Hemerotecas
En la vieja Escuela Oficial de Periodismo (antecesora de la pretenciosa Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n), los profesores se multiplicaban cada a?o para poder cubrir los cupos de prebendas del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo. Uno de ellos, cuyo nombre no viene al caso, impart¨ªa Hemerograf¨ªa, y sol¨ªa afirmar con contundencia que era esencial el orden alfab¨¦tico para dominar esa ciencia. Los alumnos le aplaud¨ªan.Aquel se?or nunca explic¨®, sin embargo, algunas cuestiones esenciales a la ciencia hemerogr¨¢fica, como la que se refiere al uso de los papeles antiguos. Hasta cu¨¢ndo es l¨ªcito rebuscar en ellos, por ejemplo. Y, desde luego, la coherencia en ese uso..
Lo de Aznar, claro. El cabeza del Partido Popular escribi¨® una carta a la revista SP cuando ten¨ªa 16 a?os. En la carta, Aznar se adscrib¨ªa claramente a una organizaci¨®n fascista llamada Falange Independiente, un grupo disparatado que se conceb¨ªa como revolucionario, a?oraba a Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera y reivindicaba la memoria de ?ngel Pesta?a. Ah¨ª es nada.
El documento ha provocado los efectos previsibles. La enorme satisfacci¨®n de los rivales y un depresivo baj¨®n entre los populares. Los primeros, en algunos casos, han hecho un facil¨®n uso del asunto: que Aznar militara o simpatizara con Falange Independiente es la clara demostraci¨®n de que en su coraz¨®n anida un fascista. La misma interpretaci¨®n, llevada al extremo, s¨ª que lo es. Alguien a los 16 a?os se define casi gen¨¦ticamente en su adscripci¨®n pol¨ªtica. Ya no puede cambiar. Lo curioso del asunto es que, entre quienes utilizan los hechos de semejante manera, hay algunos que defienden, por ejemplo, la memoria de Dionisio Ridruejo (que fue un peligroso fascista de pistola antes de convertirse en liberal).Pero no es menos curiosa la improvisada defensa que se han fabricado los partidarios de Aznar, incluido ¨¦l mismo. Primero, no recordando si hab¨ªa sido ¨¦l u otro el autor de la carta. Luego, afirmando que a los 16 a?os era un revolucionario. Dos argumentos contradictorios en sus objetivos. Con el primero, se escuda quitando importancia al asunto y pierde la memoria. Con el segundo, califica en positivo de revolucionaria la postura de aquellos fascistillas independientes. Lo cierto es que Aznar se ha sentido cogido en falta. La raz¨®n m¨¢s importante le asiste: a nadie se le puede juzgar, desde el punto de vista pol¨ªtico, por lo que hac¨ªa a los 16 a?os. Sus asesores de comunicaci¨®n le deber¨ªan haber llevado por esos derroteros y evitarle rid¨ªculas excusas.
Lo fascinante de la pol¨¦mica se ha producido, en todo caso, entre las filas de ide¨®logos columnistas del aznarismo. Los caminos escogidos son dignos de estudio. Pilar Urbano, por ejemplo, teoriza sobre la vida de los ciudadanos durante el franquismo y concluye, grosso modo, que todos los que estaban vivos durante aquella ¨¦poca colaboraban con el franquismo (se com¨ªan las patatas franquistas y usaban los coches franquistas).. De la quema s¨®lo se salvaban los afortunados exilados pol¨ªticos. Sutil argumento que concluye con el aviso previsible: no hurguemos en las hemerotecas, aunque sepamos usar el orden alfab¨¦tico.
Pendiente a¨²n de resoluci¨®n el problema de los excesos verbales en la pol¨ªtica espa?ola nos vemos inmersos en una nueva discusi¨®n que va a ahondar las enemistades. El uso de la hemeroteca ha empezado por la letra A. Piensa Pilar Urbano que cuando lleguemos a la Z estaremos todos cubiertos de mierda. Aunque algunos pensamos que no todos.
La hemeroteca hay que usarla, porque es testimonio de nuestra historia. Lo que hay que hacer es usarla bien. Por su orden alfab¨¦tico y con m¨¢s urbanidad. Y que no d¨¦ miedo.
Sin embargo, la pol¨¦mica ha quedado enterrada bajo los escombros de una bomba que, por fortuna, revent¨® una d¨¦cima de segundo antes de lo previsto. La carta de Aznar se quem¨® en el atentado. Por una vez, la tragedia tuvo un aspecto positivo. La bronca ol¨ªa que apestaba.
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