Memoria del ex deportado 44.904
No es f¨¢cil hablar desde esta tribuna. No lo es para m¨ª, en todo caso. No debe de serlo, me imagino, en esta ocasi¨®n, para ning¨²n superviviente de Buchenwald. Es un honor, sin duda, que el ministro presidente del land de Turingia, Bernhard Vogel, nos haya invitado a participar en esta solemne conmemoraci¨®n. Pero en mi caso al menos, a ese inmerecido honor se a?ade y se contrapone un sentimiento casi angustiado de responsabilidad.No s¨®lo, ni siquiera principalmente, porque este Nationaltheater de Weimar sea un lugar privilegiado, ¨²nico en cierto modo, de la memoria pol¨ªtica y cultural de Alemania. El recuerdo de las voces ilustres que aqu¨ª se han hecho o¨ªr, que aqu¨ª han tenido expresi¨®n y vigencia hist¨®rica, puede inhibir o cohibir a cualquiera. Pero, con ser impresionante, no es dicho recuerdo, dicho rastro hist¨®rico, lo que m¨¢s aviva el sentimiento de responsabilidad.
Lo decisivo, a este respecto -para m¨ª, para el ex deportado 44.904-, lo decisivo es previo incluso a la emoci¨®n que inevitablemente suscita esta hist¨®rica sala. Lo decisivo es la pregunta que tengo que hacerme a m¨ª mismo, al comenzar a hablar, y que tendr¨ªa que hacerme en cualquier lugar, no s¨®lo en Weimar.
?Es posible, es incluso decente, tomar la palabra en nombre de los desaparecidos? ?Es l¨ªcito hablar en el silencio irremediable de tantos miles de muertos que tuvieron su tumba en las nubes que coronan la cima del Ettersberg? ?No ser¨ªa un silencio meditativo el mejor homenaje, el ¨²nico realmente aceptable, a tanta muerte silenciosa?
Todos los supervivientes, los reaparecidos, hemos conocido esa tentaci¨®n de silencio: esa tentativa de borrar, o al menos de difuminar, el esc¨¢ndalo sobresaltado de una memoria repleta de horror, Mediante una cura de silencio, una paciente terapia del olvido. A veces, sin duda, contra dicha tentaci¨®n, oponi¨¦ndonos a nosotros mismos, a nuestra tentativa de reconstruirnos una identidad sobre la amnesia deliberada; a veces, en determinadas circunstancias privadas o p¨²blicas, nos hemos visto asaltados por la imperiosa urgencia del testimonio. Por la brusca necesidad ¨ªntima de hablar, de volver a ejercer de testigos, de explorar nuestra memoria hasta sus m¨¢s rec¨®nditos recovecos, para vaciarla, purificarla, contando en voz alta todo lo que sabemos acerca de esta experiencia de los campos nazis, de esa vivencia de la muerte.
As¨ª entre esa tentaci¨®n de silencio y esa tentativa, por esencia interminable, de decirlo todo lo m¨¢s verazmente posible se articula nuestra existencia, desde aquel d¨ªa de hace 50 a?os en que la llegada de los tanques del III Ej¨¦rcito de Patton a las inmediaciones del campo de concentraci¨®n permiti¨® la intervenci¨®n final de los grupos de combate de la resistencia clandestina, surgidos s¨²bitamente en armas en diversos puntos de Buchenwald.
"Es imposible contar, pero est¨¢ prohibido callarse", ha dicho alguna vez Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y del peque?o campo de Buchenwald. Hablar¨¦, pues. Asumir¨¦ la responsabilidad de hablar en nombre de tanto silencio acumulado, de tanta muerte silenciosa y an¨®nima. Pero dicho silencio mort¨ªfero exige del que hable, de m¨ª en este caso, veracidad a toda prueba. Exige que no nos demos por satisfechos con la ret¨®rica de la conmemoraci¨®n compasiva, de la autosatisfacci¨®n. Si no rebas¨¢ramos esos l¨ªmites, si no sali¨¦ramos del contexto protocolario de una conmemoraci¨®n ceremoniosa, no alcanzar¨ªamos nuestro objetivo de hoy.
Hoy, medio siglo despu¨¦s de la liberaci¨®n de Buchenwald, nuestro objetivo es doble, a mi entender. Por un lado tenemos que hacer sobre el pasado una reflexi¨®n cr¨ªtica. No podemos, en efecto, contentarnos con nuestro papel de v¨ªctimas ni con el de h¨¦roes. No podemos ser complacientes con estos papeles. Ya se sabe que ambos reh¨²yen la mirada cr¨ªtica, rechazan el examen de conciencia autocr¨ªtica, h¨¦roes y v¨ªctimas son personajes de una pieza, hier¨¢ticos, monol¨ªticos, sin contradicciones.
La necesidad de una reflexi¨®n cr¨ªtica sobre el pasado se hace a¨²n m¨¢s evidente, m¨¢s imperativa, si pensamos que nuestro segundo objetivo -primero en cuanto a su importancia- es la transmisi¨®n de una memoria hist¨®rica a las nuevas generaciones. No solamente hoy, claro est¨¢: a lo largo de todo este a?o del cincuentenario de la derrota del nazismo y de la liberaci¨®n de los campos de trabajo y de exterminio del archipi¨¦lago hitleriano, nuestro objetivo central reside en el intento de realizar dicha. transmisi¨®n.
De poco servir¨ªa que nos reuni¨¦ramos aqu¨ª, en Weimar-Buchenwald, y ma?ana en Bergen-Belsen, Ravensbr¨¹ck, Neuengamme o Dachau, entre nosotros, antiguos h¨¦roes y antiguas, v¨ªctimas, para rememorar nuestros sufrimientos o nuestras haza?as, encerrados en la soledad arrogante de nuestro singular destino, absortos en lo incomunicable de nuestra experiencia. De poco servir¨ªan esta y otras conmemoraciones, por solemnes y emotivas que sean, sino fu¨¦ramos capaces de conectar con la juventud europea, si no consigui¨¦ramos transmitirle lo esencial de una experiencia de lucha contra el mal radical que el nazismo encarn¨® hist¨®ricamente. Transmitir lo esencial para ayudar a dicha juventud a orientarse en las luchas de hoy contra la purificaci¨®n ¨¦tnica y los fundamentalismos de todo tipo. Para ayudarle a descalificar todas las ortodoxias, excluyentes, del pensamiento correcto.
Un gran historiador franc¨¦s, Marc Bloch, que fue un especialista de la Edad Media y tambi¨¦n un gran resistente -muri¨® fusilado por los nazis en junio de 1944-, escribi¨® un d¨ªa que "es el presente quien plantea y formula las cuestiones del pasado, y es el pasado quien esclarece la extra?a singularidad del presente".
Esta es la relaci¨®n que nuestra reflexi¨®n, nuestro trabajo de duelo y de memoria, debe establecer entre pasado y presente: esclarecer las incertidumbres de nuestro momento hist¨®rico europeo mediante ense?anzas del pasado e interrogar cr¨ªticamente las experiencias de aqu¨¦l en funci¨®n de las exigencias del momento presente.
O sea, un trabajo de actualizaci¨®n de la memoria hist¨®rica y de memorizaci¨®n cr¨ªtica de la actualidad. Todo ello debe articularse al convencimiento, f¨¢cil de argumentar concretamente, de que el pensamiento correcto del totalitarismo es el mayor enemigo de la memoria: pi¨¦nsese en la met¨¢fora novelesca de George Orwell, en aquel Ministerio de la Verdad cuyo principal objetivo era reescribir constantemente la Historia, en funci¨®n de los intereses pragm¨¢ticos, c¨ªnicos, del presente.
A esta responsabilidad gen¨¦rica, existencial, que procede del hecho mismo de la supervivencia y que me obliga -se trata de un imperativo moral, en efecto- a atreverme a hablar aqu¨ª en nombre y en lugar de tantos miles de muertos, an¨®nimos o ilustres, se a?ade otra, de otro tipo, m¨¢s exigente todav¨ªa.
Y es que el deportado que yo fui, el n¨²mero 44.904, era un joven comunista de 20 a?os que vivi¨® su experiencia de Buchenwald, durante 16 meses, como militante de la organizaci¨®n clandestina. Que trabaj¨®, al terminarse el periodo de cuarentena, en el bloque 62 del peque?o campo, en la Arbeitsstatistik, o sea, en uno de los centros neur¨¢lgicos del poder interno de dicha organizaci¨®n. Ciertamente, yo no formaba parte de la troika dirigente del partido comunista espa?ol en Buchenwald, pero el hecho de ser el ¨²nico de todos mis compa?eros que dominara la lengua alemana me llev¨® a ocupar ese puesto de responsabilidad.
As¨ª pude conocer algunos de los problemas, algunas de las actividades, algunos de los secretos tambi¨¦n, de la resistencia antifascista en Buchenwald. As¨ª pude conocer y tratar a algunos de los miembros m¨¢s destacados de la Nomenklatura comunista del campo, a algunos de los kapos rojos que desempe?aron un papel decisivo en la vida de Buchenwald. El hecho de que los comunistas alemanes -en circunstancias hist¨®ricas y a lo largo de terribles peripecias que no es posible enumerar aqu¨ª- conquistaran el poder interno en Buchenwald, llegando a alcanzar
un predominio casi hegem¨®nico; los problemas pol¨ªticos y morales que plantea el ejercicio de dicho poder, ya que las actividades de resistencia antifascista s¨®lo pudieron desarrollarse en el marco y bajo el manto de una gesti¨®n racional, eficaz, de la mano de obra deportada, en las empresas de la industria de guerra nazi (...)Hace ya 15 a?os, yo mismo elabor¨¦ parcialmente aquella materia hist¨®rica, de forma narrativa, en un retrospectivo intento de reflexi¨®n cr¨ªtica, en Was f¨¹r ein sch?ner Sonntag! (?Qu¨¦ hermoso domingo!). Pero en 1980, al escribir este libro, no conoc¨ªa, claro est¨¢, los trabajos hist¨®ricos que han hecho posibles la reunificaci¨®n democr¨¢tica de Alemania al permitir el acceso a los archivos del SED [Partido Comunista de la ex RDA] (...)
De todas maneras, y cualesquiera que sean los resultados de futuras investigaciones, ya pueden formularse -lo har¨¦ ahora brevemente, afrontando el riesgo de un posible esquematismo- algunas conclusiones sobre esta gran cuesti¨®n. En primer lugar hay que reafirmar la necesidad de la resistencia antifascista. No s¨®lo de la resistencia en general, en abstracto, como obvio imperativo moral. Hay que reafirmar la necedad de la resistencia incluso en las condiciones concretas de Buchenwald, dentro los estrechos m¨¢rgenes reales de maniobra existentes, pese a los evidentes peligros de desviaci¨®n moral que dicha actividad entra?aba.
Jacques Maritain, gran pensador cat¨®lico de la escuela tomista, ha escrito en un ensayo de los a?os cincuenta, Les hommes et l'Etat: "En sociedades totalmente dominadas por la barbarie, como por ejemplo los campos de concentraci¨®n, o incluso en determinadas condiciones, muy particulares, como las de la resistencia clandestina en un pa¨ªs ocupado, muchas cosas que hubieran sido, en cuanto a su naturaleza moral, objetivamente fraudes o asesinatos o perfidias en una vida civilizada normal pueden escapar a la misma definici¨®n y convertirse, en cuanto a su naturaleza moral, en cosas objetivamente permitidas y ¨¦ticamente buenas".
As¨ª, puede considerarse que la resistencia antifascista organizada en Buchenwald por los comunistas alemanes fue moralmente leg¨ªtima y pol¨ªticamente positiva. Dentro de los l¨ªmites impuestos por la situaci¨®n objetiva, perm¨ªti¨® desarrollar una solidaridad internacional, desplegar los principios y la pr¨¢ctica de una moral de la resistencia. Desde este punto de vista, la experiencia de la organizaci¨®n comunista alemana de Buchenwald puede y debe ser asumida por la memoria hist¨®rica de la Alemania reunificada: forma parte de su tradici¨®n de resistencia, de su acervo de luchas contra el nazismo (...)
Ahora bien, y ¨¦sta es la segunda conclusi¨®n que quer¨ªa subrayar, aunque fuera moralmente leg¨ªtima y pol¨ªticamente eficaz -desde el punto de vista, hist¨®ricamente determinado, forzosamente parcial y partidario, de una estrategia de resistencia-, la actividad antifascista de los kapos rojos de Buchenwald y de sus aliados de diversos pa¨ªses europeos en los comit¨¦s clandestinos, tiene, que ser examinada cr¨ªticamente, para medir con objetividad los resultados obtenidos y el precio humano que costaron. Es hora de romper con la ret¨®rica de las mitolog¨ªas de legitimaci¨®n seudouniversalista de un Partei-Geist que se disfraza de WeIt-Geist.
Pero esta cuesti¨®n no puede enfocarse s¨®lo a nivel colectivo: tambi¨¦n hay que abordarla a nivel individual. El fil¨®sofo cristiano Maritain, que ya he citado, prosegu¨ªa su argumentaci¨®n diciendo que incluso en situaciones excepcionales como las de los campos segu¨ªa habiendo medios justos y medios injustos en la lucha por los fines del humanismo y de la fraternidad. A?ad¨ªa que la l¨ªnea de demarcaci¨®n entre, unos y otros se hab¨ªa desplazado. "La conciencia que aplica los. principios", dec¨ªa Maritain, "se convierte en el ¨¢rbitro verdadero y dejan de serlo las nociones abstractas situadas en un cielo plat¨®nico o en un diccionario de casos jur¨ªdicos".
(...) Cuando hablo de esta reevaluaci¨®n cr¨ªtica del pasado -espero que haya quedado claro- estoy hablando desde un punto de vista list¨®rico: estoy refiri¨¦ndome a la mejor manera de que el an¨¢lisis de dicho pasado sea moral y pol¨ªticamente eficaz, productivo de conceptos y de valores, para la juventud democr¨¢tica europea de hoy. No estoy hablando desde el punto de vista de una acusaci¨®n fiscal, de una inquisici¨®n jur¨ªdica. Por cr¨ªtico y objetivo que resulte, es un trabajo que s¨®lo puede llevarse a cabo con un esp¨ªritu de comprensi¨®n, de respeto. Incluso de compasi¨®n, dir¨ªa.
Hay que proceder, en suma, de forma radicalmente contraria a la que utilizaron las autoridades pol¨ªticas y policiacas de la RDA, cuando reabrieron, en los a?os cincuenta, y a remolque de los procesos espectaculares organizados en Praga, Varsovia y dem¨¢s capitales del bloque sovi¨¦tico, las investigaciones contra los kapos rojos de Buchenwald, particularmente contra Ernst Busse, Erich Reschke y Walter Bartel
En este momento, desde esta tribuna s¨®lo quiero recordar brevemente a Reschke, a Busse, a Bartel. Los conoc¨ª en la Arbeitsstatistik de Buchenwald, adonde ven¨ªan con frecuencia a discutir con el kapo Willi Seifert, y tambi¨¦n con Josef Frank, que era uno de sus adjuntos. Frank fue condenado a muerte en Praga, en el proceso de Rudolf Slansky. Fue ahorcado y sus cenizas esparcidas en una desierta carretera nevada. Frank, Pepikou, como le llamaban sus compatriotas checos, confes¨® en el juicio haber trabajado en Buchenwald para la SS y la Gestapo. Falsa confesi¨®n, desde luego, mentirosa, arrancada mediante la tortura. Si Frank hubiese sido un agente del enemigo nazi, no estar¨ªa yo aqu¨ª hoy, en esta honrosa y dif¨ªcil tribuna. Y es que a Frank le ped¨ª en una ocasi¨®n, en el a?o 1945, que me ayudara a organizar una evasi¨®n planeada por la direcci¨®n clandestina de los comunistas franceses, proyecto que luego fue abandonado, pero que me hubiera llevado directamente a la horca si Frank no hubiera sido un militante abnegado y honesto.
En la estela de aquel proceso, Starisky, Ernst Busse y Erich Reschke fueron inculpados y deportados a un campo del Gulag, de donde Reschke volvi¨®, deshecho, ansioso de una rehabilitaci¨®n p¨²blica en la RDA, que no se produjo. Y Busse desapareci¨® en 1952 en un campo estalinista de Workuta (...)
Willi Seifert, por su parte, kapo de la Arbeitsstatistik, a pesar de haber sido directamente implicado por la falsa confesi¨®n de Frank, hizo carrera en la Volkspolizei de la RDA -?a qu¨¦ precio?, ?a costa de qu¨¦?-, llegando al cargo de teniente general y de ministro delegado del Interior. Y sin duda es este destino el m¨¢s tr¨¢gico de todos los que he recordado. ?Hay algo m¨¢s absurdo, en efecto, m¨¢s innoble, para un antiguo deportado, una antigua v¨ªctima, que el hecho de terminar su vida bajo un uniforme de verdugo?
Pero el destino de los hombres que acabo de mencionar, que lucharon aqu¨ª contra el nazismo, a lo largo de ocho terribles a?os, tr¨¢gicos, nos hace comprender que es imposible trazar una frontera herm¨¦tica entre aquella experiencia, gloriosa y miserable, excepcional en todo caso, y los a?os posteriores de una Alemania y un. mundo divididos en dos bloques antag¨®nicos. Adem¨¢s, pocos meses despu¨¦s de que los ¨²ltimos deportados antifascistas abandonaran Buchenwald se inauguraba en el mismo recinto el Speziallager Nr. 2 de las fuerzas sovi¨¦ticas de ocupaci¨®n (...)
Alemania, dije (al recibir el Friedenspreis), es, desde su reunificaci¨®n, el ¨²nico pueblo de Europa que puede y tiene que enfrentarse a las dos grandes experiencias totalitarias del siglo XX: el nazismo y el estalinismo. Ha vivido ambas experiencias en cuerpo y alma y s¨®lo podr¨¢ superarlas si las asume cr¨ªticamente y compensa, para el enriquecimiento del futuro democr¨¢tico de Alemania.
Y mi conclusi¨®n de entonces, que ahora quiero recoger, era la siguiente: Buchenwald, o mejor el binomio Weimar-Buchenwald, es el lugar hist¨®rico que mejor simboliza esta doble tarea: la del luto para asumir cr¨ªticamente el pasado y la de la elaboraci¨®n de los fundamentos para un futuro europeo que impida los errores del pasado.
Los actos de estos d¨ªas me parece que representan un paso decisivo en ese camino. Un comienzo alentador en la tarea indicada, cuya importancia no puede subestimarse. Que el presidente Bemhard Vogel, que las autoridades del land de Turingia hayan invitado a esta conmemoraci¨®n a un extranjero como yo, a un Rotspanier (espa?ol rojo) que. fue el deportado 44.904 del campo de Buchenwald, es una prueba m¨¢s del, esp¨ªritu abierto, democr¨¢tico, europeo, que preside este cincuentenario y que garantiza el porvenir de la necesaria labor de transmisi¨®n de la memoria a las j¨®venes generaciones.
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