La pol¨ªtica exterior del interior
Jacques Chirac ha sido elegido para 'renacionalizar' el pa¨ªs y no buscar espejismos en la adoraci¨®n de Maastricht
ENVIADO ESPECIALEn estas elecciones presidenciales de la paradoja, donde la derecha vende lo social sin dejar de privatizar, y la izquierda trataba de centrarse, quien va a ocupar el trono del El¨ªseo es el presidente de formaci¨®n m¨¢s internacional e internacionalista de toda la historia de la V Rep¨²blica. Pero lo hace sobre un programa en el que lo esencial de la pol¨ªtica exterior es que sea lo m¨¢s interior posible.
El nuevo presidente, el gaullista Jacques Chirac, habla un ingl¨¦s francamente bueno aprendido en Harvard y varias discotecas de los alrededores; hace bastante m¨¢s que defenderse en ruso, y en su juventud estudi¨® alem¨¢n sobre las ruinas de una posguerra. Lo que no se le dan son las lenguas del Sur. Ha sentido la pasi¨®n del viaje inici¨¢tico, m¨¢s o menos 10 a?os antes de que en los 60 el mundo hippy pusiera de moda el trek al Himalaya, ya hab¨ªa recorrido su Extremo Oriente, y tiene una cultura nada franco-francesa: su delirio secreto corretea por el Sureste Asi¨¢tico, China y la Am¨¦rica india.
En contraste, el socialista y presidente saliente, Fran?ois Mitterrand, que se ha volcado en el dise?o exterior, buscando el gesto humanista entre la devastaci¨®n de Sarajevo o guerreando en ?frica cuando le ha parecido de prestigio, no habla ninguna lengua extranjera y su formaci¨®n, como corresponde a los que aspiraban a notables de la III Rep¨²blica, era de un nacionalismo de provincias, lleno de cl¨¢sicos locales y sin apenas descorrer un visillo al mundo circundante. Tuvo que venir una guerra mundial para que Mitterrand conociera Alemania. De prisionero.
Pero Chirac ha sido elegido, entre otras cosas, para renacionalizar la pol¨ªtica francesa y no perseguir espejismos en la adoraci¨®n de Maastricht. As¨ª, ha usado las escuetas referencias a lo exterior durante la campa?a como elementos de plena pol¨ªtica hogare?a. Cuando ha hablado de Europa ha sido para advertir que podr¨ªa poner su integraci¨®n econ¨®mica y monetaria en la cuarentena de un refer¨¦ndum multiuso; de ?frica del Norte casi no ha dicho ni palabra, y el petardeo de los Balcanes y Chechenia no ha merecido mayor comentario que la lamentaci¨®n m¨¢s sucinta.
No cabe, sin embargo, llamarse a enga?o. Un presidente de la V Rep¨²blica tiene como dominio reservado el ejercicio de una vast¨ªsima prerrogativa hacia afuera. Al tiempo, y si lo social se le encrespa de aqu¨ª al verano, Chirac recobrar¨¢ el gusto por la tourn¨¦e mundial, que as¨ª se est¨¢ m¨¢s calentito.
Seg¨²n medios diplom¨¢ticos, alemanes y espa?oles hac¨ªan id¨¦ntica apreciaci¨®n de sus deseos para la presidencia francesa. Por encima de todos, Jacques Delors, europeo profesional y en una tangente, sutil como una gasa, entre la izquierda y la derecha. En su defecto, Bonn y Madrid rezaban a Balladur y no se sent¨ªan especialmente atra¨ªdos por el socialista Jospin ni por el derechista Chirac. Eso no quita para que apenas d¨ªas despu¨¦s de entronizado, Chirac corra a entrevistarse con el canciller Kohl, y, con mucha menor premura, ver¨¢ alg¨²n d¨ªa a Felipe Gonz¨¢lez.
En la formaci¨®n de su Gobierno', que todo apunta a que ser¨¢ presidido por el gaullista Alain Jupp¨¦, Chirac buscar¨¢, seguramente, una continuidad caleidosc¨®pica. Si el actual ministro de Educaci¨®n, Francois Bayrou, cat¨®lico bastante militante, l¨ªder de una de las facciones del giscardismo, ve colmado sus deseos, ser¨¢ el pr¨®ximo ministro de Exteriores. Todo ello implicar¨ªa que, pese a los desabridos carraspeos sobre Europa, Chirac habr¨ªa optado por tranquilizar a Alemania y al mundo. Adem¨¢s, si Jupp¨¦ es jefe de Gobierno, est¨¢ excluido, por propia decisi¨®n, que Philippe S¨¦guin, presidente de la Asamblea, haga su aparici¨®n en ninguna cartera. Como est¨¢n las cosas, el gaullista hiper-nacional S¨¦guin ser¨ªa el misil que guardar¨ªa Chirac en la canana para, en su d¨ªa, arrojar carnaza al ogro antieurope¨ªsta.
El mundo ¨¢rabe-oriental, por su parte, ha recibido con buen aire el triunfo de Chirac, pero m¨¢s lo ha sido por falta de aprecio a lo existente que por entusiasmos sobre lo por venir. Tras 14 a?os de mitterrandismo, apenas contenidamente sionista, el presidente sirio Hafez el Assad, y el mundo palestino, casi se habr¨ªan alegrado de cualquier cosa. En todo caso, cabr¨ªa esperar un intento de mayor presencia francesa en el conflicto de Oriente Pr¨®ximo, con mayores acentos de desmarque sobre lo americano, como se?ala el arabista Gilles Kepel. ?Y Argelia? De Argelia, nada. Francia tiene demasiados intereses en la zona como para hacer otra cosa que seguir apoyando con sus cr¨¦ditos a la: Junta, mientras se hacen p¨ªas declaraciones sobre la necesidad de establecer la democracia.
El Chirac del ahora es el compatriota m¨¢s que el cosmopolita, pero el mundo dif¨ªcilmente consentir¨¢ que se eternice este nuevo pensamiento neomon¨¢stico de la V Rep¨²blica.
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