Lo que no s¨¦
El origen del universo, esta cuesti¨®n que indiscutiblemente encabeza la lista de las cosas que no s¨¦, se introdujo sin duda en mi cat¨¢logo de misterios en el momento en el que empec¨¦ a dudar del mito cristiano de la creaci¨®n, cuando ten¨ªa unos trece a?os.Mis padres, cristianos y occidentalizados, conviv¨ªan amistosamente con los musulmanes y los animistas o con los adeptos del culto Orisa. Todo el mundo participaba, sin distinci¨®n de religi¨®n, en los festivales de Orisa, como los que ten¨ªan lugar durante la ¨¦poca de la recolecci¨®n, mientras, por su lado, la Iglesia ten¨ªa tambi¨¦n su propia celebraci¨®n de la cosecha. Mi divinidad favorita es Ogun, el dios de la metalurgia, de la carretera, de la l¨ªrica, el protector de los cazadores, de los herreros, de los ingenieros, en suma, de todos aquellos que trabajan con metales. Todos los usuarios de la carretera son clientes de Ogun.
Esta atracci¨®n era natural: yo viv¨ªa en un mundo de herreros, de carpinteros y de alba?iles. Se ha comprobado que los yoruba son muy abiertos a las nuevas experiencias. A¨²n en la actualidad, en centros urbanos como Lagos, unos van a la iglesia el domingo y otros a la mezquita el viernes; pero todos vuelven a su pueblo natal para celebrar las fiestas tradicionales de los diferentes dioses. Los yoruba reaccionan ante las nuevas experiencias extranjeras integr¨¢ndolas en las esferas de sus divinidades. Por ejemplo, el ¨²nico problema que plantear¨ªa. hoy la penetraci¨®n de la tecnolog¨ªa inform¨¢tica en la vida cotidiana ser¨ªa decidir si el ordenador pertenece a Obong, el dios de la electricidad, o a Sango, el dios de los metales. Sospecho que pertenecer¨ªa al dios Ogun de las ciber-mega-autopistas.
La tecnolog¨ªa no es percibida como algo ajeno. Desde mi infancia conozco a mec¨¢nicos que son maestros en el arte de reparar cualquier tipo de objeto mec¨¢nico, y no tengo la menor duda de que pronto podremos formar a nuestros primeros expertos en inform¨¢tica. Evidentemente hay excepciones. Conoc¨ª a un hombre que se negaba a aceptar que el hombre hubiera ido a la Luna. "Es una mentira", afirmaba, "simple propaganda europea". Pero, en general, las relaciones entre los descubrimientos modernos y la tradici¨®n son bastante f¨¢ciles.
Antes de irme de mi casa rechac¨¦ completamente el cristianismo, para gran desesperaci¨®n de mis padres. Debo aclarar que no recuerdo qu¨¦ fue primero, si el rechazo del cristianismo en s¨ª mismo o el de sus mitos. Otros mitos de la creaci¨®n, entre ellos el de mi pueblo yoruba, me parecian igualmente v¨¢lidos y a menudo m¨¢s fascinantes. La verdad es que comenc¨¦ muy temprano a desarrollar una visi¨®n m¨¢s bien pante¨ªsta del universo, lo que aument¨® mi curiosidad sobre su creaci¨®n.
Desde entonces he seguido atentamente algunas de las teor¨ªas que han absorbido la atenci¨®n de toda clase de f¨ªsicos y astr¨®nomos. Las p¨¢ginas cient¨ªficas de los peri¨®dicos dominicales no dejan de estimular mi mente, que es cualquier cosa menos cient¨ªfica. Sent¨ª verdadera emoci¨®n el d¨ªa en que una revista consagr¨® su portada a la investigaci¨®n que sobre el origen del universo hab¨ªa realizado un profesor parapl¨¦jico de Cambridge. El art¨ªculo afirmaba que estaba a punto de relegar al olvido todas las otras teor¨ªas sobre este espinoso tema. Me preguntaba si no habr¨ªa ocurrido que este genio hab¨ªa recreado el universo en su mente y los dioses se hab¨ªan vengado de ello en su cuerpo. Pero no hubo ning¨²n seguimiento de su investigaci¨®n. No s¨¦ si las revistas cient¨ªficas se dan cuenta de hasta qu¨¦ punto frustran a ciertos lectores abandon¨¢ndolos lisa y llanamente en medio de sus viajes de descubrimiento.
Mientras escribo estas l¨ªneas se me ocurre que mi conversi¨®n en un apasionado por el espacio puede tener una explicaci¨®n subconsciente. No me pierdo un solo despegue de nave espacial, ya sea norteamericano, chino, ruso o europeo. Como si mi vida dependiera de ello, me mantengo en vela para seguir la cuenta atr¨¢s a las horas m¨¢s disparatadas. ?Acaso espero que alg¨²n d¨ªa un viajero del espacio pueda ver algo, traer una prueba que disipe mis dudas?
Siendo ni?o, quer¨ªa ser piloto. Luego quise ser marino. Despu¨¦s consider¨¦ la posibilidad de ser abogado, ya que me reprochaban mi esp¨ªritu de contradicci¨®n. Como detestaba las matem¨¢ticas y todo lo relacionado con ellas, el proyecto de convertirme en piloto se qued¨® simplemente en una fantas¨ªa aventurera. En realidad, prefer¨ªa escribir cuentos y sainetes dram¨¢ticos con mis compa?eros de curso y participar en las representaciones vespertinas del internado. Supongo que en esa ¨¦poca comenc¨¦ a gravitar en torno a la literatura.
El origen de mi escritura se encuentra en la epopeya africana y en la poes¨ªa l¨ªrica. Crec¨ª rodeado de libros que devor¨¦ con avidez. Escribo principalmente en ingl¨¦s y tambi¨¦n he traducido a esa lengua obras en yoruba. Los yoruba creen que el mundo entrelaza tres tipos de existencias: la de los antepasados, la de los vivos y la de las generaciones futuras. Yo mismo me siento atra¨ªdo por la exploraci¨®n de un cuarto reino, el abismo de transici¨®n que une y penetra los otros tres. Supongo que mi lirismo m¨¢sdenso deriva de una inmersi¨®n sustitutiva en ese "reino tel¨²rico".
La literatura me abri¨® las puertas de un mundo ex¨®tico. En mi infancia el mundo estaba constituido principalmente por el de la Inglaterra que conoc¨ªa a trav¨¦s de la obra de Dickens, autor que llenaba la biblioteca de mi padre. Ni que decir tiene que me identificaba sobre todo con personajes como Oliver Twist. Cuando viv¨ªa en Nigeria ni siquiera sab¨ªa que exist¨ªa la literatura china o japonesa, ya que el programa escolar era casi enteramente brit¨¢nico. Solamente cuando fui a Inglaterra para proseguir mis estudios comenc¨¦ a aventurarme en la lectura de libros que estaban fuera del programa universitario, y as¨ª fue como descubr¨ª la literatura y cultura de otras civilizaciones. ?Fue una revelaci¨®n!
?Escog¨ª la Universidad de Leeds por casualidad. Unas semanas antes del ingreso en la universidad, obtuve una beca para ir a estudiar a Inglaterra. Recuerdo que, aparte de Leeds, me propon¨ªan tambi¨¦n Edimburgo. Consult¨¦ un mapa para ver cu¨¢l de las dos ciudades se encontraba m¨¢s al sur y, por tanto, era menos fr¨ªa. Gan¨® Leeds. En Inglaterra descubr¨ª el marxismo, la lucha de clases, etc¨¦tera. Nunca fui un marxista convencido, pero estaba fascinado por sus teor¨ªas y los debates que ¨¦stas engendraban.
Inglaterra fue una revelaci¨®n. Me di cuenta de que los ingleses no eran los dioses que pretend¨ªan ser en Nigeria. En Inglaterra hab¨ªa pobreza y suciedad. Leeds era sucio. No sab¨ªa que pudiera haber tanta suciedad en el mundo; los muros estaban mugrientos. Dado que los brit¨¢nicos viv¨ªan lujosamente en Nigeria, nos¨®tros pens¨¢bamos que ten¨ªan el mismo nivel de vida en Inglaterra, pero descubr¨ª que algunos de sus ciudadanos eran tan pobres y miserables como sus semejantes en otras partes del mundo.
Lo que me devuelve a la creaci¨®n del universo. Mientras un astronauta no traiga una prueba irrefutable de lo contrario, la teor¨ªa del Big Bang, el agujero negro, la curvatura del espacio y otros movimientos que surgen de ¨¦l, a miles de millones de a?os luz de aqu¨ª, convulsion¨¢ndose con dolores departo, o desaparenciendo, seguir¨¢n perteneciendo al mismo reino de la mistificaci¨®n que los mitos m¨¢s ex¨®ticos. Por el momento, una explicaci¨®n aut¨¦nticamente racional parece estar fuera del alcance de los instrumentos m¨¢s perfeccionados y de las proyecciones m¨¢s inspiradas del esp¨ªritu. Sin embargo, contin¨²o siendo optimista. Un d¨ªa de ¨¦stos, los secretos m¨¢s oscuros del espacio, aquellos que se sit¨²an m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites, ser¨¢n revelados. Entonces, la visi¨®n c¨®smica de los yoruba, la de los mundos entrelazados de los antepasados, de los vivos y de las generaciones futuras, encontrar¨¢ en el mundo de la astrof¨ªsica su correlaci¨®n triunfante.
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