Aparatosa cogida de Espartaco
Torrestrefia / Espartaco, Jesul¨ªn, Rivera
Toros de Torrestrella, con trap¨ªo y bonita estampa; con casta; nobles en general.
Espartaco: estocada perdiendo la muleta; despu¨¦s perseguido y volteado (ovaci¨®n).
Jesul¨ªn de Ubrique: estocada corta muy trasera atravesada ca¨ªda (petici¨®n y vuelta); media traser¨ªsima atravesada ca¨ªda y rueda de peones (silencio); bajonazo trasero (silencio). Rivera Ord¨®?ez, que tom¨® la alternativa: pinchazo y estocada trasera ca¨ªda (oreja); media y dos descabellos (oreja).
Enfermer¨ªa: asistido Espartaco de fuerte golpe en la frente, mejilla y ment¨®n, y conmoci¨®n. Fue trasladado a una cl¨ªnica para observaci¨®n.
Plaza de la Maestranza, 23 de abril. 8a corrida de feria. Lleno.
Espartaco sufri¨® una aparatosa cogida. Fue una de esas cogidas impresionantes que dan la sensaci¨®n de cornada grande. Pronto se supo, sin embargo, que no la hab¨ªa; s¨®lo la conmoci¨®n producida por el porrazo. Tampoco es cualquier cosa: hay en la historia del toreo golpes con peores secuelas que las cornadas. Tras la voltereta qued¨® inerme el torero en el suelo y aquella imagen daba mayor consistencia a los malos augurios. Desde entonces, la plaza entera estuvo pendiente de la enfermer¨ªa, de si sal¨ªan el doctor Vila y su equipo m¨¦dico, pues esa ser¨ªa una buena se?al. Efectivamente, aparecieron un rato despu¨¦s y ocuparon su burladero. Hubo un respiro de alivio. No hab¨ªa sucedido nada, ?Nada?
El toro le cog¨ªa a Espartaco a puro pit¨®n., por detr¨¢s y en plena carrera. El toro. hab¨ªa pasado por peligroso, pero lo que le hac¨ªa realmente temible era su casta. Dif¨ªcil papeleta les plantean a los toreros modernos los toros de casta. Espartaco pas¨® apuros para lancearlo, capote¨® embarullado, sufri¨® enganchones. Bregaba y le peg¨® el toro tan encastada embestida, que de poco lo deja sin respiraci¨®n. No se colaba el toro; antes al contrario, se arrancaba con franqu¨ªa desarrollando muy seria codicia. Al ¨²ltimo tercio lleg¨® algo agotado y Espartaco mulete¨® nervioso. Unas tandas de derechazos destemplados, un breve intento con la izquierda, nueva prueba: por la derecha, y entr¨® a matar. Peg¨® un estoconazo perdiendo la muleta, a la salida de la suerte se qued¨® al descubierto y pues el toro amag¨® la arrancada, ech¨® a correr. Lo hizo hacia el centro del ruedo y el toro lo persigui¨®, lo alcanz¨®, lo levant¨®, lo campane¨® entre las astas y si tantas tarascadas no produjeron ninguna cornada debi¨® ser porque la Macarena estaba al quite.
Los toros de casta no perdonan. Los toros de casta son un peligro en s¨ª mismos, tanto para coger como para herir. A los toros de casta hay que torearlos con decisi¨®n y mando. La ley de la fiesta -que siempre exigi¨®, para ser aut¨¦ntica, el toro en su absoluta integridad- dice, que en toreo, o manda el toro o manda el torero. A Jesul¨ªn le sali¨® en primer lugar uno toro encastado, incierto por a?adidura, y le present¨® pelea con decisi¨®n; consinti¨® y oblig¨® en las tandas de redondos y naturales; acab¨® domin¨¢ndolo.
Jesul¨ªn parec¨ªa metamorfoseado en torero a la antigua y la afici¨®n se intercambiaba albricias por ello, pero dur¨® poco la metamorfosis. Con el genio del cuarto no pudo, incluso se afligi¨® aqu¨ª mand¨® el toro, y al quinto, una perita en dulce, le aplic¨® una faena de las suyas -abuso del pico, suerte descargada, pases de pecho empalmados, conato de parones- y constituy¨® un solemne aburrimiento.
El h¨¦roe de la tarde result¨® ser Rivera Ord¨®?ez, que hizo honor a la solemnidad de su alternativa con un sentido de la responsabilidad y una torer¨ªa francamente ejemplares. Dibuj¨® la ver¨®nica, ejecut¨® medias ver¨®nicas hondas, breg¨® eficaz, puso un toro en suerte. mediante la torera larga afatolada, recibi¨® a otro de rodillas con la larga cambiada...
Todo ello con el capotel naturalmente. Y con la muleta inici¨® sus faenas ejecutando unos ayuda dos por bajo ce?id¨ªsimos al toro de la alternativa, al sexto pases por alto, cambio de mano y de pecho, que pusieron la plaza en pie. Sigui¨® muy bien por redondos, y sin embargo en las siguientes tandas, tambi¨¦n las que ensay¨® al natural, los trasteos se vi nieron abajo. La casta de su primer toro le desbordaba, la boyant¨ªa del otro pon¨ªa en evidencia la escasa enjundia de su toreo. Al p¨²blico, en cambio, no le ocurr¨ªa lo mismo. El p¨²blico es taba lanzado, sus entusiasmos iban para arriba, y si llega Rivera a matar de la estocada al sexto, sale por la Puerta del Pr¨ªncipe. Triunfo y dolor (un asomo de gloria y de tragedia) se dieron la mano, una vez m¨¢s en la fiesta. Suele ocurrir, cuando hay toreros y saltan toros de casta a la arena.
Babelia
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