Casi el 60% de los ni?os y adolescentes de Estados Unidos viven sin padre
Un nuevo movimiento antidivorcista cobra fuerza en el pa¨ªs
Los padres desaparecen de los hogares. Las separaciones, los divorcios, el incremento de madres solteras y las segundas familias han apartado ya a m¨¢s del 37% de los ni?os norteamericanos de sus padres naturales. Hasta una mitad de los menores de 18 a?os viven hoy buena parte de su vida sin la figura paterna. La curva descendente es evidente. Mientras en 1960 m¨¢s de un 82% de los hijos contaban con el padre en casa, ahora no llegan al 60%.
El registro de estas cifras y sus consecuencias sociales forman el contenido de un best seller de David Blankenhorn, Am¨¦rica sin padre (Basic, 1995), que si de una parte corresponde al nuevo movimiento antidivorcista norteamericano, de otra ha despertado la reacci¨®n de algunas especialistas en familia.Para Blankenhorn la figura del padre viene sufriendo un proceso de deterioro que pone en cuesti¨®n no s¨®lo su presencia en casa sino el mismo concepto de paternidad. En su Opini¨®n, los hombres en general y los padres en particular son considerados como relativamente prescindibles en la vida familiar, cuando no se les atribuye la causa de los desarreglos.
Las cifras sobre violencia dom¨¦stica que se divulgan acusan principalmente a los padres, las decisiones sobre la custodia de los hijos benefician en abrumadora proporci¨®n a las mujeres. La mayor¨ªa de las familias monoparentales las preside una madre (el 23% del total), mientras que s¨®lo el 4% del total son familias presididas s¨®lo por un padre. Una raz¨®n son los embarazos de adolescentes, cuyo n¨²mero ha crecido espectacularmente. La otra es el desprestigio de lo masculino y de la funci¨®n paterna.
Blankenhorn relaciona esta carencia con la p¨¦rdida de autodisciplina y cree que el aumento de la criminalidad y, en general, el deterioro de valores morales tienen que ver con esta mutilaci¨®n.
Blankenhom, 35 a?os, padre de un ni?o de cinco y nunca divorciado, es presidente de una instituci¨®n privada denominada Institute for American Values. Su alarmante texto se ha complementado este a?o con la publicaci¨®n de otros dos libros, Creciendo con un solo padre de Sara McLanahan y Lazos que aprietan de Douglas Besharov. En ambos se subrayan los males del fen¨®meno divorcista y la formaci¨®n de hogares fragmentarios. Casi un 50% de los matrimonios norteamericanos termina en divorcio.
A la deriva
El programa republicano de Gingrich tratando de denegar ayudas a las adolescentes no casadas y el llamamiento de los antidivorcistas han provocado reacciones humanitarias de un lado y feministas de otro.
Contra los males del divorcio que airea Blankenhorn, un libro de Melinda Blau (Families Apart) y otro de Constance Ahrons (The Good Divorce) replican exponiendo los males de mantener una relaci¨®n deteriorada. "Es una injusticia -dice Melinda Blau- afirmar que los padrastros o los padres divorciados no pueden actuar como buenos padres. Es negar la evidencia de las familias formidables que se encuentran por todas parte . Tanto una autora como la otra coinciden en afirmar que el libro de Blankenhorn es un sutil ataque contra las mujeres y una pretensi¨®n de retornar al pasado. "Las mujeres han cambiado, trabajan fuera de casa, son independientes, pueden divorciarse. Efectivamente esto ha hecho a los hombres sentirse menos importantes".
No s¨®lo menos importantes, replica Blankenhom, sino descalificados. Ser un buen padre hoy requiere seguir inspiraciones del modelo femenino. Efectivamente ser tierno, expresar las emociones, dar el biber¨®n o cambiar los pa?ales tiene aspectos positivos pero pocos padres sienten de esa manera su paternidad que impl¨ªcitamente responde a los prototipos de la madre. La masculinidad aparece cada vez m¨¢s como una circunstancia que necesita ser superada: los ni?os deben jugar con mu?ecas, los textos est¨¢n reescritos con nuevos puntos de vista femeninos, la educaci¨®n primaria y media est¨¢ en manos de las mujeres.
En opini¨®n del autor de Am¨¦rica sin padre la feminizaci¨®n de la sociedad que ha supuesto muchos costes a las mujeres no ha acarreado menos para los hombres, bien patentes en su vida familiar. Las dos precondiciones para la efectiva paternidad son la alianza con la pareja y la co-residencia con la madre y los hijos. Pero ambas -dice- est¨¢n muriendo. El padre es cada vez m¨¢s un modelo a la deriva.
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