La esencia de la democracia
Hace 70 a?os, Hans Kelsen public¨® un libro con el t¨ªtulo que encabeza esta columna. La esencia de la democracia, ven¨ªa a decir, no reside en el principio de la mayor¨ªa, sino en el compromiso permanente de la mayor¨ªa y la minor¨ªa en la direcci¨®n del pa¨ªs. El principio de la mayor¨ªa es el instrumento indispensable para que el Estado no quede bloqueado y se puedan tomar decisiones. Es, en consecuencia, la manifestaci¨®n externa m¨¢s visible e incontrovertible de la legitimidad democr¨¢tica. Pero el secreto de la democracia no est¨¢ en ¨¦l. Est¨¢ en la voluntad de compromiso a trav¨¦s del di¨¢logo de las fuerzas sociales pol¨ªticamente representadas en el Parlamento.Justamente por eso, a?ad¨ªa Kelsen en el Estado democr¨¢tico, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en el Estado liberal, el Parlamento es el ¨®rgano central de todo el sistema. Pues ¨²nicamente en ¨¦l se puede producir ese compromiso permanente entre la mayor¨ªa y la minor¨ªa. El Parlamento deja de ser un instrumento de limitaci¨®n de un poder sustancialment¨® aut¨®nomo, como ocurr¨ªa en el constitucionalismo mon¨¢rquico del siglo XIX, para convertirse en el instrumento de autodirecci¨®n pol¨ªtica de la sociedad. De toda la sociedad. De ah¨ª la necesidad del concurso, tanto de la mayor¨ªa como de la minor¨ªa.
Cuando se olvida que en esto consiste la esencia de la democracia, cuando se traiciona su secreto, conclu¨ªa Kelsen, es algo muy serio lo que se est¨¢ poniendo en juego.
Tengo la impresi¨®n de que es lo que viene ocurriendo en Espa?a desde el 12 de junio del a?o pasado. La voluntad de dialogar, pol¨ªticamente en el Parlamento se ha perdido por completo, habi¨¦ndose reducido el debate a un enfrentamiento a cara de perro para conseguir forzar la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria anticipada de elecciones..
Con esta estrategia no s¨®lo se pone en cuesti¨®n la legitimidad de la mayor¨ªa parlamentaria, tildada de "enfermedad", sino que se desnaturaliza la esencia misma de la democracia parlamentaria. Tratar de imponer desde la minor¨ªa el calendario pol¨ªtico y rechazar cualquier tipo de "Parlamento", hasta tanto no se acepte su dictado, es torpedear la l¨ªnea de flotaci¨®n del sistema democr¨¢tico.
Cuando esto ocurre, la vida parlamentaria se degrada. En lugar de ser el. sitio donde la mayor¨ªa y la minor¨ªa se enfrentan para intentar dar respuesta a los problemas de la sociedad, el Parlamento se convierte en el lugar de la bronca permanente. Es una estrategia parlamentaria bien conocida en los movimientos antidemocr¨¢ticos europeos del siglo XX.
O lo que es m¨¢s grave. El protagonismo de la vida pol¨ªtica pasa a estar fuera del Parlamento. Delincuentes condenados en sentencia firme, presuntos delincuentes que han intentado escapar a la acci¨®n de la justicia, medios de comunicaci¨®n convertidos en altavoces de dichos delincuentes, jueces que instruyen. en sorprendente paralelismo con los ¨²ltimos cuando se convierten en instrumentos de amplificaci¨®n de la voluntad de los primeros, etc¨¦tera. A trav¨¦s de estas rufianescas v¨ªas les como se est¨¢ intentando definir la agenda pol¨ªtica y parlamentaria del pa¨ªs desde hace bastantes meses. La reducci¨®n de las iniciativas parlamentarias a la reproducci¨®n de lo manifestado por los delincuentes a un medio de comunicaci¨®n o en un juzgado no puede ser m¨¢s llamativa.
Ciertamente los esc¨¢ndalos que se han producido han sido extraordinarios. Pero reducir la vida pol¨ªtica a tales esc¨¢ndalos, convirtiendo de pasada a los protagonistas de algunos de los m¨¢s sonados (Rold¨¢n, Conde) en las v¨ªctimas de no se sabe bien qu¨¦, es pol¨ªticamente suicida. No acabo de entender c¨®mo hay alguien que piense que por esa v¨ªa se puede acabar gobernando democr¨¢ticamente el pa¨ªs.
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