De O. J. Simpson y la ley
Muchos de mis amigos espa?oles parecen absolutamente perplejos, y un tanto divertidos, ante la estrecha atenci¨®n que le est¨¢ prestando al caso Simpson su amigo historiador (normalmente serio) G. J. Confieso abiertamente mi fascinaci¨®n de toda la vida por los tribunales y la justicia (que no son necesariamente fen¨®menos coincidentes). Pero lo que espero demostrar con este art¨ªculo es la tremenda importancia que tiene el juicio de Simpson como indicador de las complejas actitudes norteamericanas y de algunos problemas espec¨ªficos de la administraci¨®n de justicia.La noche del 12 de junio de 1994, un hombre y una mujer fueron asesinados a cuchilladas en el camino de entrada al apartamento de la mujer. Nadie presenci¨® los asesinatos y jam¨¢s se encontr¨® el arma del crimen. Los cuerpos no fueron descubiertos hasta mucho despu¨¦s del propio acto, en parte debido a que varios vecinos que oyeron ladrar a un perro lastimeramente no salieron a comprobar cu¨¢l era la causa de su aflicci¨®n. Pero en un par de d¨ªas, el reguero sangriento que iba desde la escena del crimen al dormitorio del actual acusado, unido al hallazgo de un guante manchado de sangre cerca de los cad¨¢veres, y otro guante, igualmente manchado de sangre, en el camino que conduce a la casa de Simpson, constituyeron pruebas circunstanciales tan poderosas que Simpson fue arrestado y acusado del doble crimen.
El acusado es un atleta afroamericano que super¨® una infancia de pobreza y la participaci¨®n en bandas para convertirse, primero, en un h¨¦roe del f¨²tbol americano; luego, en un modelo-actor muy cotizado que se abr¨ªa paso en aeropuertos abarrotados de gente para coger un coche. de alquiler de Hertz, y, finalmente, tambi¨¦n en un hombre de negocios de ¨¦xito. En resumen, un ejemplo del tipo de triunfos m¨¢s admirados en Estados Unidos: en atletismo, en el espect¨¢culo y en los negocios. Adem¨¢s de lo cual hab¨ªa roto la l¨ªnea del color en uno de sus puntos m¨¢s delicados: la boda de un negro con una mujer blanca. Las v¨ªctimas del doble asesinato eran la recientemente divorciada (a iniciativa propia) esposa blanca y un camarero del restaurante donde hab¨ªa cenado esa noche. Aparentemente, el camarero hab¨ªa ido a devolverle unas gafas que se hab¨ªa dejado, gafas que se encontraron junto a los cad¨¢veres.
La acusaci¨®n afirma que Simpson cometi¨® los dos cr¨ªmenes en un ataque de celos. La defensa alega que hubo "precipitaci¨®n en el juicio", que Simpson fue arrestado deprisa y tratado como el ¨²nico sospechoso posible bas¨¢ndose en la prueba circunstancial que la defensa dice que fue preparada por uno o m¨¢s oficiales de polic¨ªa racistas de Los ?ngeles. Antes del juicio, Simpson ofreci¨® p¨²blicamente una recompensa a cambio de informaci¨®n que condujera a los asesinos, pero parece que la oferta no ha obtenido ning¨²n fruto.
?Resulta probable que Simpson tenga un juicio justo bajo estas circunstancias? Yo, personalmente, creo que el circo de los medios de comunicaci¨®n, que comenz¨® antes incluso de su arresto, que ha continuado incesantemente desde ese momento y que, sin duda, continuar¨¢ durante los meses que queden del juicio, han excluido efectivamente un juicio justo en el sentido tradicional del t¨¦rmino. Un juicio justo requiere un jurado de 12 personas que no tengan conocimiento previo del crimen y de las personas implicadas. El tribunal ha hecho un esfuerzo loable por encontrar un jurado as¨ª. Pero s¨®lo una persona que jam¨¢s escuche la radio o la televisi¨®n, que nunca hable con los vecinos de lo que todo el mundo est¨¢ hablando, que nunca mire los titulares, ni lea peri¨®dicos o revistas, ni compre v¨ªdeos divulgativos de la calistenia recomendada por 0. J. Simpson, y las firmes convicciones de culpabilidad o inocencia mantenidas por parte de los amigos y enemigos de 0. J. Simpson, etc¨¦tera, etc¨¦tera, podr¨ªa no saber nada del caso Simpson en los siete meses transcurridos entre el crimen y el comienzo del juicio, con su selecci¨®n de un jurado de 12personas m¨¢s 12 jurados alternativos.
Cinco de los jurados iniciales ya han sido dispensados por no haber dado toda la informaci¨®n sobre sus opiniones y relaciones cuando fueron seleccionados. Indiscutiblemente, uno de los temas planteados por este juicio es si la justicia es posible donde "la libertad de informaci¨®n" se traduce en un bombardeo constante de mentiras palpables e irrelevancias antes de que el caso llegue al tribunal. En el Reino Unido, la Prensa ha tenido prohibido tradicionalmente tratar los casos criminales, s¨®lo pod¨ªa informar de la detenci¨®n de un sospechoso y del resulta do final del juicio. Esa tradici¨®n tambi¨¦n se ha violado espor¨¢dicamente en el Reino Unido, donde los medios locales no van a ser menos que los descendientes. de los rebeldes coloniales. En mi opini¨®n, la tradicional pr¨¢ctica inglesa deber¨ªa reforzarse all¨ª y ser adoptada en Es tados Unidos. El caso muestra lo mejor y lo peor de Estados Unidos. Para hablar de lo mejor primero: la fiscal es una mujer y tiene como ayudantes a otra mujer y a un negro. Los cuatro abogados del acusado son dos blancos y dos negros. El juez es un japon¨¦s americano. El jurado actual est¨¢ compuesto por siete negros, un nativo americano (indio) un hispano y tres blancos. La composici¨®n racial y sexual que acabo de indicar hubiera sido literalmente impensable hace 30 a?os y es un tributo a los avances m¨¢s espectaculares de los derechos -humanos en los Estados Unidos del siglo XX: avances que comenzaron durante la II Guerra Mundial y que se extendieron radicalmente y se codificaron en los a?os sesenta. Creo tambi¨¦n que la forma moderada y l¨®gica en que se est¨¢ haciendo la retransmisi¨®n directa por televisi¨®n de la causa constituye (en contras te con el circo de los medios en el exterior) un valioso elemento de educaci¨®n ciudadana en los procedimientos de justicia criminal.
Pero el caso tambi¨¦n muestra la cultura estadounidense bajo su peor aspecto: publicidad mundial instant¨¢nea y ofertas econ¨®micas a testigos potenciales para que cuenten su historia por televisi¨®n fuera del tribunal, en tertulias, y a una prensa sensacionalista que no tiene ni idea del significado de la palabra verdad y que se ven- Pasa a la
de por millones de ejemplares en las cajas de los supermercados; rimbombantes ruedas de prensa ofrecidas por los abogados de la defensa despu¨¦s de cada jornada en el tribunal, junto con cr¨ªticas al juez, insinuaciones indignantes sobre testigos contrarios y abogados contarios, promesas melodram¨¢ticas de pruebas cruciales que jam¨¢s se llegan a presentar, y observaci¨®n con microscopio de las actuaciones generales de la Polic¨ªa de Los ?ngeles (bajo ning¨²n concepto se va m¨¢s all¨¢ de la cr¨ªtica leg¨ªtima en los lugares correctos: el propio tribunal y los peri¨®dicos y revistas profesionales responsables).
Debido a la fuerza de las pruebas circunstanciales, la defensa se ve reducida a insinuaciones y acusaciones disparatadas. Los dos abogados blancos del equipo de la defensa se cuentan entre los abogados m¨¢s famosos y m¨¢s caros de Estados Unidos, y uno de los negros es una estrella en el nuevo grupo de abogados de color. Dado que estos hombres, sin duda alguna, se enorgullecen profesionalmente de prestar un servicio que vale el elevado precio que cobran, est¨¢n "haciendo su trabajo" al hacer explotar innumerables bombas f¨¦tidas dentro y fuera del tribunal. Dado que el veredicto en los casos capitales ha de ser un¨¢nime, todo lo que la defensa tiene que conseguir es convencer a uno de los 12 de que existe una duda razonable en lo referente a los guantes manchados de sangre y a la prueba del ADN, todav¨ªa por presentar, realizada con las numerosas manchas de sangre. Y dado que en la civilizaci¨®n de mercado el nombre del juego es el dinero, cualquier t¨¢ctica para infundir dudas es permitida y el descubrimiento de la verdad es lo que menos importa. Recientemente, el juez Ito advirti¨® a los abogados que evitaran "hacer gestos, poner los ojos en blanco, asentir con la cabeza, re¨ªr, susurrar comentarios en el estrado... (y) ataques personales gratuitos de unos contra otros".
Me inclino a creer que el juicio terminar¨¢ con un jurado que no consigue ponerse de acuerdo, es decir, con la incapacidad de sus 12 miembros de llegar a un veredicto un¨¢nime. Sea cual sea el resultado del juicio, conf¨ªo que atraer¨¢ la atenci¨®n sobre la necesidad de unos c¨®digos ¨¦tico-legales mucho m¨¢s rigurosos para los medios de comunicaci¨®n y para los abogados como profesionales.
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