Rosa inmutable

Lejos de bodas, un trocito de Sevilla rein¨® durant1 una hora larga en el mismo centro de la capital. Martirio volvi¨® a encantar a profanos y fanes -como ella les llama- en un magistral concierto que la devuelve a la primera l¨ªnea del pop espa?ol. El sitio en el que, por m¨¦rito propio, merece estar. Arropada por una estupenda banda en la que destacaba un bater¨ªa con ocho brazos y la guitarra de Ra¨²l, el heredero, Martirio puso en pie las s¨®lidas vigas de su ¨²ltimo trabajo, un compendio de sevillanas contempor¨¢neas llamado He visto color, y lo adorn¨® con las joyas de su bagaje particular, ampliamente conocido por el p¨²blico. Estuvo espl¨¦ndida de voz, radiante en actitud y, una vez m¨¢s, demostr¨® que su arte es una hoguera que se le enciende dentro y la transfigura en rosa de belleza perenne. No mut¨¢bile. Su iron¨ªa flot¨® en el ambiente, con esas punzadas que dan Separada y sin paga, Look at these boys y El productor.Fundi¨® en una sola cosa erotismo y gastronom¨ªa en El huevo con papas, y se ri¨® con ternura de la paranoia de las gorduras en 1.000 calor¨ªas. Pero, sobre todo, emocion¨® con sus tremendas recreaciones del Te echo de menos, De Kiko y la impresionante Torre de arena, que habr¨ªa firmado la mism¨ªsima Marif¨¦ de Triana. Con peineta o sin ella, Martirio sigue siendo -por muchos a?os- uno de los mejores filtros para entender a la mujer espa?ola de la, calle, arregl¨¢ pero informal, y rebajar tanta dureza con una rosa que siempre es bella y nunca se marchita.