Maestr¨ªa e inspiraci¨®n
Zalduendo / Ni?o de la Capea, Jesul¨ªn, Conde
Toros de Zalduendo, bien presentados, flojos y de juego desigual; 2?, 4? y 5?, mansos; 3?, inv¨¢lido, se lidi¨® bajo responsabilidad del ganadero; 1? y 6?, nobles.
Ni?o de la Capea: tres. pinchazos y descabello (ovaci¨®n); cuatro pinchazos y descabello (ovaci¨®n). Jesul¨ªn de Ubrique: estocada (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Javier Conde, que tom¨® la alternativa: estocada (oreja); estocada (dos orejas); sali¨® a hombros.
Plaza de M¨¢laga, 16 de abril. Casi lleno.
A Javier Conde se lo llevaron a hombros entre la euforia de sus paisanos. Sobre el ruedo de la Malagueta hab¨ªa dejado gotas de aut¨¦ntica inspiraci¨®n taurina. Ni?o de la Capea sali¨® de la plaza por su propio pie, pero hab¨ªa dictado dos lecciones de maestro consumado. Uno que llega y otro que se va. Dos concepciones distintas del toreo que se encuentran en la emoci¨®n que surge de ellas.
El veterano torero salmantino se visti¨® de luces para dar la alternativa a su protegido malague?o. Pero no quiso que la ocasi¨®n fuera un simple compromiso de amigo. Se llev¨® el peor lote, un primer toro manso , incierto y con peligro, y un segundo violento y parado. Con ambos se enfrent¨® con una valent¨ªa de las de antes, con una t¨¦cnica depurad¨ªsima, y, por encima de todo, con un valor seco, serio, quieto, inteligente y profundamente emocionante. No fueron, no pod¨ªan serlo, faenas hilvanadas; fueron dos peleas de riesgo en las que sobresali¨® el poder¨ªo de un torero que no se asust¨® ante las coladas, las miradas y los parones inciertos de ambos oponentes. Bien es verdad que perdi¨® la muleta en varias ocasiones, que los toros se la tropezaron otras tantas, pero prevaleci¨® la imagen de torero maduro y valiente. Todo su que hacer con la franela fue una demostraci¨®n de magisterio: largos y templados fueron los derechazos al primero y profundos y sentidos los cuatro naturales que arranc¨® al segundo. Pero la dicha no fue completa: todo lo estrope¨® con el estoque. No hubo orejas porque no hubo colof¨®n, pero qued¨® patente la torer¨ªa del maestro salmantino.
Javier Conde cuenta en M¨¢laga, con numerosos partidarios que gozan con los m¨¢s m¨ªnimos detalles del torero. Quiz¨¢ el premio de las tres orejas sea exagerado para lo que Conde realiz¨® en el ruedo. Pero justo es reconocerle que es un torero diferente, ceremonioso, personal¨ªsimo, valiente en todo m¨®mento y con una art¨ªstica concepci¨®n del toreo que surge a golpe de una variada inspiraci¨®n. Es un torero, en fin, que emociona porque es capaz de crear en la cara del toro.
Por el contrario, su paso al escalaf¨®n superior dej¨® al descubierto sus carencias, aunque sus partidarios no quisieran verlas. Fue dominado por su primer toro, noble pero encastado, que no se cans¨¦ de embestir con pegajosa acometividad. Conde, todav¨ªa biso?o, no supo pararlo ni templarlo, y se dej¨® arrollar por el animal. A este toro lo hab¨ªa toreado muy bien por ver¨®nicas y a¨²n mejor en un quite por chicuelinas.
El triunfo le lleg¨® en el sexto, otro toro noble pero de embestida m¨¢s suave. No fue la suya una faena maciza ni ortodoaxa. Pero su toreo epid¨¦rmico e imaginativo, basado m¨¢s en los dobles pases de pecho que en el toreo fundamental, result¨® henchido de emoci¨®n.
Tambi¨¦n tore¨® Jesul¨ªn de Ubrique, pero destac¨® poco entre la maestr¨ªa y la inspiraci¨®n. Su primero era un inv¨¢lido soso y su toreo result¨® tan aburrido como el toro. El. otro, manso pero encastado en la muleta, le permiti¨® una faena valiente, t¨¦cnica y r¨¢pida. Lo mejor de su labor, la gran estocada a este quinto de la tarde. Jesul¨ªn arrebat¨® muy poco con capote y muleta, y se desquit¨® en la vuelta al ruedo, pesada e interminable para alegr¨ªa de sus fans.
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