Tiempo de trabajo y movimiento de capitales
?ntre los resquicios que deja la sobredosis de sucesos impactantes que se amontonan y pugnan por las primeras planas de los peri¨®dicos, emerge otro tema tambi¨¦n de actualidad: el manifiesto por la unidad de la izquierda.Aparece este manifiesto en momento de enorme desgaste del Gobierno del PSOE, acelerado por la crisis monetaria internacional que tom¨® nuevos br¨ªos a partir de la devaluaci¨®n del peso mexicano, y tras varios a?os. de retroceso de la izquierda en todos los terrenos, no s¨®lo gubernamental, sino ideol¨®gico y pol¨ªtico. Aparte de plantear la necesidad de que los grupos parlamentarios de IU y PSOE saquen adelante una serie de proyectos legislativos sobre los que ya existe un acuerdo, el manifiesto reclama un proyecto regeneracional que incluya el enarbolar de forma conjunta la bandera de la, lucha contra la corrupci¨®n y en pro de la transparencia y de la profundizaci¨®n en el control democr¨¢tico de la cosa p¨²blica.
Muchos a?os han pasado. desde que el di¨¢logo entre las fuerzas de izquierda se vio interrumpido en nuestro pa¨ªs y muchos enfrentamientos parecen hacer imposible el acercamiento. Tambi¨¦n, mucho se ha tambaleado, si es que, no derrumbado, el edificio de antiguas convicciones ideol¨®gicas de ambos.
Por eso, no est¨¢ de m¨¢s el intentar abrir un debate en torno a ternas de la actualidad pol¨ªtica en los que el vigor ideol¨®gico de la derecha de algunos pa¨ªses contrasta con la actitud de retroces¨® o con las respuestas t¨®picas de la izquierda.
En un momento en que la tasa de paro se ha convertido en el principal problema pol¨ªtico europeo, sorprende constatar que no se haya desarrollado en nuestro pa¨ªs ning¨²n debate en omo al reparto del tiempo de trabajo. Esto, que podr¨ªa considerarse un enfoque propio de la izquierda, va, siendo asumido progresivamente por Gobiernos de derecha bien establecidos en este momento, como el franc¨¦s y el alem¨¢n. En Francia, la mayor¨ªa gubernamental ha pasado de calificarlo hace un a?o de "sofisma mortal", a, en palabras de Balladur, hablar de "elegir el tiempo de trabajo", y, en Alemania, Gobierno, patronal y organizaciones sindicales discuten a la luz p¨²blica sobre la reducci¨®n del tiempo de trabajo.
?Por qu¨¦ un tema que deber¨ªa obsesionar al conjunto de la izquierda y de las organizaciones sindicales espa?olas termina convirti¨¦ndose, en otros pa¨ªses europeos, en un lugar com¨²n de discusi¨®n en el seno mismo de la derecha, mientras que aqu¨ª apenas ha empezado, a despegar? En un art¨ªculo publicado por Sami Nair en las p¨¢ginas de este mismo peri¨®dico se afirmaba que Ia izquierda corre el riesgo de desaparecer como alternativa sociopol¨ªtica", para, a continuaci¨®n, fijar sus objetivos en la defensa de la cohesi¨®n social y la integraci¨®n por medio del trabajo. Da la impresi¨®n de que en toda Europa se impone poco a poco la aceptaci¨®n del modelo norteamericano de empleo precario, mal remunerado y creciente poblaci¨®n penitenciaria como unica alternativa a la elevada tasa de desempleo; como si estuviese en la naturaleza de las cosas el que as¨ª fuese y olvid¨¢ndose de que a lo largo de todo un siglo el sistema capitalista ha permitido la floraci¨®n de dos modelos diferentes, el anglosaj¨®n y el europeo o renano.
En este cambio de modelos, la sustituci¨®n del lenguaje pol¨ªtico por c¨¢psulas financieras juega un papel fundamental. La influencia de los mercados financieros se est¨¢ hipostasiando hasta tal extremo que toda argumentaci¨®n pol¨ªtica parece desvanecerse. Y esto es aplicable en todas direcciones. As¨ª, es curioso observar c¨®mo los argumentos que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar utiliza contra Felipe Gonz¨¢lez son los mismos que utiliza Silvio Berlusconi para acusar al Gobierno de Dini: ("los mercados se r¨ªen de su maniobra econ¨®mica", "nos han comparado, incluso, con, Argelia", equivalentes al exabrupto de Aznar: "Este Gobierno no puede presidir la Uni¨®n Europea"). Al final, la discusi¨®n pol¨ªtica queda sustituida por el alivio o el disgusto (que, seg¨²n de qu¨¦ lado est¨¦n los contendientes, se transforma en disgusto o alivio pocos d¨ªas despu¨¦s) provocado porque el diferencial que nuestros tipos de inter¨¦s de largo plazo mantienen sobre los de Alemania sea de 450 o de 500 puntos b¨¢sicos.
Si en la teor¨ªa cl¨¢sica las relaciones sociales eran concebidas como relaciones naturales, ello no era obst¨¢culo para que, a trav¨¦s de la distribuci¨®n, los cl¨¢sicos se dedicasen especialmente a las relaciones sociales. La influencia posterior del socialismo contrapesaba esa tendencia a ver las relaciones econ¨®micas como inevitables. Hoy, no es ya que se haya vuelto de nuevo al antiguo planteamiento, sino que los cataclismos propios, de la naturaleza parece que se han incorporado al terreno de las relaciones sociales y pol¨ªticas mediante el mecanismo de la volatilidad de los mercados de cambio.
?No es el momento de establecer limitaciones a la libertad irrestricta de movimi¨¦nto de capitales? James Tobin as¨ª lo hace cuando defiende la implantaci¨®n de un impuesto sobre todas las transacciones en divisas, y Robert Kuttner, en su libro El final de lessaiz-faire, habla de unos mercados que, rebosando de inversionistas irracionales, son v¨ªctimas de numerosas distorsiones, burbujas especulativas y modas. Para ¨¦l, los mercados financieros son s¨®lo una de entre una variedad de instituciones creadas por el hombre que han de ser reconducidas hacia la armon¨ªa y el equilibrio. Las conclusiones de estas tesis son inevitables: el inter¨¦s renovado por lo p¨²blico y por el regreso a una reglamentaci¨®n cuidadosa.
En los ¨²ltimos a?os, y siguiendo el ejemplo del Bundesbank o de la Reserva Federal, los Gobiernos de Francia y Espa?a han conferido a sus respectivos bancos centrales una enorme autonom¨ªa a la hora de fijar la pol¨ªtica monetaria, en un intento de quemar las naves en su lucha contra la inflaci¨®n y curarse as¨ª en salud de sus propias flaquezas durante los periodos preelectorales. Este alejamiento, por ley, entre la presi¨®n social y los gestores de la pol¨ªtica monetaria no ha sido suficiente para garantizar la estabilidad de las monedas francesa y espa?ola. Los bancos centrales se muestran incapaces de defenderlas frente a poderosos movimientos especulativos que convierten la soberan¨ªa de decisi¨®n de los Gobiernos en una soberan¨ªa condicionada o tutelada. Un ente supranacional, al que algunos atribuyen ¨¦l m¨¢ximo de racionalidad, es decir, los mercados financieros, se convierte, en palabras de Charles Wyplosz, en vigilante de la buena conducta de los Gobiernos". La peque?a diferencia entre ambos es que los Gobiemos son elegidos, y los operadores de las salas de cambios, no. Y este profesor del Insead, la afamada escuela francesa de negocios, a?ade: "Los mercados no siempre tienen informaci¨®n perfecta y pueden cometer errores", lo que le convierte en partidario de poner l¨ªmites a la movilidad de los capitales, para lo que propone un sistema obligatorio de dep¨®sitos por cada transacci¨®n internacional.
Otra de las grandes batallas que la izquierda deber¨¢ librar en el futuro se refiere a la defensa del sistema de la Seguridad Social. Si bien es cierto el enorme problema que un sistema de reparto plantea para los a?os venideros, no lo es menos que en todos los argumentos utilizados para defender un sistema privado de pensiones se olvida el aspecto fundamental de la Seguridad Social: su car¨¢cter solidario e igualitario. Siendo un tema complejo, y del que no cabe discutir con argumentos ideol¨®gicos, sino con cifras en la mano, al menos alguien deber¨ªa recordar los, peligros del sistema privado de pensiones: los que vivieron los trabajadores de MaxweIl. o los que se han evidenciado en la crisis del Banco Barings, es decir, en definitivai, todos los riesgos aso ciados a la gesti¨®n, depositar¨ªa, sistema de pagos y control de esas pensiones privadas.
El objetivo del manifesto No nos resignamos es no s¨®lo plantear la unidad de las fuerzas de la izquierda, sino contribuir a la creaci¨®n de un espacio com¨²n donde debatir las inquietudes que palpitan entre . los hombres de hoy.
J. J. Azcona J. M. Ben¨ªtez de Lugo y J, J. Grespo son Miembros de la comisi¨®n promotora del manifiesto No nos resignamos.
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