Piedad
"A las 6.20 -la hora me la dijeron los guardias- comenzaron a prepararme en serio para la ejecuci¨®n. Lo hizo un grupo de gente enferma. Al parecer se hab¨ªan ofrecido voluntarios. Me trataron como a un animal, como un cordero al que se prepara para la matanza"."Me afeitaron la cabeza con unas tijeras el¨¦ctricas, pero como el pelo no quedaba suficientemente corto, recurrieron a una maquinilla. Me afeitaron especialmente bien la sien derecha. Para el electrodo. Conoc¨ªa a algunos, al teniente Stewart y al oficial Kelly. Y resultaba evidente que no era la primera vez que hac¨ªan todo aquello. Me dijeron que para ellos era un trabajo como cualquier otro".
"All¨ª estaban tambi¨¦n los capellanes, incluso cuando, yo ya completamente desnudo, un guardia me meti¨® un dedo por el ano para el examen m¨¦dico. Observaban impasibles. S¨®lo intentaron obligarme a aceptar sus creencias. Yo soy religioso. Pero no ten¨ªa ganas de debates filos¨®ficos".
"Me preguntaron qu¨¦ deseaba comer por ¨²ltima vez. Les dije que no quer¨ªa comida, sino unos cigarrillos. Me contestaron que no pod¨ªan darme cigarrillos porque las nuevas reglas proh¨ªben fumar".
Transcripci¨®n libre pero fiel del relato hecho por Nicholas Ingram a su abogado de los preparativos para su ejecuci¨®n en la silla el¨¦ctrica en Jackson, Georgia, Estados Unidos de Am¨¦rica. Quien aqu¨ª la hace no siente ninguna simpat¨ªa por el asesino. Mat¨® a un hombre para robarle 80 d¨®lares. Entre los agravantes que lo condenaron estaba "su falta de piedad" cuando, hace ya 12 a?os', cometi¨® aquel crimen.
Piedad le exig¨ªan a Ingram quienes le negaron el pitillo al condenado antes de fre¨ªrlo a voltios. ?D¨®nde la hay? Pena infinita y miedo es lo que producen algunas leyes que roban el alma a los hombres.
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