Discurso del disparate
ES DIF?CIL no recurrir al humor negro cuando el disparate se apodera de la vida pol¨ªtica. A algunos s¨®lo les falta ya pedir el encarcelamiento de Belloch y su sustituci¨®n por Rold¨¢n. Poreso es especialmente importante separar los hechos de los ruidos en estas situaciones. Vayamos primero a los datos incontrovertidos que hoy tenemos. Son pocos, pero importantes: el antiguo director general de la Guarcia Civil est¨¢ en la c¨¢rcel por orden judicial; el proceso abierto contra ¨¦l sigue su curso; la juez no est¨¢ sometida a ninguna limitaci¨®n externa en la instrucci¨®n del sumario, una vez que el Ministerio de Justicia de Laos la negado la autor¨ªa del documento esgrimido por Rold¨¢n sobre una supuesta extradici¨®n adiministrativa. Al menos debe servir para acallar a cuantos hace s¨®lo unas semanas a¨²n vociferaban por la complicidad del Gobierno en su fuga, su nulo inter¨¦s por la captura e incluso, los m¨¢s temerarios, que nunca faltan, por haberlo hecho desaparecer del mundo de los vivos.Una vez sentado esto, tampoco el Gobierno puede obviar la cadena de torpezas, chapuzas ins¨®litas y clamorosos errores pol¨ªticos que han rodeado la ¨²ltima fase de la operaci¨®n. Gran parte se podr¨ªa haber evitado con una explicaci¨®n clara de los hechos a la opini¨®n p¨²blica, aunque ello hubiera podido impedir algunas de las fanfarrias que se hicieron sonar el primer d¨ªa. As¨ª se hubiera evitado al menos que lo que un d¨ªa era brillante ¨¦xito policial se cargar¨¢ de sospechas de pacto al siguiente, para llegar finalmente a un enredo de enga?os en la ¨²ltima versi¨®n, a¨²n no definitivamente esclarecida de los hechos. Pero incluso si el guionista de la farsa resultara ser el propio Rold¨¢n, como algunos creen, estar¨ªamos ante el caso del burlador burlado, porque finalmente es ¨¦l quien est¨¢ donde debe: en la c¨¢rcel. Eso s¨ª: de paso ha conseguido desprestigiar un poco m¨¢s a algunas instituciones espa?olas.
Lo que hoy parece estar claro es que el Ministerio del Interior espa?ol fue enga?ado e n alguna terminal laosiana y que el Gobierno de ese pa¨ªs no ha tenido que ver oficialmente con la entrega de Rold¨¢n, aunque es plausible que hayan existido complicidades en alg¨²n escal¨®n gubernamental.
Esto plantea dos preguntas: ?estamos ante una detenci¨®n ilegal?, ?anular¨ªa esto el proceso? Algunos representantes de la magistratura se han apresurado a meter m¨¢s ruido en el ambiente apunt¨¢ndose a la teor¨ªa de que estar¨ªa en peligro todo el proceso penal abierto contra Rold¨¢n. Por fortuna, la sensatez pareci¨® instalarse ayer entre los jueces: aun si se tratara de una detenci¨®n ilegal, no invalidar¨ªa las actuaciones judiciales, que hoy se cifran en un voluminoso sumario de 17 tomos.
Desde luego, el ministro del Interior est¨¢ obligado a explicar en qu¨¦ condiciones se produjo la detenci¨®n de Rold¨¢n; qui¨¦nes eran los interlocutores reales laosianos que desde una terminal de fax dec¨ªan representar al Ministerio del Interior de ese pa¨ªs; por qu¨¦ no se estableci¨® contacto diplom¨¢tico directo con el Gobierno de Laos y se recogi¨® al pr¨®fugo en Bangkok en lugar de hacerlo en Vientian. Los ciudadanos tienen derecho a conocer todos estos extremos, pero tambi¨¦n. a saber que por- muchas irregularidades que haya habido en la. peripecia laosiana del ex director general de la Guardia Civil, s¨®lo la juez Ana Ferrer puede determinar si le mantiene o no en prisi¨®n y de qu¨¦ delitos le acusa.
Los errores pol¨ªticos de estos d¨ªas obtendr¨¢n, en todo caso, la sanci¨®n que los votantes quieran otorgarles. La oposici¨®n est¨¢ en su derecho de pedir la dimisi¨®n del ministro Belloch, de Felipe Gonz¨¢lez o de todo el Gobierno. Quiz¨¢s cuando la demanda parece menos injustificada haya, perdido fuerza al ser ya letan¨ªa. En todo caso, y en lo que a Rold¨¢n respecta, est¨¢ en la c¨¢rcel, ser¨¢ juzgado, y por todos los cargos de que se le acusa. Ya est¨¢ bastante arraigado en nuestro pa¨ªs el discurso del disparate como para arrebatarle tambi¨¦n a la aplicaci¨®n de la justicia el sentido com¨²n.
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