El Madrid confirma su curso vacilante
El Compostela apost¨® por un tono agreste que priv¨® a los de Valdano del bal¨®n
El Real Madrid sigue inseguro, extra?amente nervioso dada su clasificaci¨®n. Su vacilante actitud de las ¨²ltimas jornadas se confirm¨® ayer plenamente en el estadio de San L¨¢zaro tras una semana de vacaciones en la Liga. En pocos desplazamientos se habr¨¢ visto un Madrid tan desconcertado, incapaz de buscar soluciones para superar a un rival que, a falta de talento, derrocha ilusi¨®n. Los de Valdano no supieron ni administrar una ventaja frente a un Compostela ¨²nicamente pertrechado para el contragolpe. El Madrid marc¨® en otra jugada que volver¨¢ a avivar la pol¨¦mica por las ostensibles desavenencias entre el ¨¢rbitro y un juez de l¨ªnea. Y ni as¨ª fue capaz de sacar el encuentro adelante. Tal y como pint¨® la tarde, incluso el empate fue un buen premio, algo para llevarse a la boca, para los jugadores de Jorge Valdano.
El partido se movi¨® entre la inseguridad del Madrid y el miedo del Compostela. Los madridistas ya estuvieron al borde del colapso en la primera parte. Laudrup se quit¨® de en medio, ajeno a una batalla que no era la suya, y Redondo actu¨® como un tanque: robusto en defensa y pesado en ataque. Ning¨²n detalle ilustr¨® mejor las angustias del Madrid que la sorprendente fragilidad inostrada en el centro de la defensa por Hierro y Sanchis, una pareja que hasta ahora era una de los patrimonios indiscutibles del l¨ªder liguero.
Con simples centros diagonales, o sea, balones largos, el equipo de Santiago rompi¨® la espalda de los centrales madridistas. A los gallegos s¨®lo les faltaba osad¨ªa, valent¨ªa delante. En las zonas peligrosas del campo, el Compostela cay¨® v¨ªctima de sus dudas. Temeroso de violentar a su rival, de su respuesta a las cargas, prefiri¨® jugar hacia atr¨¢s antes que buscar el, ¨¢rea contraria con determinaci¨®n.
Pero el debate futbol¨ªstico lo hab¨ªa ganado rotundamente el Compostela. Desde el principio, la discusi¨®n estaba clara. La diferencia (Se calidad era tanto abismal que la ¨²nica opci¨®n de los santiagueses pasaba por darle un tono f¨ªsico y agreste al partido. El Madrid no tuvo personalidad para imponer su estilo. Disfrut¨® poco del bal¨®n y en el choque recio, impetuoso, que propon¨ªa el Compostela, sali¨® siempre perdiendo. En esa guerra de trincheras m¨¢s que de guerrillas fue en la que no quiso entrar nunca Laudrup y en la que el mediocentro Redondo acab¨® vapuleado.
Cuando m¨¢s extraviado estaba el conjunto de Valdano, el encuentro le hizo un gui?o placentero. Languidec¨ªa la prime ra parte, atacaba el Compostela y Fernando Hierro sali¨® con toda su enorme presencia a por un bal¨®n al borde del ¨¢rea. El juez de l¨ªnea, a cinco metros de la jugada, levant¨® la bandera, previsiblemente indicando falta a un delantero gallego que llegaba hacia el esf¨¦rico al mismo tiempo y sali¨® rebotado del choque. El ¨¢rbitro le hizo tragarse sus aspavientos y el Compostela, enfrascado en la pro testa, se olvid¨® del contraataque blanco. El joven Ra¨²l se qued¨® solo ante Tocornal, le dribl¨® con sutileza, dispar¨® de lante de sus narices" y amarg¨® el caf¨¦ del descanso a la afici¨®n local.
Con el partido aparentemente despejado, el Madrid tuvo una respuesta parad¨®jica, aunque no tanto dados sus antecedentes: pas¨® de la mediocridad al desastre. Su segunda parte fue penosa. La de Redondo, en particular, deplorable. Fabiano le rob¨® la cartera tantas veces que el argentino acab¨® entregando la pelota directamente al contrario. Valdano le dej¨® en el campo aunque le sustituy¨® moralmente. Prefiri¨® retirar a Laudrup (visitante de otro planeta tras sus problemas gastrointestinales) para que Milla tratase de encontrar la cuadratura de c¨ªrculo: ordenar el caos.
Valdano hab¨ªa realizado otro cambio poco habitual cuando Lasa se lesion¨® al poco de iniciarse el partido. El jugador vasco sufri¨® en un choque una luxaci¨®n de dos dedos, que tuvieron que ser escayolados. El t¨¦cnico argentino situ¨® a Alkorta de lateral izquierdo, una tentaci¨®n para que el adversario tratase de meter velocidad por esa banda.
Santos tom¨® nota y en el descanso recurri¨® a una antigua camiseta madridista: Paco Llorente. Su primera aparici¨®n fue letal. Efectivamente,, desbord¨® a Alkorta con una carrera sobre la l¨ªnea de fondo, el centro rebot¨® en Sanchis y Fabiano encontr¨®, v¨ªa volea con su pierna derecha, el premio a su magn¨ªfico partido. Es el primer gol del brasile?o esta temporada en la Liga.
El Madrid se esfum¨® tras este golpe. Incapaz de esbozar siquiera una reacci¨®n, si alguna vez lleg¨® a intuirse el gol, fue siempre en el ¨¢rea de Buyo. El ardor del Compostela pudo cien veces m¨¢s que la calidad madridista. En toda la segunda parte, s¨®lo Luis Enrique dispar¨® una vez con cierta intenci¨®n. Todo muy inquietante para el Madrid, preso de la confusi¨®n cuando empieza la recta final.
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