Para entender a Rold¨¢n
Estamos en la org¨ªa de la paranoia. Los hechos se evaporan y las interpretaciones por muy osadas e irrespetuosas que sean con la realidad se instalan en la opini¨®n p¨²blica con una fuerza social indestructible. Cualquier dato nuevo, si interfiere con el ¨²ltimo avance de la teor¨ªa de la conspiraci¨®n gubernamental, es retorcido sin problemas hasta atornillarlo como favorable a la tesis con la que resultaba incompatible. Sea lo que sea, la pe?a grita ?m¨¢s a nuestro favor! Sucede igual que en las corridas de la feria de san Ferm¨ªn. El p¨²blico va a la plaza de merienda con unas espl¨¦ndidas fuentes de bacalao en tomo a las cuales se sientan en c¨ªrculo; algunos quedan mirando al ruedo, otros de espaldas, pero es lo mismo con tal de que no falte el vino mientras los de la charanga siguen incansables dando la murga. El asunto taurino no va con ellos. Las pe?as con merendar tienen bastante.Quienes permanecen expuestos a los efectos de las radiaciones hertzianas quedan en una situaci¨®n que parece calcada de aqu¨¦lla en la que se encontr¨® aquel alumno de los jesuitas Ren¨¦ Descartes (1596-1650) cuando se dej¨® arrastrar por el proceso de la duda hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Descartes recurri¨® para ello a la hip¨®tesis del genio maligno omnipotente dispuesto a enga?arnos en todos nuestros juicios, incluso en aqu¨¦llos como los matem¨¢ticos que siempre han estado fuera de toda sospecha. La duda de Descartes se detuvo en el cogito ergo sum. La duda en el caso Rold¨¢n se detiene en el hecho primario de que est¨¢ en la c¨¢rcel de Brieva. Pero llegados al umbral de la prisi¨®n abulense se impone contrastar esta realidad a la luz de las doctrinas de Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), a quien tanto debemos como descubridor del c¨¢lculo diferencial.
Est¨¢ claro que una somera lectura de Leibniz hubiera ahorrado al Gobierno cantidad de sinsabores tanto en el caso GAL como en el caso Rold¨¢n. En efecto, nuestro autor supone que los posibles se caracterizan por su aspiraci¨®n a existir, y que el mundo resultante es aqu¨¦l en el que se realiza "la serie m¨¢xima de posibilidades". Todo posible est¨¢ "destinado a existir" en la medida en que haya una raz¨®n suficiente para que se lleve a cabo. Bajo estos influjos a?os m¨¢s tarde Carlos Clausewitz insisti¨® en que la estrategia ha de calcularse teniendo en cuenta no s¨®lo la hip¨®tesis m¨¢s probable sino tambi¨¦n la m¨¢s peligrosa.
En cuanto a la oposici¨®n pol¨ªtica y period¨ªstica, deber¨ªa tener en cuenta, siguiendo tambi¨¦n a Leibniz, que las proposiciones necesarias son aqu¨¦llas que no pueden ser negadas sin caer en contradicci¨®n; mientras que las proposiciones contingentes son aqu¨¦llas cuya negaci¨®n es posible. Advi¨¦rtase a los se?ores pasajeros que todo lo anterior deriva de la desprestigiada herencia de Arist¨®teles y del principio de contradicci¨®n, de cuyo paso por los puestos fronterizos, tanto administrativos como intelectuales, de Laos ha sido imposible detectar rastro alguno. Pero algunos comentaristas y tertulianos, a partir de las m¨®nadas, se han apropiado de la teor¨ªa de la armon¨ªa preestablecida. Por eso, suceda lo que suceda, lo consideran un refrendo a sus posiciones y amparados en el triunfalismo de la cat¨¢strofe gritan aquello de ?m¨¢s a nuestro favor!
Hab¨ªamos quedado en que lo mejor para el Gobierno era que Rold¨¢n, como las llaves, estuviera en el fondo del mar. Pues aparece. Sin des¨¢nimo, inmediatamente se recicl¨® su regreso como el resultado de un indigno pacto de silencio con el Gobierno, a cambio de un enjuiciamiento limitado a dos delitos tipificados con penas menores. Pues Rold¨¢n responder¨¢ de todos los cargos que se le imputan. Entonces el coro impert¨¦rrito arrecia los gritos de ?tongo! El fuguista se ha hecho un l¨ªo, ha firmado en barbecho y empezar¨¢ sus cantares mundiales como si se inaugurara el teatro Real. Pero su deshonor quedar¨¢ a salvo y sus rapi?as convalidadas sin merma, siempre que lance suficientes acusaciones por encima suyo. Y el pueblo todo contento de ver tanta maravilla.
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