Un homenaje sin aureola

Este a?o, en la rueda de los centenarios, aparece el de la muerte de Bela Bartok y la Orquesta Nacional de Espa?a lo celebra en sus programas de la presente semana con audiciones del Concierto para dos pianos, percusi¨®n y orquesta y el Concierto para orquesta. El primero es transcripci¨®n de la Sonata para dos pianos y percusi¨®n escrita en 1937 y estrenada, al a?o siguiente, con Bela y Dita Bartok como solistas, en Basilea. La versi¨®n orquestal es de 1940 y se escuch¨® en Londres, bajo la direcci¨®n de sir Adrian Boult con Ilona Kabos y Louis Kentner como pianistas. Poco despu¨¦s, en los tristes d¨ªas de su exilio americano, Bartok crea el Concierto para orquesta, presentado por Kusevitzki y la Sinf¨®nica de Boston en diciembre de 1943.Se trata, pues, de dos obras cercanas, ejemplos altos del talento definitivo del compositor h¨²ngaro. Si lo dram¨¢tico y lo desolado dentro del clima misterioso tan querido por Bartok, imperan en la sonata -concierto-, en el concierto orquestal el secreto reside, como dice Bartok, "en el complejo asunto expresivo" y en la gradual transici¨®n desde la severidad del primer movimento y el l¨²gubre canto f¨²nebre del tercero hasta la afirmaci¨®n vital del ¨²ltimo", de tan extremado virtuosismo en su contrapuntismo espectacular.

Hay que decir, porque es cierto, que las versiones de la ONE, bajo la direcci¨®n siempre firme de Theo Alc¨¢ntara, no alcanzaron la calidad deseable en una formaci¨®n que, al menos emblem¨¢ticamente, es la primera del Estado. Falt¨® claridad de ejecuci¨®n, interiorizaci¨®n en la sustancia dram¨¢tica y equilibrio din¨¢mico. S¨®lo tuvimos una continuidad trabajosa, en medio de la cual el d¨²o pian¨ªstico formado por Bego?a Uriarte y Karl-Hermann Morongovius mostr¨® seguridad, recto criterio y buena fusi¨®n, en tanto los percusionist¨ªas Pascual Osa, F¨¦lix Castro y Pedro Moreno aportaron cuanto de bueno poseen en su especialidad instrumental.

En l¨ªneas generales, fueron parecidos los resultados en el Concierto de orquesta. Bartok y su obra constituyen algo cl¨¢sico y cimero en el suceder musical del siglo XX. Debemos escuchar esta m¨²sica tocada con convicci¨®n, dominio y af¨¢n de belleza. Lo que no sucedi¨® exactamente el viernes, aunque el p¨²blico aplaudiese una m¨²sica ya incorporada a su acervo espiritual y la labor de un destacado grupo de solistas.