Que Vientian no es nada
(Tango -patri¨®tico)
No hay mortal amasado a la vieja usanza, por muy gamberra y hasta indolente que pueda haber salido tal masa, capaz de confesar a las claras que, cuando todo cristo gluglutea que esto, bola incluida, se va al carajo, a ¨¦l le da el subid¨®n metaf¨ªsico y le entran unas ganas feroces de arrimar el hombro al desastre, de desollar al toro sagrado y de estampar su aleve idea de patria en el meollo del acabose. Pues, desabastecido del altruismo a ultranza de las compa?eras cubanas("?Pa' lo que quieras, Fidel, pa' lo que quieras!"), evoca el "esto es hecho" de Villamediana y al punto, que es puntilla, siente envidia intelectual del l¨ªrico rasgueo de Tuan Bouranang, portavoz actual y protom¨¢rtir venidero del Ministerio de Asuntos Exteriores laosiano: "Este asunto est¨¢ acabado". (Primer sorbo de agua.)Pero luego, oxidado el miembro actuante en evitar cualquier ejercicio -que conduzca a alg¨²n fin concreto, no adivina el mortal otro medio mejor o m¨¢s a mano que el de encender el televisor. Que de aquello, viene a decirse, va a salir todo lo referente al glorioso hundimiento nacional. En vivo y en directo. Con sus apocal¨ªpticos fundidos, mezcla gelatinosa de jueces y corderos, jinetes y dragones, croquetas para perros y pastillas de ¨¦xtasis, hechiceros y fornicarios, homicidas e id¨®latras, m¨¢s muchos que "practican y aman la mentira". Y con su apasionante dilema: Isabel Gemio o el cura Apeles. Mas, dado que un buen d¨ªa convinimos en que eso de la cultura lo es todo -donde cabe que El bebedor de absenta acabe en manos de Garz¨®n-, ya no vale el reproche de que sea este fin preciso (acabar con todo), el que peor justifique este medio ambiguo. A fin de cuentas, claro lo tuvo Roc¨ªo Jurado cuando exclam¨®: "El arte..., ?qu¨¦ cosa tan abstracta!". (Segundo sorbo de agua.)
Y, mientras tanto, bien s¨¦ que me he perdido hablando de un mortal inconfeso, adem¨¢s de presunto inocente. Pero llegar quer¨ªa, como fuese, a lo que la otra noche llegaba a confesarme un banquero: "De acuerdo, el panorama es catastr¨®fico; ?pero qu¨¦ suculento material para un verdadero escritorl". (Tercer sorbo de agua.) Se ve que as¨ª nos ven, tal vez no en balde. Y al instante me convenc¨ª de lo obvio: en lugar de leer Los problemas de la metaf¨ªsica occidental, obra p¨®stuma de Xavier Zubiri y asunto propio de estas p¨¢ginas, mi deber era escuchar las aclaraciones, por terceras y con segundas, del ministro Belloch. Despu¨¦s de todo, ya andaba por ah¨ª, servidito en bandeja, el paralelismo del acto con el banquete de Holof¨¦rnes. Con su adecuada cortinilla publicitaria: "Donde te lleve un Montero [fuera de Espa?a, ll¨¢mase Pajerol, es muy dif¨ªcil que llegue nadie". Mas cuando yo aguardaba a la sutil Judit, precedida del eunuco Bagoas, va y aparece, ya lanzada, Loyola de Palacio. Entonces s¨ª que perd¨ª, en su sentido b¨ªblico, el hilo. Ella hac¨ªa aspavientos de mediopensionista colegiala, se re¨ªa con la onomatopeya m¨¢s escamante del registro jovial ("hi, hi, hi", ?Se?or!), miraba de continuo hacia atr¨¢s -cuando sab¨ªa que all¨ª estaba, era y segu¨ªa Isabel Tocino-, daba saltitos otomanos, evidenciaba, en suma y con creces, ser un culo de mal asiento, al tiempo que la merecedora exclusiva de aquel piropo que Neruda le dedicara a Espa?a: "cadera y esqueleto del mundo". Con lo cual, claro est¨¢, me distraje; y sigo hoy sin saber si el general en jefe del ej¨¦rcito asirio respondi¨® all¨ª a lo ¨²nico que a un escritor le importa: la verdad y sus formas falaces. 0 sea, si la chapuza result¨® obligada para evitar que dos reconocidos periodistas aparecieran con Rold¨¢n en el maletero; si el dise?ador de la ex¨®tica escenograf¨ªa no era otro que L¨®pez Agud¨ªn y, por ¨²ltimo, si Rold¨¢n acabar¨¢ en el festival de Benidorm cantando Que Vientian no es nada. (Cuarto sorbo de agua.)
A falta de material literario, por mor de la dichosa performance de la sonriente Loyola, entr¨¦ en la Telef¨®nica para observar de cerca las reliquias del mentado, ya no s¨¦ a qu¨¦ prop¨®sito, Neruda. Y all¨ª mismo me dio por acordarme, como por molestar, de Juan Larrea. Y luego de la Espa?a peregrina, la acabada. Y de las advertencias de C¨¦sar Vallejo: "?Cu¨ªdate, Espa?a, de tu propia Espa?a!". Y del quinto sorbo de agua, cuando tan poca quedaba.
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