El viento ha cambiado de signo
El declive f¨ªsico de Butrague?o explica su situaci¨®n actual, cuando solo cuenta con 31 a?os
No m¨¢s preguntas. El caso Butrague?o vive con sobreentendidos. Es cierto que no entra en los planes de Jorge Valdano para la temporada que viene, pero nadie lo dice. Se da por sabido. Es cierto que el club mantiene una negociaci¨®n que es pura ficci¨®n, pero nadie cuenta los detalles: Butrague?o dir¨¢ lo que tenga que decir cuando lo considere oportuno. Y punto. Aqu¨¦l que prest¨® su apellido a una d¨¦cada del f¨²tbol espa?ol, el futbolista nacional m¨¢s conocido internacionalmente en el ¨²ltimo cuarto de siglo, es ahora un hombre confuso, un mito ausente que presencia los partidos desde la grada. Nadie le ha dicho nada, los implicados guardan silencio, pero el entorno se mueve sobre el supuesto de que no est¨¢ en condiciones para seguir jugando en el Madrid. ?Es Butrague?o un futbolista prematuramente acabado?No m¨¢s preguntas. Porque las respuestas vienen de lejos. Ya en 1985, alg¨²n periodista se preguntaba por sus estados de baja forma. Febrero de 1988. Butrague?o dice: "Ya no soy una novedad". Tiene 24 a?os. Junio de 1988: "En su momento hubo un exceso- de halagos y se crearon expectativas irreales, pero ahora estoy en condiciones de mejorar todo lo que hago". Septiembre del mismo a?o: "No estoy tan mal como se dice". A?o 1992: "Volver¨¦ a jugar bien, pero no se cu¨¢ndo". Febrero de 1993: "Si el Madrid no me quiere estoy dispuesto a irme". Un mes despu¨¦s deja de ser titular en algunos partidos de la Copa de Europa "Vivo una situaci¨®n a la que no estoy acostumbrado". D¨ªas m¨¢s tarde: "No veo que est¨¦ en mi declinar". Beenhakker fue el primero en enviarle al banquillo, Toshack tuvo que negar p¨²blicamente que hubiera hecho un informe recomendando su traspaso, Floro termin¨® convirti¨¦ndole en suplente habitual y Valdano cerr¨® el ciclo, del banquillo a la grada. El declive de Butrague?o parece remontarse casi a sus inicios si alguien es capaz de resistir los impulsos de la hemeroteca. Con 27 a?os le confes¨® a un amigo: "He perdido espontaneidad". Estaba tan confuso entonces como estos d¨ªas.
Las causas de su declive tienen mucho que ver con lo que fue su formaci¨®n como jugador. Porque, sencillamente, no la tuvo Butrague?o ha sido un producto natural, ha sido un jugador autodidacta, cuyo prestigio alcanz¨® la elite sin necesitar de ning¨²n aditivo. Su secreto era su chispa y su intuici¨®n; incluso, su heterodoxia, que explicaba c¨®mo a veces resolv¨ªa por el camino inesperado para asombro de los defensas. Desde que jugaba en el colegio a ser titular en Segunda Divisi¨®n mediaron unos meses; de Segunda a Primera un a?o, un salto tan repentino como su llegada a la selecci¨®n nacional. Toda su actividad profesional vivi¨® sin el amparo de una correcta formaci¨®n f¨ªsica. Y el ciclo se ha cerrado tan r¨¢pido como se abri¨®.
Nadie quiere la paternidad de ciertas explicaciones. Nadie habla abiertamente sobre los porqu¨¦s de un Butrague?o que a los 31 a?os, sin mediar lesiones graves ni un desgaste exagerado, toma una v¨ªa secundaria: la retirada o un exilio millonario en Jap¨®n. Pero algunos datos obraban en poder de todos los entrenadores que han pasado por la casa: en resumidas cuentas, su capacidad f¨ªsica estaba desde hace tiempo muy por debajo de la media del equipo. Y nadie le busc¨® soluci¨®n al problema. Butrague?o es el peor en las pruebas de resistencia, el peor en los datos de fuerza explosiva (tres puntos por debajo de la media del equipo), en los ratios de fuerza el¨¢stica (tres puntos por debajo de la media del equipo), en la capacidad de resistencia a la fuerza (dos puntos por debajo de la media del equipo). Si Zamorano es capaz de alcanzar las 200 pulsaciones en ciertas pruebas,
Butrague?o se queda en 173. En el sprint corto y en el sprint largo. S¨®lo en un concepto est¨¢ por encima de cualquier otro jugador del equipo, en flexibilidad, hecho que se explica por su dedicaci¨®n al yoga. Butrague?o parec¨ªa manejar mejor que nadie el factor tiempo sobre el terreno de juego, ese instante sin medida en el que un defensa act¨²a anticip¨¢ndose a una jugada. Era la chispa. Era el ingenio. Butrague?o lleg¨® a no entender c¨®mo la misma jugada no serv¨ªa tiempo despu¨¦s. Nadie resolvi¨® su confusi¨®n.Toshack quiso dise?arle un plan de preparaci¨®n especial, Floro le apart¨® del equipo durante un mes para mejorar su capacidad. Valdano vio con sus propios ojos c¨®mo Butrague?o era incapaz de seguir el ritmo de los dem¨¢s en la pretemporada; las contracturas musculares le obligaban a parar con frecuencia. El f¨ªsico de Butrague?o ha sobrevivido por s¨ª solo a las exigencias del f¨²tbol de ¨¦lite, pero era el f¨ªsico de un jugador de colegio. Butrague?o nunca fue un producto elaborado como fueron los casos de Sanchis, Michel o Mart¨ªn V¨¢zquez. Ra¨²l, su sucesor natural, entr¨® en la cantera del Atl¨¦tico de Madrid a los 13 a?os. Ahora est¨¢ en Primera, pero han pasado cuatro a?os de trabajo, un periodo del que nunca disfrut¨® Butrague?o.
Ning¨²n otro jugador conmocion¨® el f¨²tbol espa?ol como lo hizo Butrague?o. Ning¨²n otro vivi¨® un tr¨¢nsito tan explosivo entre satisfacer las exigencias de sus compa?eros de clase y dar rienda suelta al sue?o de cientos de miles de aficionados adultos.
Y de la admiraci¨®n al silencio el itinerario fue igualmente r¨¢pido: una ma?ana del mes de agosto, Fernando Redondo fue protagonista indirecto de una escena que le caus¨® una gran sorpresa.
Le dijeron que Emilio Butrague?o le buscaba con insistencia. Por fin se encontraron en el gimnasio de la Ciudad Deportiva. "Fernando perdona", le dijo El Buitre, "pero hay unos ni?os aqu¨ª que quieren tu firma". Redondo atendi¨® la petici¨®n. El ¨ªdolo hab¨ªa dejado de serlo. Tres meses despu¨¦s, Jorge Valdano anunciaba ante una prensa sorprendida: "Un jugador puede tener un lugar en la historia y no en la alineaci¨®n titular". Total, Butrague?o ver¨ªa el derbi madrile?o en la grada en beneficio del joven Ra¨²l. Y Butrague?o volvi¨® a responder lo que tantas veces hab¨ªa respondido, tras confesar su confusi¨®n. "Ahora lo que tengo que hacer es jugar bien; bueno, dada la situaci¨®n, jugar muy bien".
Desde entonces, no hay m¨¢s preguntas. Su ubicaci¨®n en la grada es mera rutina. Persiste una lenta espera por la decisi¨®n final, proceso en el que s¨®lo interviene Ram¨®n Mendoza, el presidente. La complicidad es total, como corresponde a dos personas que se profesan amistad. De ah¨ª las medias palabras. "Creo saber lo que va a hacer", dice Mendoza. "Todav¨ªa no hay una decisi¨®n, pero creo estar cerca", a?ade Butrague?o. En la directiva no se habla de Emilio. Asunto del presidente. Pero no hay quien deja de sorprenderse con la frialdad que el jugador afronta su futuro. "El presidente quiere una gran despedida. Es ya uno de los mitos del equipo y as¨ª se le trata". Valdano, el presunto ejecutor, favorece el clima de silencio. Todas sus palabras est¨¢n medidas: para Butrague?o reserva lo mejor de su vocabulario.
La estrella se ha derrumbado. El viento ha cambiado bruscamente de signo. Un jugador de colegio se transform¨® en mito; el mito tiene que ocupar ahora su lugar en la leyenda del Madrid.
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