Le Carr¨¦
A John Le Carr¨¦, que cerr¨® un largo, productivo y hermoso ciclo novel¨ªstico cuando el derrumbe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica certific¨® el final de la guerra fr¨ªa, le ha sido concedida la bendici¨®n de iniciar una segunda carrera, no menos espl¨¦ndida, en su tarea de intentar contar esto tan raro que pasa ahora en la escena mundial desde la perspectiva del ex esp¨ªa, ahora m¨¢s desenga?ado que nunca, ahora definitivamente inmerso en el oleaje del factor humano, que dir¨ªa su colega Greene.
Nuestro juego, su ¨²ltima novela, es una obra maestra y, adem¨¢s, tan clarificadora respecto al desordenado tablero de ajedrez en que vivimos -ese juego que no es nuestro, sino de otros que establecen las reglas por nosotros- como el m¨¢s sesudo de los ensayos: y tan l¨²cida que pone los pelos de punta. "Nada existe sin un contexto", dice en alg¨²n momento el protagonista, y es el caso del libro: la desgarradora aventura interior de dos antiguos agentes del espionaje brit¨¢nico que representan a dos generaciones, dos actitudes ante los mismos hechos, est¨¢ admirablemente contextualizada en este mundo en el que han perdido su partida para siempre quienes a lo largo de toda la historia no han hecho otra cosa que perder. Los, para nosotros, incomprensibles pueblos del C¨¢ucaso -Ingushia, Chechenia- atraviesan las p¨¢ginas con su drama, pero lo hacen en representaci¨®n de todos los olvidados: de esos mismos kurdos para quienes donamos mantas hace unos pocos a?os y que ahora son masacrados por los turcos, porque el juego, aunque ahora es otro, contin¨²a.
Y como siempre en Le Carr¨¦, creo que como nunca antes, la peripecia humana de elegir entre el sereno escepticismo que paraliza y el atolondrado pero generoso idealismo que conduce al compromiso.
Y, adem¨¢s, hay amor. No se la pierdan.
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