Visita de la gran dama
El Teatro de la Zarzuela viene presentando, temporada tras temporada, a las grandes estrellas de la canci¨®n de concierto. Anteayer, correspondi¨® un lugar de honor a la galesa Dama Margaret Price (Blackwood, 1941) quien todav¨ªa muy joven alcanz¨® uno de sus grandes triunfos en Londres al sustituir a Teresa Berganza en el Cherubino mozartiano.Despu¨¦s, la biograf¨ªa de la Price abunda en cap¨ªtulos de excepci¨®n. No s¨®lo por la belleza de una voz, sino por el atractivo de una personalidad capaz de mover los m¨¢s diversos registros y encarnar, con rigurosa jerarqu¨ªa, tanto a Fiordeligi como Isolda, lo mismo Do?a Ana que Desd¨¦mona, Turandot, ?gata o Norma.
Para lied, salvo cuando los pentagramas demandan otra. cosa, Margaret Price practica un estilo confidencial, como si quisiera dejar en evidencia que si en la ¨®pera resulta imprescindible un tono espectacular, en el lied, por su misma esencia po¨¦tica sentimental y tradicional, el int¨¦rprete act¨²a para cada uno de nosotros y no para la generalizaci¨®n de un p¨²blico.
Margaret Price
Margaret Price, soprano, y Thomas Dewey, pianista. Obras de Wolf y Strauss. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 22 de marzo.
El refinamiento musical de la artista se advirti¨® ya en el bien equilibrado programa: ocho ejemplos de Wolf, sobre textos de M?rike y siete de Strauss en la primera parte; en la segunda, se invirtieron los t¨¦rminos y tras cuatro Strauss escuchamos cinco Wolf sobre palabras de Goethe, incluido el c¨¦lebre ?Conoces el pa¨ªs?
Price dice el lied con propiedad, orienta sus versiones musicales a partir de los textos, nos muestra un repertorio de intimidades caracter¨ªsticas de la palpitaci¨®n rom¨¢ntica: el reposo, la noche, las flores, el alba, el encuentro, el adi¨®s, la pena o los sue?os. Y lo hace con m¨¢s o menos voz, con inteligencia y general seguridad, humanizada por tal cual titubeo y sabe bien que el g¨¦nero liederistico es cosa de dos: la voz y el piano.
Entonces se acompa?a de un colaborar tan excelente como el norteamericano Thomas Dewey, con el que est¨¢ en todo momento dispuesta al di¨¢logo en una conjunci¨®n identificada de intenci¨®n y de estilo.
Con todo y haber obtenido un ¨¦xito notable en su actuaci¨®n en Madrid, que hizo imprescindibles las propinas, me parece que este recital no es de los que guardamos en la memoria con asombro, sino en el alma con tibia, perdurable emoci¨®n y una sensaci¨®n de arte noble, human¨ªsimo y sin ret¨®rica: arte grande, en fin.
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