Peces de discordia
SI LAS bases para el acuerdo entre la Uni¨®n Europea (UE) y Canad¨¢ acaban plasm¨¢ndose en un pacto formal y se ratifican en el organismo multilateral que regula las pesquer¨ªas del Atl¨¢ntico Norte, la NAFO, el sector pesquero espa?ol sufrir¨¢ un fuerte rev¨¦s econ¨®mico: su cuota de capturas se reducir¨¢ en m¨¢s de un tercio. Lo que se obtendr¨¢ a cambio, la previsible devoluci¨®n de la fianza y el importe del pescado requisado al Estai, y la reconducci¨®n del conflicto desde el enfoque violento canadiense hacia el respeto a una legislaci¨®n internacional que asegure menor cantidad de pesca, pero m¨¢s segura, es un escaso consuelo.Por una parte, no hay duda de que en este asunto ha sido Canad¨¢ quien ha violado la legislaci¨®n existente, secuestrando un pesquero y agrediendo e intimidando a otros que faenaban tambi¨¦n fuera de las 200 millas. Sin embargo, ser¨¢ Canad¨¢, la parte agresora, quien m¨¢s dividendos sacar¨¢ de la aventura. Por otra, la actitud del Reino Unido, aline¨¢ndose con Canad¨¢ no por motivos de justicia, sino de afinidades hist¨®ricas o de inconcreta naturaleza, ha dejado a los socios ib¨¦ricos en una situaci¨®n de inferioridad. Es cierto que existen dudas sobre la conducta de los pesqueros espa?oles y portugueses en aguas internacionales, como ha resaltado con singular ¨¦nfasis la prensa brit¨¢nica; pero no es con unilaterales e ilegales hechos consumados como se impondr¨¢ el respeto al derecho. El episodio ha confirmado la debilidad de la pol¨ªtica exterior de la UE y, por otra parte, que Espa?a carece en los foros en que se juega esta partida de un peso proporcional a su potencia pesquera.
Estas constataciones requieren, sin embargo, algunas matizaciones primero, porque resulta evidente que ante el crecimiento de las propuestas conservacionistas de los recursos pesqueros tiene m¨¢s que perder quien m¨¢s faena. Y el principal recorte de la cuota europea (en la pr¨¢ctica, hispanoportuguesa) no se produce ahora, sino con la decisi¨®n tomada el a?o pasado de limitar las capturas totales a 27.000 toneladas en 1995 (cuando s¨®lo la flota espa?ola obtuvo m¨¢s de 35.000 en 1994). La conservaci¨®n de los recursos resulta un imperativo de la industria pesquera, planteada desde una ¨®ptica de largo plazo. Lo contrario, la depredaci¨®n, en la que Canad¨¢ es tan experta -contra lo que proclama-, s¨®lo conduce a hacer cierto el axioma "pez para hoy, hambre para ma?ana".
En segundo t¨¦rmino, es cierto que Canad¨¢ va a obtener al final del proceso un aumento sustancial de su cuota, pero tambi¨¦n que sale muy resquebrajado su prestigio internacional. Su negativa a someterse a la jurisdicci¨®n del Tribunal de La Haya es una confesi¨®n de que no anda sobrada de argumentos jur¨ªdicos. Y la debilidad de la pol¨ªtica exterior comunitaria no debe ocultar el intenso apoyo diplom¨¢tico de la Comisi¨®n -muy particularmente el de la comisaria de Pesca, la italiana Emma Bonino- y de todos los dem¨¢s pa¨ªses comunitarios. Pese a la deserci¨®n brit¨¢nica, no es cierto que Espa?a se haya quedado sola. No lo ha estado ni lo est¨¢, aunque sus razones hubieran valido apoyos m¨¢s contundentes.
Tal como est¨¢n las cosas, la ¨²nica alternativa al paquete de soluciones -manifiestamente mejorable, sobre todo en el cap¨ªtulo de las cuotas- que se est¨¢ perfilando en Bruselas ser¨ªa mucho peor: pasar¨ªa por incrementar el nivel de inseguridad f¨ªsica y jur¨ªdica de marineros y armadores, por consagrar la ley de la selva mar¨ªtima y por la disposici¨®n a hacer uso de la fuerza, en una escalada armada y violenta de desenlace peor que incierto.
El sector pesquero espa?ol deber¨¢ desarrollar imaginaci¨®n y audacia para contrarrestar el rev¨¦s con una pol¨ªtica de ajuste y la b¨²squeda de nuevos caladeros y de recursos artificiales, en la l¨ªnea de las investigaciones en acuicultura que propugnan los cient¨ªficos y algunas experiencias japonesas. Pero tambi¨¦n es cierto que, fuera de Europa, el desastre hubiera sido mayor. Hace 18 a?os, la flota espa?ola fue expulsada del Gran Sol sin obtener una migaja de solidaridad ni el derecho al una tonelada compensatoria. Ahora, parecidas sinrazones no han podido echar a los barcos ib¨¦ricos de los caladeros de Terranova.
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