La sombra de Cervantes, en la ¨²ltima novela de Luis Mateo D¨ªez
, La sombra de Cervantes no s¨®lo es siempre alargada, sino tambi¨¦n acogedora, y m¨¢s todav¨ªa en un d¨ªa como ayer el que se regalaban flores y libros, un d¨ªa contro ayer en donde, en la librer¨ªa, Crisol, de Madrid, un escritor, Luis Mateo D¨ªez, y un grupo de tertulianos, Jos¨¦ Mar¨ªa Merino, Carlos Garc¨ªa Gual, Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n y Juan, Cruz, director literario de Alfaguara, se pusieron a hablar de las andanzas y picard¨ªas de Sebasti¨¢n Odollo. Es caballero andante, requiebrador de damas, viajante, de comercio de envidiadas habilidades (profesionales y er¨®ticas) y protagonista de Camino de perdici¨®n (Alfaguara), la ¨²ltima novela de Luis Mateo D¨ªez.El helenista Carlos Garc¨ªa Gual, perito en or¨ªgenes de la novela y versado en aventuras caballerescas, reconoci¨® en Camino de perdici¨®n la estructura de la literatura de viajes, de la aventura inici¨¢tica a trav¨¦s del camino, y a la moda, cervantina, por supuesto, esto es, acentuando el elemento par¨®dico, uno de cuyos soportes subray¨®, era la feliz utilizaci¨®n de la onom¨¢stica de lugares y personajes, con evidentes reminiscencias visig¨®ticas.
Si Garc¨ªa Gual hab¨ªa se?alado rasgos cervantinos y barojianos, el director de cine Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, m¨¢s que de Baroja, prefiri¨® hablar de la baraja, pues si tiene esta novela deudas con Baroja, m¨¢s las tiene con Heraclio Fournier, y es que mi primera impresi¨®n de lectura es la de estar ante una baraja, una baraja espa?ola, desde luego, con sotas, bastos y, sobre todo, copas; m¨¢s que ante una sucesi¨®n de lances er¨®ticos, que los hay, estamos ante una novela de borrachos".
Mitos y alegor¨ªas
Para Jos¨¦ Mar¨ªa Merino, que tiene la suerte, por amistad y paisanaje, de asistir desde hace a?os al proceso narrativo de la obra de Luis Mateo D¨ªez, Camino de perdici¨®n resulta ser "la perfecci¨®n de un camino, pues Luis Mateo ha conseguido redondear un mundo literario, propio y sin referentes realistas. Sus libros est¨¢n llenos de mitos y alegor¨ªas y el horizonte realista se va alejando tanto que, a estas alturas, ya no tiene sentido hablar de que est¨¢ situada la novela en un espacio leon¨¦s y en un tiempo de posguerra. A Luis Mateo D¨ªez s¨®lo 'le falta ya encontrar un nombre a ese territorio propio literario que ha creado".
Un territorio propio en donde, seg¨²n las cuentas de Merino, deambulan 153 personajes, "con papel", y en donde el lector asiste, inm¨®vil, a no menos de once lances amorosos, en donde las tabernas son inn¨²meras. Todo ello situado en un mundo de villorios episcopales, a modo de oasis, en ese desierto que es el camino adonde sale el caballero viajante de comercio en busca de su propio Destino, con may¨²scula, a base de ir cumpliendo sus destinos, con min¨²scula, los que le marca su ruta de expendedor de telas, texturas y, en ocasiones, consolador de soledades provinciales (y que son, es sabido, como las de Nueva Y¨®rk).
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