Voces seductoras
La voz humana sigue teniendo capacidad de conmover. Seduce desde el timbre, cautiva por el fraseo, emociona con el canto. Eso explica el ¨¦xito de las estrellas de la radio y tambi¨¦n, c¨®mo no, el de los divos de la ¨®pera.El atractivo de las voces de la l¨ªrica no siempre se ha regido por los mismos criterios. El reflejo de los usos y costumbres sociales ha determinado una u otra forma de expresi¨®n. La pel¨ªcula Farinelli, actualmente en cartel, muestra el gusto por las voces sobrenaturales de los castrati en el siglo XVIII, la admiraci¨®n por extensiones desmesuradas -tres octavas y media- y por registros hiperagudos. La enorme influencia de Mar¨ªa Callas en la cultura vocal y oper¨ªstica del siglo XX deja claro hasta qu¨¦ punto han cambiado las tendencias. Los factores marcadamente fisiol¨®gicos o exhibicionistas han ido evolucionando con el tiempo hacia valores con mayor peso interpretativo y pasional.
De hecho, al propio Farinelli se le plante¨® en un momento de su trayectoria optar entre el virtuosismo y la motividad, entre las escalas virtuoso-circenses o las melod¨ªas de Haendel. Ahora el cine trata de reconstruir c¨®mo eran las voces de los castrados. Utiliza para ello la combinaci¨®n de un contratenor y una soprano, yuxtaponiendo sus extensiones y homogeneizando los timbres mediante un complejo proceso t¨¦cnico e inform¨¢tico llevado a cabo en el IRCAM de Par¨ªs. Esta elaboraci¨®n artificial despierta hoy curiosidad, pero m¨¢s que por la voz en s¨ª, la emoci¨®n que transmite el filme procede de la m¨²sica de Haendel.
La desaparici¨®n de los castrati fue la causa argumentada por Rossini para explicar el deterioro del canto italiano en el primer tercio del siglo XIX, y en ¨²ltima instancia para justificar su retirada de la composici¨®n oper¨ªstica en un periodo de pleno ¨¦xito sin haber cumplido a¨²n los 40 a?os. As¨ª al menos se lo cont¨® a Wagner, tal y como nos ha llegado por la transcripci¨®n de Michotte. Los belcantistas viven actualmente tiempos dif¨ªciles. La cultura del agudo est¨¢ en declive. Los supervivientes, como Alfredo Kraus, se cuentan con los dedos de la mano. La escuela americana, que tanto ha contribuido a un fen¨®meno como el renacimiento de Rossini, especialmente desde festivales especializados como P¨¦saro en Italia, ha tratado de responder desde voces poco corp¨®reas pero con t¨¦cnicas poco sofisticadas a las exigencias que demandaban los Bellini, Rossini y Donizetti. Algunos tenores tan singulares como Rockwell Blake han ayudado a revitalizar un repertorio muy gratificante para la voz.
Un fen¨®meno como el de Callas vino a dar nuevas luces a la situaci¨®n. En ella se encarnaban a la perfecci¨®n los valores teatrales, la utilizaci¨®n dram¨¢tica de la voz, la palpitaci¨®n comunicativa del int¨¦rprete. No es ya el modelo de cantante cuya voz es estratosf¨¦ricamente diferente al resto de los mortales, sino m¨¢s bien la voz cercana, c¨¢lida y cotidiana, con quien la identificaci¨®n se produce desde la familiaridad o, dicho de otra forma, el escalofr¨ªo de la comunicaci¨®n se debe m¨¢s a la humanidad que al asombro. Hay bastantes voces en este siglo con timbres m¨¢s atractivos o, con t¨¦cnicas m¨¢s perfectas que la de Callas, pero ninguna con su magnetismo inmediato en escena.
La crisis vocal y el momento actual de la ¨®pera y la sociedad han propiciado otro tipo de seducciones, ligadas muchas de ellas a las exigencias de las pantallas de televisi¨®n: rostros atractivos, im¨¢genes con credibilidad, de nuevo una componente teatral. Kiri te Kanawa, por ejemplo, atrae no solamente por su canto elegante, sino tambi¨¦n por su belleza visual.
Las voces seductoras de hoy no responden, en cualquier caso, a un modelo ¨²nico. Son distintas, seg¨²n se escuchen en un teatro, en un disco o en una retransmisi¨®n televisiva, dados los diferentes soportes y lenguajes. Pero coinciden en decantarse por el canto con sentimiento. No en vano, la capacidad de conmover es uno de los ¨²ltimos chispazos de singularidad que le quedan a la ¨®pera en este caos art¨ªstico en que vivimos ¨²ltimamente.
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