La demarcaci¨®n
Tras diluirse hasta quedar borrosa, la oposici¨®n entre derecha e izquierda retorna a la actualidad. Y no me refiero con ello al clima de precampa?a electoral, sino al libro de Bobbio donde se replantea el criterio de demarcaci¨®n pol¨ªtica, reduci¨¦ndolo a la cuesti¨®n de la igualdad: mientras la derecha justificar¨ªa un cierto nivel de desigualdad, la izquierda har¨ªa de la lucha contra ella su raz¨®n de, ser o causa primera y ¨²ltima. Creo que esta distinci¨®n resulta confusa y enmascara otras irreductibles a la cuesti¨®n igualitaria. Por eso me parece ¨²til discutir primero el criterio de igualdad, para pasar despu¨¦s a otros dos criterios de demarcaci¨®n alternativos, propuestos por Hisrschman: el dualismo p¨²blico/privado y la b¨²squeda del cambio social. Es cierto que la izquierda tiene mayor propensi¨®n igualitarista que la derecha, pero igual podr¨ªamos proponer otras propensiones an¨¢logas, como la b¨²squeda de libertad o de justicia. El problema que presentan todos estos par¨¢metros es que aparecen a ambos lados de la raya, aunque sea en distinta medida: la derecha tambi¨¦n es moderadamente igualitarista, al igual que pueda ser liberal y justa, y reivindica alguna igualdad (por ejemplo, ante la ley o la de voto), al igual que la izquierda justifica tambi¨¦n alguna desigualdad (como la imposici¨®n progresiva o la discriminaci¨®n positiva). Pero a¨²n queda como posible criterio demarcador a discutir la redistribuci¨®n de la renta.?Es de izquierdas redistribuir la renta y de derechas oponerse a ella? Depende de los objetivos que se espere alcanzar. La derecha no s¨®lo admite, sino que exige, al igual que la izquieda, un cierto nivel de redistribuci¨®n: el precio para obtener la necesaria igualdad de oportunidades, sin la que no hay competencia de mercado ni resulta posible la selecci¨®n de los m¨¢s aptos y capaces. La modernidad es meritocr¨¢tica y competitiva, lo que exige instituciones garantes de la igualdad de oportunidades para que la concurrencia sea m¨¢ximamente eficiente: no es s¨®lo cuesti¨®n de justicia distributiva, sino adem¨¢s de rendimiento funcional. Pero una vez garantizada la igualdad de oportunidades por las pol¨ªticas p¨²blicas (educaci¨®n, sanidad y protecci¨®n social), ?sigue siendo necesario redistribuir la renta todav¨ªa m¨¢s all¨¢? En particular, ?debe favorecerse desde el poder la igualdad de retribuciones, redistribuyendo la renta desde los m¨¢s capaces o productivos hacia los m¨¢s ociosos o consuntivos?: esto no s¨®lo ser¨ªa probablemente ineficiente (si prima la incompetencia o la pasividad, desincentivando las inciciativas de autorrealizaci¨®n personal), sino que resultar¨ªa injusto quiz¨¢ (al recompensar por igual al par¨¢sito y al esforzado). Pues bien, aqu¨ª es donde puede residir la demarcaci¨®n entre derecha e izquierda: aqu¨¦lla se opondr¨ªa a la subvenci¨®n de los improductivos mientras ¨¦sta tender¨ªa a solidarizarse con ellos.
Pero las cosas no son tan simples. La izquierda siempre ha luchado, en nombre de la justicia, contra la explotaci¨®n: la tierra y la propiedad para quien las trabaje, y no para su ocioso propietario improductivo. Por eso la izquierda se edific¨® hist¨®ricamente como ¨¦tica del trabajo y de la autorrealizaci¨®n personal (que exige como corolario la desigualdad de retribuciones), mientras la derecha defiende una ¨¦tica de la herencia que justifica el est¨¦ril rentismo. De ah¨ª la leg¨ªtima duda que plantea el feminismo: ?es justo que mujeres ociosas de clase acomodada dispongan de m¨¢s medios que las que se ganan la vida por su propio m¨¦rito y esfuerzo? El moderno individualismo est¨¢ edificado sobre la independencia econ¨®mica que proporciona el trabajo, cuya realizaci¨®n personal s¨®lo tiene sentido Si SIL retribuci¨®n es proporcional al esfuerzo realizado. Y, sin embargo, la izquierda no siempre reconoce esta evidencia. ?Por qu¨¦?
Lo que se esconde sin duda tras la premoderna reivindicaci¨®n de la igualdad de retribuciones no es la pol¨ªtica, sino la religi¨®n. Mientras la izquierda protestante coincide con la derecha protestante en sostener la meritocr¨¢tica desigualdad de retribuciones (cada cual s¨®lo tiene derecho al ¨¦xito que se haya merecido personalmente), la izquierda cat¨®lica coincide con la derecha cat¨®lica en defender la irresponsabilidad personal: sean cuales fueren nuestros m¨¦ritos o realizaciones, todos tenemos el mismo derecho a la gracia providencial. Luego el igualitarismo s¨ª es un criterio de demarcaci¨®n: pero no entre derecha e izquierda, sino entre una pol¨ªtica de inspiraci¨®n cat¨®lica (sea socialista o cristianodem¨®crata) y otra de ra¨ªz protestante (ya sea, liberal o socialdem¨®crata).
Entonces, ?qu¨¦ mejor criterio de demarcaci¨®n pol¨ªtica cabe proponer? Ante todo, el que refleja la voluntad popular: votan a la derecha los propietarios, profesionales privados o etrabajadores por cuenta propia (y sus familias), mientras votan a la izquierda los trabajadores por cuenta ajena: asalariados, funcionarios o empleados (y sus familias). Esto es as¨ª por la identidad entre izquierda y ¨¦tica del trabajo, frente a la paralela identidad entre derecha y ¨¦tica de la herencia: votan izquierda quienes dependen de su propio esfuerzo, mientras votan derecha quienes disponen de capital familiar. De ah¨ª que la derecha defienda las instituciones privadas (familia, empresa, propiedad, herencia), mientras la izquierda defiende a las personas (meritocracia, protecci¨®n p¨²blica, educaci¨®n, movilidad social). Y de ah¨ª que la derecha tienda al economicismo (anteponiendo las leyes de mercado sobre los derechos sociales), mientras la izquierda tiende a la politizaci¨®n (que busca el inter¨¦s p¨²blico al margen de su rentabilidad). Este obvio criterio de demarcaci¨®n coincide con los que propone Hirseliman de primac¨ªa de lo p¨²blico y control del cambio social. Puesto que la derecha se identifica con la defensa de la propiedad privada (entendida desde Locke como fuente de todas las libertades), tiende a entender lo p¨²blico como un instrumento al servicio del libre desenvolvimiento de la iniciativa privada. Por eso la derecha supedita lo p¨²blico (entendido como ley y orden) al imperio de lo privado (identificado con el mercado). En cambio la izquierda, puesto que se identifica con la ¨¦tica del trabaj o, que exige cooperaci¨®n colectiva, tiende a entender lo p¨²blico como un compromiso compartido. Por eso la izquierda hace de lo p¨²blico un fin en s¨ª mismo: una arena de intercambio y un foro de debate donde se ejerce la virtud c¨ªvica de participar en la causa com¨²n. La res publica es la obra colectiva en cuya representaci¨®n nos comprometemos a participar con nuestra propia autorrealizaci¨®n personal.
Y por eso para la izquierda lo p¨²blico es el sujeto de la historia, en vez de ser su objetivo pasivo. Cuando la derecha conservadora defiende la herencia legada por la tradici¨®n (la lengua, la familia, las instituciones, la naci¨®n), est¨¢ sacralizando la historia, al hacer de ¨¦sta algo cuasi natural que no debe ser artificialmente interferido por la voluntad humana. As¨ª era en Burke, al oponerse al intento revolucionario de refundar legislativamente la historia, y as¨ª es en Hayek o Popper, al entender las instituciones como un subproducto de la sedimentaci¨®n hist¨®rica que surge por generaci¨®n espont¨¢nea (como una consecuencia imprevista e involuntaria del acontecer humano) y que, por tanto, nunca debe ser creado ni cambiado por ning¨²n acto pol¨ªtico deliberado. Se trata, pues, de darwinismo hist¨®rico, pero en sentido conservador: para la derecha la historia s¨®lo puede evolucionar por selecci¨®n natural, y todo intento pol¨ªtico de forzar el cambio social (como propone la izquierda. progresista) implica un arriesgado experimento de selecci¨®n art¨ªficial destinado a fracasar.
Pues bien, frente a esta sacralizaci¨®n de la historia, la izquierda no se resigna a sufrir pasivamente el curso de los acontecimientos. Por el contrario, como Prometeo, la izquierda desea ser el sujeto de la historia y no su azaroso objeto: y para eso busca controlar el curso de los acontecimientos mediante pol¨ªticas de cambio social democr¨¢tico, que intentan aprender de la experiencia para prevenir el futuro corrigiendo los posibles errores, en lugar de resignarse al fatal destino de tener que caer en ellos. De ah¨ª la responsabilidad p¨²blica de intervenir en las instituciones privadas, entidades que no merecen ser conservadas m¨¢s que reform¨¢ndolas en beneficio de su ¨²nico sujeto: las personas.
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