Victoria sin brillo
Espa?a se impone a Armenia y se mantiene firme en la cabeza de su grupo
ENVIADO ESPECIAL Fue un tr¨¢mite sin brillantez. Un duelo oscuro y falto de tacto, resuelto por Espa?a de acuerdo al gui¨®n de Javier Clemente: con eficacia. Un argumento solvente cuando el rival tiene identidad, pero irrelevante cuando el contrario est¨¢ empezando a caminar. Cuando gatea de tal forma que el Gobierno ofrece un premio al armenio que anote el primer gol en la escueta historia internacional de su f¨²tbol. Ni siquiera en una cartelera semejante, Espa?a fue capaz de iluminar su juego. Clemente apost¨® por el perfil habitual -plomo y acero- y Espa?a condujo el partido con desidia y cierta aton¨ªa. As¨ª liquid¨® la ecuaci¨®n m¨¢s f¨¢cil de su tr¨¢nsito hacia la Eurocopa.
La velocidad y la imaginaci¨®n son los atributos que vallan la frontera entre los equipos de rango y los conjuntos sin pedigr¨ª. Los primeros son capaces de maniobrar con m¨¢s aceleraci¨®n. Entonces, desequilibran. Pero s¨ª el grande renuncia al cat¨¢logo surge la rutina. El partido se resuelve en los vericuetos del modesto. Todo es obvio, lineal. Nadie enga?a a nadie. As¨ª deambul¨® Espa?a por territorio armenio.
Con la tradicional apuesta de dos ejes del mismo corte -Donato y Nadal- Espa?a busc¨® desde el inicio una consistencia innecesaria. Nada hac¨ªa presagiar que Armenia necesitara dos tapones. Donato y Nadal pulieron un juego exasperadamente lento. El bal¨®n circulaba con una cadencia infinita y desembocaba en la banda derecha, donde Goikoetxea se empe?¨® en ofrecer un exhaustivo discurso de pases hacia el ¨¢rea. Todo un muestrario de roscas in¨²tiles.
Peor lo tuvo Amavisca, un ermita?o en la izquierda. A su espalda, Clemente coloc¨® a Otero, un defensa derecho poco dotado para el toque que acent¨²a sus carencias cuando debe revolverse en la izquierda, su territorio m¨¢s hostil. Con las bandas limitadas, Espa?a vir¨® hacia Luis Enrique, ayer de enlace con Pizzi. El asturiano no tiene el corte de un media punta, de un asistente con recursos para el enga?o en una zona donde los espacios no existen, hay que inventarlos.
Sin elementos para mandar y enga?ar a sus espaldas, Pizzi apenas se proyect¨® en el ¨¢rea. Vivi¨® como un anacoreta, aislado a la espera de un bal¨®n perdido, sin rumbo que le permitiera cumplir su misi¨®n. Para obedecer, el bal¨®n primero debe llegar. En medio de este entramado Espa?a trenz¨® un partido deslavazado. Plano y poco conmovedor. Sin un gui?o para el deleite. El encuentro discurri¨® con los espa?oles adormecidos y los armenios galopando en cuanto pod¨ªan. Sin sentido, pero con cierta pulcritud, intentaron sin ¨¦xito quebrar la defensa espa?ola, restaurada en el centro con la titularidad de Alkorta y el deb¨² de Karanka, un defensa para las agendas, con cierto aire se?orial en la conducci¨®n y buena disposici¨®n t¨¢ctica. Su presentaci¨®n pudo ensuciarse con un despiste general que a punto estuvo de aprovechar Petrosian, un extremo armenio que tuvo el premio m¨¢s cerca que ninguno de sus compa?eros. De haber marcado hubiera dado lugar un diccionario de suspicacias. Al fin y al cabo es el sobrino del presidente de la Rep¨²blica. Quiz¨¢ el destino ayud¨® a Espa?a.
Cuando el partido apenas dejaba argumentos para la retina, Armenia cometi¨® un pecado inocente, propio de selecciones con este pelaje. Un baile entre el portero y el central acab¨® con el bal¨®n en, el cuello del primero y Amavisca, que pasaba por all¨ª, lo empuj¨® a la red. Con el partido de cara tampoco lleg¨® la chispa, ni la velocidad, ni la imaginaci¨®n. La misma simetr¨ªa hasta el final, s¨®lo alterada por el gol de Goikoetxea. La ¨²nica huella imborrable del partido. Fue un tanto muy propio del navarro, un jugador poco amigo del gol, cuyo escaso repertorio tiene letras de oro. Fue un gol de una complejidad extraordinaria. Un zapatazo de izquierda contra las telara?as. La ¨²nica lecci¨®n aprovechable para el aplicado equipo armenio. Quiz¨¢ pueda extraer otra: el f¨²tbol sin brillo. es perecedero. Eficaz, pero poco conmovedor. Vive enganchado a los resultados -asunto trascedental, por supuesto-, pero nunca se viste de etiqueta. Cuesti¨®n de gustos.
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