tico, el ministro ingl¨¦s de Telecomunicaciones, lan Taylor, sugiri¨® que el Estado y los poderes p¨²blicos act¨²en. como "mediadores" para lograr que las empresas se pongan de acuerdo, sugerencia que fue celebrada por otros.
El principio del libre acceso, que todos aplaudieron, tiene dos facetas: acceso de todos los ciudadanos de los pa¨ªses ricos, evitando la sociedad dual, y tambi¨¦n de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo a las autopistas de la comunicaci¨®n. Pero si el principio cae por su propio peso, nadie se atrevi¨® a poner el cascabel clave al gato. ?Qu¨¦ hay que hacer para lograrlo?.
Inter¨¦s p¨²blico
Algunas aplicaciones de las autopistas son de inter¨¦s p¨²blico. Clinton se ha comprometido a que a final de siglo "todos los colegios, hospitales y bibliotecas est¨¦n conectados" a ellas, dijo el secretario de Estado de Comercio, Ronald Brown. Y ya que algunos de estos proyectos no interesan a los privados, "el Estado est¨¢ obligado a ser su catalizador", a?adi¨®.
?C¨®mo financiar en Europa proyectos como la educaci¨®n a distancia, dados los d¨¦ficit presupuestarlos y la escasez de gigantes empresariales?, se pregunt¨® la comisaria Edith Cresson. Enseguida propuso crear fondos nacionales alimentados por un "peque?o impuesto" sobre los resultados de las empresas beneficiarias de la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones, que "aumentar¨¢n extraordinariamente" con el fin de los monopolios.
Las culturas minoritarias se beneficiar¨¢n del aumento de la oferta tecnol¨®gica y la consiguiente reducci¨®n de costes: "no s¨®lo no morir¨¢n, sino que les abrir¨¢ un espacio", se sostuvo. Y lo mismo para el empleo a largo plazo, a¨²n cuando en un principio, como sucedi¨® con la m¨¢quina de vapor, lo destruya. Nadie discrep¨® de estas profec¨ªas.
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