Confesi¨®n en Buenos Aires
LA SORPRENDENTE intervenci¨®n p¨²blica del jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito, teniente general Mart¨ªn Antonio Balza, admitiendo los cr¨ªmenes cometidos por los militares durante la represi¨®n de la guerrilla montonera e izquierdista y el terrorismo de sus comandos m¨¢s radicales, abre un nuevo periodo en la historia y el debate argentino. En su mensaje televisado, Balza rompi¨® un largo silencio castrense y cubre de verg¨¹enza al generalato de la Junta Militar y sus servidores, que durante 20 a?os negaron la existencia de torturas y asesinatos- en aquella masiva guerra sucia que sufri¨® Argentina en la d¨¦cada de los setenta.Las incansables demandas de los argentinos que perdieron hijos, padres, hermanos o amigos continuar¨¢n. Y es l¨®gico. Su alivio no es f¨¢cil. Y el efecto catalizador de esta tard¨ªa confesi¨®n en Buenos Aires har¨¢ revivir aquellas tr¨¢gicas vivencias. Los familiares de las v¨ªctimas y la propia sociedad argentina han esperado 20 a?os una respuesta a preguntas tan insistentes como despreciadas por quienes utilizaron la lucha antiterrorista para el crimen multitudinario.
Muchos considerar¨¢n insuficiente y tard¨ªa la admisi¨®n de culpa y las condolencias ofrecidas por Balza. Pero muchos encontrar¨¢n en el mensaje del jefe militar ese reconocimiento expreso de culpa previo a cualquier acto de justicia. Y no es poco. Porque no hay muchos precedentes en el mundo de que un mando militar reconozca los cr¨ªmenes del Ej¨¦rcito contra su propio pueblo. Y son bastantes los ej¨¦rcitos, sobre todo en el subcontinente hispanoamericano, que han guardado celosamente sus secretos.
Es de esperar que su valiente pronunciamiento, que queremos creer sincero y tan s¨®lo motivado por el deseo de la reconciliaci¨®n a¨²n pendiente, abra la senda para que curen las heridas sin el cierre en falso que siempre es la impunidad del criminal identificado. El teniente general ha recuperado la memoria para bien de Argentina. In¨²tilmente trataron otros de negar una realidad infame, incluso borrarla del subconsciente, pero la fuerte presi¨®n ejercida sobre las conciencias de los involucrados ha sido insostenible y la conspiraci¨®n del silencio fue finalmente a quebrarse con la confesi¨®n de Adolfo Francisco Scilingo, uno de los oficiales que particip¨® en el lanzamiento al mar de prisioneros desde aviones de la Marina.
La comparecencia de Balza concluye con un debate que hasta ahora se hab¨ªa centrado en la veracidad de las denuncias formuladas y abund¨® sobre las caracter¨ªsticas de la violencia ejercida o la teor¨ªa de los dos demonios apuntada por el ex presidente Ra¨²l Alfons¨ªn. Al reconocer el general la existencia de un terrorismo de Estado en el trance nacional m¨¢s ?oloroso, cambia la calidad de la discusi¨®n. La perversi¨®n a?adida al crimen de descalificar a los familiares de las v¨ªctimas ya es imposible. Hasta el martes se negaron hechos que el jefe del Estado Mayor admite como ciertos. La discusi¨®n fue entonces imposible. Argentina qued¨® varada en posturas enfrentadas, y se demostr¨® fr¨¢gil, por forzada, la pacificaci¨®n buscada por el indulto presidencial de Carlos Menem.
Con la confesi¨®n, el debate se extiende a toda la sociedad. Una mayor¨ªa de los argentinos ignor¨® o incluso quiso negar la inhumanidad de esta guerra sucia en un acto reflejo de escapar al conflicto y adormecer las conciencias. El jefe del Ej¨¦rcito, un militar con una trayectoria que legitima su convocatoria al reencuentro, ha dado un paso adelante que deber¨ªa aprovecharse para superar las divisiones causadas por esa negr¨ªsima p¨¢gina de la historia de Argentina.
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