Trabajadores
Las tres figuras trabajaron de lo lindo. No es mala virtud ¨¦sa. El trabajo dignifica al hombre, dice la Santa Iglesia Cat¨®lica (y la patronal).Un hombre trabajador engrandece la patria y cuando le llegue la hora de reunirse con sus antepasados, tendr¨¢ ganadas m¨²ltiples indulgencias, varias de ellas plenarias. Un hombre trabajador es ejemplo para su familia y para los compa?eros de taller.Dentro de la fiesta de los toros deber¨ªa ser lo mismo, aunque no es muy seguro. La fiesta de los toros es otro mundo, donde la patronal y el Vaticano tienen escasa influencia. Ni siquiera rigen all¨ª las ordenanzas laborales. Por ejemplo, se ponen a trabajar los toreros, y ninguno alcanza por ello la gloria, ni lo nombran oficial de primera. A lo mejor ganan orejas, como ocurri¨® en Valencia -eso s¨ª-, pero una vez concedidas, la gente se olvida de sus esfuerzos destajistas.
Torrestrella / Rinc¨®n, Ponce, Finito
Toros de Torrestrella, tres primeros chicos (2?, anovillado), reservones; resto terciados, encastados. 5? sospechoso de afeitado, devuelto por inv¨¢lido. Sobrero de Sep¨²lveda, terciado, fuerte, manso y con casta.C¨¦sar Rinc¨®n: pinchazo, estocada delantera ladeada y rueda de peones (silencio); aviso antes de matar, bajonazo y rueda de peones (oreja). Enrique Ponce: media trasera y rueda de peones (petici¨®n y vuelta); aviso antes de matar y estocada baja (oreja). Finito de C¨®rdoba: pinchazo bajo, otro tendido, estocada ca¨ªda y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo bajo, media tendida -aviso- y tres descabellos. Plaza de Valencia, 16 de marzo. 8? corrida de feria. Lleno.
Los tres diestros trabajaron a fondo en sus tres ¨²ltimos toros, ya que los tres primeros se les hab¨ªan ido al desolladero con las orejas intactas, y para su particular industria aquello constitu¨ªa un fracaso. Trabajaron tanto, que hasta echaron horas extraordinarias. Y la consecuencia fue que C¨¦sar Rinc¨®n y Enrique Ponce se llevaron su oreja bien ganada, mientras Finito de C¨®rdoba perdi¨® la suya por perpetrar el toricido sin arte ni acierto.
El tr¨ªo de toros primeros m¨¢s parec¨ªa un resto. de novillada, con sus cuerpecitos menudos y sus caritas de beb¨¦, lo cual no supon¨ªa ninguna ventaja en el fondo, pues tardeaban en los cites, y ya es sabido que los bovinos renuentes deslucen mucho los destajos. C¨¦sar Rinc¨®n, torpe e inseguro, se vio desbordado por el novillo que abri¨® plaza. Al segundo, Enrique Ponce le dio dos tandas de redondos fuera de cacho, porfi¨® naturales ante la ya agotada embestida, se puso encimista, peg¨® dos espaldinas, y por semejante chapucilla le pidieron la oreja. Finito instrument¨® al tercero media docena de redondos y dos o tres naturales con asolerada torer¨ªa, en medio de una profusa sucesi¨®n de pases en los que met¨ªa pico a mansalva descargando la suerte.
El panorama cambi¨® en el cuarto toro. Terciado, aunque bien puesto y de trap¨ªo, acab¨® reserv¨®n. No era un ejemplar f¨¢cil, evidentemente. Mas se encontr¨® delante un C¨¦sar Rinc¨®n dispuesto a lidiarlo con el valor y la torer¨ªa que le dieron fama. En toreo la veteran¨ªa es un grado y C¨¦sar Rinc¨®n hizo valer los entorchados imponiendo su mando en plaza. Y tore¨®. Primero por la derecha, luego por la izquierda, encelando al toro reserv¨®n, someti¨¦ndolo en la ejecuci¨®n de las suertes. La faena transcurri¨® interesante y emotiva. ¨²nicamente le sobr¨® una docena de pases -quiz¨¢ dos- y por tal motivo le cay¨® a Rinc¨®n un aviso, luego condonado con la oreja.
Enrique Ponce sali¨® espoleado por este triunfo y se faj¨® con un toro manso recrecido. No es que le instrumentara el toreo aqu¨¦l. de parar, templar y mandar. Antes bien, el fen¨®meno valenciano aceler¨® la sucesi¨®n de los pases, los interpretaba visiblemente crispado, rectificaba terrenos apresuradamente al rematarlos. Pero trascendi¨® su genio y valor, su voluntariosa entrega para explayar a destajo el furor pegapasista, y la entusiasmada afici¨®n valenciana tom¨® a personal afrenta que el presidente enviara un aviso a Ponce y despu¨¦s s¨®lo le concediera una oreja.
Doblemente incentivado Finito por las lecciones recibidas, en su faena de muleta al sexto corri¨® a¨²n m¨¢s que Ponce, sin tanto motivo -porque el toro result¨® boyant¨®n- y lo moli¨® a derechazos, esta vez convirtiendo en abuso la innecesaria utilizaci¨®n del pico. Mat¨® mal y escuch¨® un aviso.
Les ocurri¨® a los tres espadas que los toros no se les cuadraban para1a suerte suprema. Tantos pases les dieron que los pasaron de faena y no juntaban, las manitas ni se estaban quietecitos. Los destajos, en tauromaquia tienen estos inconvenientes. En cambio, cuando los diestros, en vez de trabajar, torean, con docena y media de pases ya tienen el toro dominado, las orejas ganadas, la gloria conseguida.
Babelia
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