Verdugos y v¨ªctimas se confunden en Ruanda
Recorrido por las c¨¢rceles y los campos de refugiados ruandeses
ENVIADO ESPECIAL Todav¨ªa huele a muerte en Ruanda. En las iglesias-monumento nacional, con sus cad¨¢veres de 11 meses a la vista. En las prisiones donde se hacinan presuntos genocidas, a raz¨®n de un metro cuadrado per c¨¢pita. En los campos de refugiados de los pa¨ªses vecinos, donde dirigentes del exilio, temerosos de quedarse solos, ejecutan a quienes intentan repatriarse sin su permiso. Pero el espeso perfume de la muerte no lleva ya la marca del genocidio ?Puede un pueblo ah¨ªto de sangre volver a la vida?
Acto 1?: la matanza. Una roja tierra feraz salpicada de pl¨¢tanos y bosques rodea el recinto de Ntarama, a 25 kil¨®metros de Kigali. En estaci¨®n h¨²meda, como ahora, te embriaga ese c¨¢lido per fume a para¨ªso que clava a ?frica para siempre en la memoria Cuando te aproximas, cambian las tomas y el olor de muerte se te adhiere, indeleble, a la piel.
"Yo pude huir al bosque y me salv¨¦, pero mi mujer y mis cuatro hijos quedaron en la iglesia", relata Kambanda Tid¨¦le, el guarda. "Yo estaba en la escuela, en la colina de al lado, pero a mis tres hijos, de 12, 14 y 17 a?os, mi marido y mi madre les mataron a machetazos", susurra Esperance Mukande. "S¨®lo me queda Diana, tiene nueve a?os, le cuesta recuperarse".
Ntarama. Cuatro edificios desvencijados, la iglesia, la sacrist¨ªa, la catequesis, el anexo. Tres calaveras en el altar, junto al ara bajo la cruz. Afuera, amontonaron cad¨¢veres que llevan 11 meses pudri¨¦ndose al aire libre; alinearon como en una vi?a, desnudas cabezas; las injertaron de flores. Ntarama, el Auschwitz ruand¨¦s.
Aqu¨ª viv¨ªan unos 5.000 vecinos, hutus y tutsis, en cohabita ci¨®n perfecta. Pero aquella noche del 9 de abril "legaron en camiones militares, lanzaron granadas al interior de los edificios donde se hab¨ªan refugiado los vecinos y remataron a todos los supervivientes a golpe de machete", resume quedamente Joseph Nsengigama, hoy ministro de Educaci¨®n, que perdi¨® esa noche a toda su familia. Era la cuarta jornada del genocidio, desencadenado por la guardia pretoriana del dictador Juvenal Habyarimana, in cluso antes de dar a conocer su muerte en atentado contra su avi¨®n: atentado del que se culp¨® a la minor¨ªa tutsi, es el calco de la noche de los cristales rotos.
Acto 2?: la c¨¢rcel. ?Puede un ni?o ser un genocida? S¨ª, seg¨²n el fiscal Fran?ois Xavier Nsanzuwera,. Por eso los encierran en la c¨¢rcel de Kigali. Lluvia tropical. La mayor parte de los 7.000 presos aguanta esta tarde, y aguantar¨¢ esta noche, con la ¨²nica protecci¨®n de un pl¨¢stico en los patios embarrados, veteados de flujos pestilentes, insalubres, color lignito: s¨®lo se dispone de 6.000 metros cuadrados.
En la secci¨®n de mujeres -muchas, acompa?adas de sus peque?os- s¨®lo se est¨¢ de pie. En el rinc¨®n infantil se aprietan 184 menores, todos hutu, salvo 9 tutsi cuya identidad no se revela. Ciento ochenta y cuatro acusados de genocidio. El m¨¢s peque?o tiene seis a?os, no habla. Algo mayor es Jean Bosco Biziyaremye, honda cicatriz de bala en la mejilla. "Yo s¨®lo me escapaba de los tiros y del ruido, en Aremera, al lado del aeropuerto; no s¨¦ nada de mis padres, ni cu¨¢nto tiempo estar¨¦ aqu¨ª". Alphonse Mbonyumukura, abogado, acusado de tentativa de genocidio, es quien mont¨® esta secci¨®n el 12 de octubre "para separar a los ni?os de los adultos porque no respetaban sus derechos", eufemiza. "Estaba comprando en el mercado, me detuvieron; soy inocente; quieren afirmarse, por eso nos detienen; mis colegas abogados nos abandonan, tienen miedo de defendernos", relata a borbotones.
"S¨®lo nos detienen a los hutus, dicen que nos acusan los vecinos y son los militares. Yo paseaba por el centro, volv¨ªa del campo de Goma, acababa de escribir la carta pidiendo mi. reintegraci¨®n al trabajo de Electrogas; fueron los militares. Cu¨¢ndo, cu¨¢ndo nos juzgar¨¢n. Moriremos todos, de diarrea, de c¨®lera", se angustia Emmanuel Ngjiriambonye, 30 a?os.
En esta c¨¢rcel, ser v¨ªctima y verdugo simult¨¢neamente no es dif¨ªcil. Nsanzuwera explica el interrogatorio de un preso a pie de reja. Era un hutu casado con una tutsi. Milicianos hutus le conminaron: "Mata a tu mujer, demuestra que est¨¢s con nosotros". Argument¨® con los discursos oficiales, la reconciliaci¨®n. "Le respondieron que la pol¨ªtica hab¨ªa cambiado. Dud¨® un instante. Cogi¨® el machete y la cuarte¨®".
Acto 3?: los campos. Una tromba hutu se abalanz¨® el pasado verano sobre la zona oriental del Zaire, huyendo de la victoria militar rival. Los 200.000 refugiados del campo de Kibumba y los 150.000 de Mugunga, ambos en Goma, tienen sus tiendas plantadas en la lava del volc¨¢n Nyragongo. Fue un verdadero ¨¦xodo. "No se hace un exilio de un mill¨®n de personas en tres d¨ªas sin programaci¨®n", observa el coordinador general de ACNUR, Joel Boutroue. Casi todo un pueblo, 40.000 militares (?con sus armas?), prefectos, alcaldes, todo organizado y jerarquizado. Gentes que sufren y han hecho sufrir, como reconoce, an¨®nima e impl¨ªcita, la voz m¨¢s sincera de las o¨ªdas, madre y joven: "Ellos tambi¨¦n son extremistas, tambi¨¦n han matado".
Los campos funcionan con el dinero europeo -que ya se est¨¢ agotando- y el entusiasmo de las ONG. "Al principio, la malnutrici¨®n era terrible, ahora no es grave", apunta el cirujano jefe, Hartwig Knoll. Los 1.200 ni?os del orfanato Goal (media docena de enormes tiendas de campa?a) Ilegaron con enfermedades psicol¨®gicas, no quer¨ªan sentarse juntos", explica Jean Baptiste el maestro de primaria. Ahora, r¨ªen, cantan, Jalean al visitante.
Pero, tras la apariencia de normalidad -m¨ªsera normalidad, no hay agua corriente-, palpita el miedo. El llamado Gobierno provisional de Bukavu. intimida a los que pretenden repatriarse: no quiere perder su base. Resulta dif¨ªcil dilucidar si impera sobre el coronel Marcel y sobre Augustin Hakindintwari, presidente del campo, que justifican ante la comisaria europea Emma Bonino la tenencia de machetes: "Ese instrumento b¨¢sico para la vida rural ruandesa". "En septiembre lapidaron a quienes quer¨ªan marcharse", recuerda Nicky Dahrendorf, jefa de protecci¨®n de ACNUR en Goma. Son amenazas y ejecuciones intermitentes.
De vuelta en Ruanda, uno de los repatriados, Cyprien, explica: "Me he ido alejando de la tienda como si volviese enseguida, he saltado al autob¨²s en secreto; si no, me matan". Como ¨¦l, otros 9.453 refugiados han vuelto, bajo el control de ACNUR y de las ONG coordinadas por Bruselas, en tres meses. S¨®lo 12 han sido detenidos en su pa¨ªs. "Camin¨¦ una semana en septiembre, con mis dos hijos, para llegar a Goma: all¨ª muri¨® mi marido, ch¨®fer, de disenteria", narra Sp¨¦ciose Nzamutorimana. Ahora vuelve a casa, con alimentos para 10 d¨ªas, en el autob¨²s humanitario y con la. protecci¨®n internacional. Una esperanza de normalidad. Pero casos como el de Sp¨¦ciose son pocos, frente a la repatriaci¨®n salvaje -unos 300.000-, trufada de escarmientos, emboscadas, detenciones. "Es muy duro atender a un agonizante con los intestinos desbordados", confiesa Anna, 26 a?os, observadora de la ONU.
"Juzguen a los jefes de las matanzas"
"Queremos convertir este lugar en un memorial para que la gente palpe el horror y no se repita; pedimos a la Uni¨®n Europea ayuda para este museo", le pide el ministro Joseph Nsengigama, junto a los huesos de Ntarama, a la comisaria europea de Ayuda Humanitaria, Emma Bonino, que se ha adentrado en todos los horrores de la zona.Bonino. Vengo impresionada de la c¨¢rcel de Kigali. Corren ustedes el peligro de que cualquier movimiento de poblaci¨®n desemboque en una matanza.
Nsengigarna. Se implant¨® la impunidad y debemos suprimirla.
B. Yo he luchado por un tribunal internacional ad hoc, pero no pueden repetirse las venganzas desde el otro lado.
N. Miles de personas participaron en el genocidio. Si no las detenemos las matar¨¢n por las calles.
B. Con este enfoque, acabar¨¢n metiendo a 400.000 personas en la c¨¢rcel.
N. ?Qu¨¦ nos aconseja?
B. Yo estoy en contra, pero las ¨²ltimas experiencias, como la de Argentina, indican que estas cat¨¢strofes se saldan tambi¨¦n con una amnist¨ªa.
N. En dos meses mataron a un mill¨®n, ?y propone una amnist¨ªa? ?C¨®mo gestion¨® Europa la posguerra? ?Si a¨²n est¨¢n juzgando a nazis y colaboradores!
B. Hay que distinguir a los inspiradores, organizadores y jefes de las matanzas, de las gentes que en un momento de caos y sangre pueden llegar a cometer disparates, pero son menos responsables.
N. S¨ª, los responsables tienen que ser juzgados y condenados. Si quedan impunes, se repetir¨¢n las matanzas.
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