Joven madurez

Igual que se habla de una generaci¨®n incombustible de rockeros, se puede afirmar que existe un grupo de bailaores flamencos por quienes si pasan los a?os, es para dejarles un poso de arte y sabidur¨ªa: ¨¦ste es el caso de Manolete. En su nueva comparecencia en Madrid, el bailaor granadino ha vuelto a encender al p¨²blico con la demostraci¨®n de una gran t¨¦cnica y, sobre todo, de su duende.Porque se debe mencionar palabra, a veces tan gastada, para referirse a este artista singular. A Manolete hay que tomarlo como un bailaor puro, y en ese punto es dif¨ªcilmente comparable con nadie. Su farruca no perdi¨® ni una pizca de su embrujo; tambi¨¦n su baile por alegr¨ªas result¨® cautivador. Adem¨¢s, en fragmentos por sole¨¢, siguiriyas y buler¨ªas mostr¨® un momento envidiable de forma. Y es que Manuel Santiago Maya Manolete, ha seguido manteniendo en su madurez la naturalidad y la energ¨ªa que adquiri¨® en su Sacromonte natal.

Antes escuchamos a una Carmen Linares valiente, arranc¨¢ndose por peteneras (el palo del mal fario), con la chica, la grande y una versi¨®n de un canto sefardita que ella interpret¨® con las condiciones id¨®neas de acento y entonaci¨®n. Despu¨¦s, se atrevi¨® con otros estilos no menos arduos como la ca?a y la buler¨ªa o sole¨¢. A mi juicio, no brill¨® la llama que esta excepcional cantaora suele llevar y a la que nos tiene acostumbrados. Se estableci¨® una excesiva diferencia entre estilos absolutamente dispares, el toque de Perico tan arcaico y el de los hermanos Cort¨¦s tan moderno: esta polaridad extrema fue muy dura de armonizar con una voz siempre exquisita.