Uni¨®n Europea: ahora todos somos latinos
En 1976 fui invitado a almorzar por Jim Callaghan, en aquel entonces ministro de Asuntos Exteriores de Gran Breta?a, para tener un encuentro con Jos¨¦ Mar¨ªa Areilza, el primer ministro de Asuntos Exteriores de la Espa?a libre (o del rey Juan Carlos). En aquel almuerzo se discuti¨® sobre una uni¨®n europea. Un diplom¨¢tico espa?ol que estaba a mi lado me pregunt¨®: "D¨ªgame, se?or Thomas, qu¨¦ significa exactamente para los ingleses el t¨¦rmino uni¨®n europea".Pas¨® la cuesti¨®n a mi otro vecino, Tom McNally, por entonces secretario pol¨ªtico de Harold Wilson, a¨²n primer ministro. McNally dijo: "Bueno, amigo, la tradici¨®n de la pol¨ªtica exterior brit¨¢nica es similar a la ruta de una vieja diligencia: no se sabe a d¨®nde va, pero llega". El diplom¨¢tico espa?ol call¨®, y despu¨¦s de algunos momentos. de reflexi¨®n dijo: "Este itinerario puede ser adecuado para ustedes, los anglosajones, pero nosotros, los latinos, queremos saber d¨®nde vamos antes de salir".
Seg¨²n esta definici¨®n, ahora todos son latinos. Los ministros y los funcionarios que est¨¢n planeando la pr¨®xima conferencia intergubernamental europea, que tendr¨¢ lugar en 1996, deber¨ªan tener en cuenta que es urgente explicar lo que es la empresa europea, si se quiere que obtenga apoyo popular.
Al p¨²blico en general no le interesa m¨¢s c¨®mo va a funcionar el consejo de las regiones que conocer el tama?o de los tomates. Por supuesto, estos detalles son importantes, pero es preciso que el ¨¢rbol nos deje ver el bosque. En el fondo, el objetivo de los fundadores de la nueva Europa fue asegurarse frente a otro fracaso pol¨ªtico como el de 1914 o 1939 mediante pol¨ªticas econ¨®micas comunes. Otro objetivo fue el de crear una entidad econ¨®mica colectiva que permitiera las naciones europeas afrontar a Estados Unidos, a la Uni¨®n Sovi¨¦tica o a Jap¨®n.
La mayor parte de los europe¨ªstas desde 1945 se han movido tambi¨¦n con la ambici¨®n de que, a la postre, los intereses europeos sean tomados en cuenta en el destino del mundo y que Europa no sea vista como un campo de batalla entre rusos y norteamericanos.Muchos europeos piensan que aqu¨ª, en nuestro continente, tenemos algo superior a lo que prevalece en Estados Unidos, ya sea en nuestra actitud de conservar nuestras ciudades, en el Estado de bienestar, en todos nuestros sentimientos hacia el pasado, hacia el papel de las artes y tal vez de la religi¨®n.
Pero, sobre todo, es preciso combatir cuerpo a cuerpo el argumento de que la Uni¨®n Europea es una especie de conspiraci¨®n para destruir las identidades nacionales hist¨®ricas; ¨¦sta ha sido la gran antorcha de los argumentos antieurope¨ªstas en Gran Breta?a y en Francia, y ha tenido gran efecto. Pero el hecho esencial de la Comunidad Europea, ahora de la Uni¨®n", es que los Estados miembros contin¨²anexistiendo en todo su sentido pol¨ªtico y legal.
Este hecho ha sido subestimado tanto por los m¨¢s fervientes admiradores de la Uni¨®n como por sus m¨¢s acerbos cr¨ªticos; y se refleja en el papel clave que el Consejo de Ministros tiene en la red institucional, lo que significa que los representantes de los Gobiernos est¨¢n directamente involucrados en la fase definitiva de la toma de decisiones.
Esto explica la falta de maquinaria coercitiva de la Uni¨®n. En efecto, mostrar la fuerza, que es como la gente experimenta el poder del Estado, sigue siendo la prerrogativa de las autoridades nacionales, aunque algunas leyes puedan haber sido hechas en Bruselas.
Por tanto, ser¨¢ la Armada brit¨¢nica la que garantice (al menos eso esperamos) el derecho de los pescadores espa?oles en aguas irlandesas frente a los pescadores brit¨¢nicos: no ser¨¢ una polic¨ªa mar¨ªtima europea. Pero en estas circunstancias, esos nav¨ªos brit¨¢nicos actuar¨¢n en nombre de Europa. (Ello, por supuesto, puede ser una tormenta pol¨ªtica en Londres. Y ya lo ha sido. Recomiendo a los estudiosos del lenguaje arcaico la lectura de las actas de la C¨¢mara de los Lores del 7 de febrero: o¨ªmos hablar del miedo a una nueva Armada Invencible, esta vez pescando bacalao y no en busca de Drake).
Es verdad que la participaci¨®n en la Comunidad (las comunidades, para ser exacto) y ahora en la Uni¨®n tiene obviamente limitaciones en la hasta ahora te¨®rica libertad total impl¨ªcita en la noci¨®n de soberan¨ªa. Estas limitaciones implican compartir algunos derechos soberanos en funci¨®n del inter¨¦s com¨²n, pero no su extinci¨®n.
El hecho de que los Estados miembros se hayan puesto de acuerdo para ejercer colectivamente su soberan¨ªa conjunta en ¨¢reas cada vez mayores no significa necesariamente que se muevan hacia el establecimiento de un Estado federal. Es un signo del especial genio pol¨ªtico de la Uni¨®n -contrariamente a los miedos ignorantes de los euroesc¨¦pticos- el que la aceptaci¨®n de una nueva disciplina no tenga como consecuencia el que los Estados se reduzcan a un status de cant¨®n. Yo mismo, en el pasado, he dudado si no deber¨ªamos buscar un Estado federal en lugar del presente acuerdo. Un orden federal significar¨ªa un Gobierno de la Uni¨®n, funcionarios y polic¨ªa de la Uni¨®n, que ser¨ªan en principio responsables ante el electorado de toda la Uni¨®n.
Sin embargo, ahora pienso que esto tal vez es algo que no deber¨ªa entrar en la discusi¨®n hasta que hayamos alcanzado el n¨²mero m¨¢ximo de Estados miembros -que puede estar m¨¢s cerca de 30 que de 20-, algo que probablemente no ocurrir¨¢ hasta la entrada del pr¨®ximo siglo.
Entretanto, parece posible que haya una moneda com¨²n hacia el a?o 2000; y si esto puede ocurrir sin estructura federal, como parece probable, puede indicar que quiz¨¢s no hay una necesidad de construir algo tan antiguo como una federaci¨®n. (La moneda com¨²n y el Banco Central europeo necesitar¨ªan un aumento de los poderes del Consejo de Ministros europeos financieros, Ecofin, pero no como ministerio, sino como una especie de, cancerbero).
Por tanto, es obvio que, en la estructura europea, vemos algo pol¨ªticamente nuevo, desconocido para la teor¨ªa pol¨ªtica cl¨¢sica. En definitiva, se puede tranquilizar a la opini¨®n p¨²blica en el sentido de que el orden federal no es realmente una estrategia que est¨¦ en la mente de ninguna autoridad nacional, al menos por ahora.
En la actualidad, el objetivo de la Uni¨®n Europea puede definirse verdaderamente como la creaci¨®n de una uni¨®n m¨¢s cercana de los pueblos europeos sin da?ar fatalmente los viejos Estados. Porque esta uni¨®n ha de hacerse dentro de un orden constitucional en el que los Estados miembros preserven sus identidades, aunque acepten que algunos de sus viejos poderes soberanos sean ejercidos de forma colectiva.
La misma idea de la Uni¨®n Europea, de sus ambiciones, de su autodisciplina, de su voluntad imaginativa para pensar en nuevas relaciones entre los Estados sin abolirlos, debe suscitar nuestra admiraci¨®n tanto como nuestra lealtad, pero no nuestro miedo.
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