Raz¨®n y pol¨ªtica
NICOL?S BENETPara el autor, el caso del Archivo Hist¨®rico Nacional, secci¨®n Guerra Civil, refleja los tiempos de incertidumbre y la brecha abierta entre los intereses ciudadanos y los partidos
Desde el principio de los tiempos, o por lo menos desde que tenemos en Occidente memoria de los aciertos y errores del pasado, estamos prevenidos de la distancia existente entre los argumentos de la l¨®gica, el sentido com¨²n, y los que habitualmente esgrime la raz¨®n pol¨ªtica. Ya Homero nos presenta a Agamen¨®n quien, privado de los cuidados de la bella Criseida, y presuntuoso y arrogante, en su reg¨ªa condici¨®n, no duda un instante en arrebatar al eximio Aquiles a Briseida, la de hermosas mejillas, a despecho de sufrimiento y derramamiento de sangre aqueos-que la musa nos ha narrado. El caso del Archivo Hist¨®rico Nacional, secci¨®n Guerra Civil, se muestra como paradigma de los tiempos de incertidumbre y desaz¨®n que corren y la brecha abierta entre los intereses ciudadanos y los que gu¨ªan la direcci¨®n de los partidos. La iniciativa se abre paso en lo que se suele denominar, t¨¦cnicamente, los flecos de una negociaci¨®n pol¨ªtica, constituidos en este particular caso por la reivindicaci¨®n de unos bienes cuya legitimidad se razona como la restituci¨®n al injustamente vencido de aquello que se incaut¨® con dolo. Pero quiz¨¢ se olvida, con una dosis de frivolidad alarmante, que el primer vencido, en 1936, fue la sociedad espa?ola en su conjunto, y que el ¨²ltimo vencedor fue el mismo derrotado, 42 a?os despu¨¦s. Y que las confiscaciones mediando delito, por la fuerza de las armas o de un poder omn¨ªmodo y represivo, a lo largo de ese largo periodo, han sido tantas -por mencionar una, salmantina, el miliario de la Calzada de la Plata que se encuentra en el porche de los Nuevos Ministerios-, que habr¨ªa. sido preciso constituir, en el momento adecuado, no hoy, un tribunal excepcional de reparaciones. Mejor prisma con el que calibrar el inter¨¦s del poder en la Generalitat por esos documentos es la necesidad de justificar, con un componente nacionalista, la colaboraci¨®n con el partido gobernante en Espa?a, frente a la proximidad de unos comicios en los que hay que presentarse trabajando por Catalu?a, objetivo por el que quedar¨ªa disculpado incluso el pacto con el Maligno. La perla se configura definitivamente cuando, sin duda por reflejo de un impulso incontrolable, se desliza la proposici¨®n de una secci¨®n monogr¨¢fica del Archivo Hist¨®rico Nacional sobre la democracia, como si se tratara de otro episodio zanjado que a?adir a la guerra civil, la conquista de Am¨¦rica, o los reinos de Castilla o Arag¨®n.En la otra banda, la defensa de las denominadas "unidad documental" y "memoria h¨ªst¨®r¨ªca", esta ¨²ltima quiz¨¢ el ¨²nico argumento que cabe ser aducido en una cuesti¨®n tan fundamental para todo el pa¨ªs como la suscitada, no deja de estar igualmente empa?ada. El hallazgo de un resorte que galvanice el sentimiento nacional salmantino, reto pol¨ªtico netamente leg¨ªtimo, si se considera con detenimiento la reciente declaraci¨®n de Pujol sobre la diferencia entre nacionalidades y regiones, y que los salmanticenses son tales, con esas mismas letras, por lo menos desde el siglo II, seg¨²n atestigua un pedestal dedicado a Caracalla que se conserva en el Museo Provincial, que asimismo nos informa sobre la condici¨®n de municipio romano de la localidad, ha despertado inmediatamente la aletargada conciencia de los partidos sobre esa parcela de nuestra reciente historia. Pero los alegatos pierden su fuerza si se recuerda que la presencia del Archivo de San Ambrosio, que debe su misma existencia a la circunstancia de que Franco aposentara su cuartel general en la ciudad durante el breve periodo transcurrido entre oto?o de 1936 y verano de 1937, ha pasado hasta ahora pr¨¢cticamente inadvertida para sus habitantes. Las historias salmantinas de esos meses son tan intensas como tupido el velo que a¨²n las oculta, y el Archivo, en sus 16 a?os de vida, en nada ha servido para rasgarlo. Pero es que adem¨¢s el bunker de Franco en su estado mayor del palacio episcopal desaparec¨ªa -triste circunstancia- por la acci¨®n de las palas excavadoras cuando se constru¨ªa el Museo de Historia de la Ciudad, y los escasos testimonios f¨ªsicos de aquella etapa -v¨ªtores, propaganda pintada, placas- fueron objeto, a partir de 1978, de una meticulosa damnatio.De todo ello deduzco que buena medida de las encendidas declaraciones en pro de la integridad del legado en realidad poco se interesan en ¨¦l, y mucho en captar la atenci¨®n del electorado. El asunto es exponente de la situaci¨®n que atraviesa el pa¨ªs, y de la escasa correlaci¨®n entre las preocupaciones de la calle con las que mueven a los secretariados generales. La distancia se prolongar¨¢ -sondeo seguro- tras la nueva consulta, al conocerse el nuevo dato de abstenci¨®n, un ¨ªndice por el que las direcciones pol¨ªticas sienten un ¨ªntimo, interesado y justificado desprecio. Clarificadora puede revelarse -sobre todo si, en consecuencia, alguien bosquejara una reforma- la analog¨ªa de la impertinente actualidad con la descripci¨®n que hace Burckhardt de la religi¨®n en el Quattrocento, con la excusable licencia de sustituir Dios y fe por democracia, cristianismo por liberalismo, e Iglesia por partido pol¨ªtico: "La conciencia de la democracia] la ¨¦poca anterior hab¨ªa tenido su origen y su apoyo en ¨¦l [liberalismo] y en la figura externa, de su potestad, [el partido pol¨ªticol. Cuando [el partido pol¨ªtico] degener¨®, la humanidad hubiera debido distinguir y conservar su [democracia] a pesar de todo. Pero es m¨¢s f¨¢cil sentar un postulado as¨ª que cumplirlo. No todos los pueblos son lo bastante serenos", o lo bastante toscos, "para soportar a la larga la contradicci¨®n entre un principio y su proyecci¨®n externa. Es [el partido pol¨ªtico] declinante [el] que contrae la m¨¢s grave responsabilidad que la historia ha conocido. Impuso con todos los recursos ( ... ) como pura verdad una doctrina enturbiada y desfigurada en beneficio de su propia omnipotencia, y en el sentimiento de su propia intangibilidad se entreg¨® a la desmoralizaci¨®n m¨¢s absoluta. Para mantenerse en esta situaci¨®n, tuvo que asestar golpes mortales al esp¨ªritu y la conciencia de los pueblos y empuj¨® por los caminos de la incredulidad y de la amargura a muchos de los mejores, que se hab¨ªan desligado ya ¨ªntimamente de [¨¦l]".
Resultar¨¢ f¨¢cil, por tanto, afirmar la necesidad de que los partidos se apliquen en su configuraci¨®n org¨¢nica y mec¨¢nica las normas que predican a la sociedad como la m¨¢s recta doctrina, o que velen antes por el inter¨¦s general que por el suyo particular, pero exigir y ejecutarlo es ya harina de otro costal. Sin embargo, cualquiera puede percibir que el verdadero sentido de la existencia de un Archivo Hist¨®rico Nacional -secci¨®n Guerra Civil-, sin m¨¢cula de ninguna clase, la imperiosa necesidad de que sea dotado con los mejores medios, y convertido en el centro de investigaci¨®n y exposici¨®n tem¨¢tico al que aspiramos, s¨®lo tiene un fundamento, pero ¨¦ste, irrenunciable: la memoria del drama, el imperecedero recuerdo de que la pol¨ªtica no siempre tiene raz¨®n.
es arque¨®logo.
Babelia
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