Mart¨ª, muerto ¨²til
Cuando en la tarde del 19 de mayo de 1895 Jos¨¦ Mart¨ª, apenas cuarenta d¨ªas despu¨¦s de su desembarco junto al general¨ªsimo M¨¢ximo G¨®mez, decidi¨® contrariar las ¨®rdenes de G¨®mez de que se echara a un lado al comenzar una refriega que era m¨¢s bien una escaramuza, cabalg¨® en direcci¨®n de las tropas espa?olas y result¨® muerto, se hizo un muerto grande, el m¨¢s grande de la historia de Cuba. Su suicidio fue negado, es negado todav¨ªa, en Cuba. Hizo falta que un ensayista argentino, Ezequiel Mart¨ªnez Estrada, arriesgara su posici¨®n en la Casa de las Am¨¦ricas entonces para decirlo. Seg¨²n Estrada, quien manej¨® documentos cubanos como evidencia, Mart¨ª convid¨® a su custodia, curiosamente llamado ?ngel de- la Guardia, a avanzar hacia el enemigo. De la Guardia siguio a Mart¨ª a su pesar para verlo caer del caballo obviamente herido. ?ngel de la Guardia, tambi¨¦n herido, vio a Mart¨ª arrastrarse para aproximarse m¨¢s al enemigo. Ahora ocurre un incidente de veras extraordinario. Cuenta Estrada c¨®mo se acerc¨® a Mart¨ª, desde el otro lado, un pr¨¢ctico explorador de la columna del coronel Sandoval, un mulato cubano cuyo nombre no hay que repetir, aproxim¨¢ndose lo suficiente para ver bien al ca¨ªdo y al reconocer a Mart¨ª. exclamar, "?Caramba!, don. Mart¨ª, ?ust¨¦ por aqu¨ª?", como si estuviera en un paseo habanero y se encontrara con un viejo amigo. No es del todo asombroso porque los espa?oles sab¨ªan que "el desafecto llamado Mart¨ª" hab¨ªa desembarcado por Playitas, al sur de Santiago de Cuba, cosa de un mes antes. Que el pr¨¢ctico lo reconociera no es raro: Mart¨ª fue uno de los cubanos m¨¢s fotografiados de su tiempo. Sea como sea el pr¨¢ctico, despu¨¦s de cerciorarse de que Mart¨ª estaba malherido, levant¨® su rev¨®lver de percusi¨®n, que se hizo de repercusi¨®n, y dispar¨® contra Mart¨ª, que recibi¨® el proyectil por el labio, como si este hombre cruel y est¨²pido y primitivo supiera por d¨®nde hab¨ªa que herir a Mart¨ª para callarlo para siempre. La bala le entr¨® a Mart¨ª por el paladar y le atraves¨® el cerebro. El cad¨¢ver cay¨® en manos de los espa?oles y despu¨¦s de ser registrado y expoliado fue finalmente transportado en una mula al cementerio de Santa Ifigenia en Santiago. Se enterr¨® en secreto su cad¨¢ver, pero Mart¨ª, para algunos, no estaba muerto.Fue, creo, Arthur Koestler, condenado a muerte por Franco en Espa?a y al silencio por Stalin en todas partes, quien cre¨® la frase "¨²tiles despu¨¦s de muertos". Se refer¨ªa al uso de los muertos que hace el comunismo y hablaba, me parece, de Rosa Luxemburgo, que advirti¨® la venida del estalinismo ya con Lenin, pero fue asesinada por los fascistas en Berl¨ªn. Lenin mismo, por supuesto, fue un muerto ¨²til para Stalin que cre¨® el marxismo-leninismo, conocido en Cuba como marsi-moleninimo, que es como lo pronuncia Fidel Castro. Sandino fue un muerto ¨²til para Daniel Ortega y su banda militar. Pero Ernesto Guevara, m¨¢s conocido por su apodo cubano de Che, no fue ¨²til para Castro porque el tiempo ha demostrado que no era el ide¨®logo que se cre¨ªa, sino un aventurero pol¨ªtico en Guatemala, en Cuba y finalmente en Bolivia, a la tierra que fue tratando de crear "uno, dos o tres Vietnams con su carga de muerte". Era el quinto jinete del Apocalipsis, aunque su diario de campa?a muestra que montaba mal.
Es Mart¨ª a quien Castro ha confiado la tarea, al convertirse la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la utop¨ªa que cay¨® con el muro de Berl¨ªn, de ser muerto ¨²til. Ya no hay cursos de filosofia marsita en las universidades cubanas y Castro, de regreso de la utop¨ªa, quiere apuntalar su distop¨ªa, una fortaleza que se derrumba, bajo la ¨¦gida de Mart¨ª. Ya no hay amenazas para extra?os con Castro gritando que va a convertir a Cuba, de una utop¨ªa marxista-leninista en el tr¨®pico, en la Numancia del siglo XX, porque puso las ruinas primero. Ahora se preparan grandes homenajes a Mart¨ª, de quien de pronto Castro se ha visto como una encarnaci¨®n: de M¨¢ximo L¨ªder a Martiano M¨¢ximo. Pero es, cuando m¨¢s, un marciano, tra¨ªdo de Marte por el dios de la guerra.
Castro, que siempre ha le¨ªdo mucho y mal, confes¨® una vez que no hab¨ªa le¨ªdo m¨¢s que el Manifiesto comunista. Hay que advertir que ha le¨ªdo mal a Mart¨ª tambi¨¦n. Su r¨¦gimen blande como un arma decisiva la frase final de Mart¨ª en una carta p¨®stuma. Es la que habla de que ha vivido en el monstruo y le conoce las entra?as. Se trata de los Estados Unidos, pero nadie en Cuba ignora que Mart¨ª vivi¨® casi toda su vida de adulto en Nueva York, que all¨ª no s¨®lo se hizo exiliado sino el escritor que fue. Sus Escenas norteamericanas son una descripci¨®n exacta del pa¨ªs y de sus h¨¦roes -de Lincoln a Jesse James, de Buffalo Bill a Grant victorioso y al general derrotado Lee- y su campa?a para la independencia de Espa?a, su larga campa?a febril, la inici¨® desde territorio americano y las balas que lo mataron no eran precisamente disparadas por el ej¨¦rcito de Estados Unidos. Ej¨¦rcito, hay que decirlo, que derrot¨® en Cuba a las fuerzas espa?olas, derrota que permiti¨® la independencia de Cuba. Hay que decir tambi¨¦n que nunca la dominaci¨®n espa?ola fue tan terrible como el dominio y predominio de Castro y que Cuba era una colonia, pero era pr¨®spera y los cubanos disfrutaban de prosperidad, lo que explica que Cuba tuviera ferrocarril antes que Espa?a y su industria azucarera fuera un modelo de f¨¢brica y de producci¨®n. Es cierto que el general espa?ol Valeriano Weyler invent¨® los campos de concentraci¨®n en Cuba, pero Weyler era el jefe militar de un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n. M¨¢s moderno, Castro cre¨® los campos de concentraci¨®n para homosexuales y ha convertido la isla entera en un campo de exterminio. Castro, es evidente, gobierna contra los cubanos. Ayer el ide¨®logo oportuno era Marx, hoy es Mart¨ª.
Antes, tambi¨¦n se hac¨ªa en la Cuba oficial uso y abuso de Mart¨ª al escamotearlo. Jorge Ma?ach se cre¨ªa y quer¨ªa hacer creer que era Ortega y Gasset en el tr¨®pico -no del tr¨®pico-. Su biograf¨ªa de Mart¨ª se us¨® como modelo en universidades, colegios y escuelas. Como el Hamlet sin el pr¨ªncipe que propuso Bernard Shaw, Mart¨ª de Ma?ach era el ap¨®stol sin el hombre. Ma?ach, que era profesor de filosof¨ªa en la Universidad de La Habana, nunca examin¨® la etimolog¨ªa para saber que la palabra ap¨®stol quiere decir en griego simplemente "yo env¨ªo". La intenci¨®n no era convertir a Mart¨ª en el ap¨®stol n¨²mero trece del cristianismo, sino hacerlo una suerte de san Pablo laico. Mart¨ª, hay que decirlo, era mas¨®n. Ma?ach se opuso activamente a las dictaduras de Machado, Batista y Castro. Esta ¨²ltima oposici¨®n le cost¨® el exilio y la vida, no sin antes que el r¨¦gimen destruyera su biblioteca al convertirla en pulpa de papel. No obstante hay que decir que Ma?ach, dem¨®crata, le hizo un flaco servicio a Mart¨ª. Como otros de su generaci¨®n, al emascularlo prepararon el camino para su ¨²ltima utilizaci¨®n por Castro. O de la castraci¨®n a la castrizaci¨®n.
En Cuba se ocult¨® -y se oculta- la vida privada de Mart¨ª detr¨¢s de un biombo opaco. A Mart¨ª le gustaban las mujeres, la compa?¨ªa de las mujeres, el cuerpo de la mujer. Le gustaba tambi¨¦n beber y su bebida favorita era un vino llamado Mairani, italiano, que tuvo hasta 1910, en que se prohibi¨®, una base de coca, como la Coca-Cola primitiva. (Hay que decir que Mart¨ª no bebi¨® nunca Coca-Cola). Hay inn¨²meras muestras de su amor por las mujeres, sin citar los versos de La ni?a de Guatemala, que el propio Mart¨ª recuerda como "la que se muri¨® de amor". (Es decir, de amor por Mart¨ª). En sus inn¨²meros art¨ªculos de peri¨®dicos sobre pintura, Mart¨ª, como Baudelaire, fue un poeta que era un cr¨ªtico de pintura, asombrosamente adelantado a su tiempo en sus cr¨ªticas de los impresionistas o volviendo a ver a Goya con ojos modernos. En la cr¨ªtica que se titula El desnudo en el sal¨®n, donde dice: "Estas mujeres desnudas deben de poder tentar, como la de Camille de Beaumont tienta a san Antonio". ?Es Mart¨ª una versi¨®n del santo tentado? En absoluto, como se ve cuando escribe: "Ellas deben matar de una mirada".
Para ilustrar la virulencia de unos y de otros, esos que quieren no adorar, sino sexorcizar a Mart¨ª, puedo relatar el caso de La ni?a de Nueva York, que se subtitula Una revisi¨®n de la vida er¨®tica de Jos¨¦ Mart¨ª. Cuando fui a dar una charla en la Universidad de California en Los ?ngeles, invitado por el profesor peruano Jos¨¦ Miguel Oviedo, conversamos sobre muchas cosas cubanas; entre otras, inevitablemente, de Jos¨¦ Mart¨ª. Oviedo tiene a Mart¨ª donde se merece: m¨¢s cerca de la vida que del altar. Cuenta Oviedo en su pr¨®logo: "Por un buen rato Cabrera Infante, Miriam G¨®mez y yo charlamos sobre el poeta (en Nueva York), la familia cubana que lo acogi¨® all¨ª, la hija, en p¨²dico velo que se hab¨ªa echado sobre el episodio, las versiones que corr¨ªan". Resume Oviedo: "Al final, dos datos importantes quedaron en mi memoria: el nombre de la familia que alberg¨® a Mart¨ª en Nueva York era Mantilla y el nieto de Mart¨ª estaba vivo y resid¨ªa precisamente en Los ?ngeles -era nada menos que el actor cubano-americano C¨¦sar Romero".
De esta c¨¦lula familiar, la familia exaltada por el mismo Mart¨ª, surgi¨® el libro de Oviedo. Pero cuando el serio, sesudo profesor, al publicarlo, esperaba elogios o al menos una cr¨ªtica al d¨ªa, recibi¨® los m¨¢s terribles ataques -dentro y fuera de Cuba-. Algunos reprocharon el estudio alegando que "c¨®mo iba Mart¨ª a tener una hija ilegal y un nieto maric¨®n". Se refer¨ªan al pobre: y bueno de C¨¦sar Romero, que muri¨® poco despu¨¦s. Hubo un martiano o dos que casi ped¨ªan: "Tr¨¢iganme la cabeza de Oviedo". Quer¨ªan, es obvio, echar sobre la familia Mantilla un manto de silencio. Los ataques, como me esperaba, se extendieron a m¨ª y a Miriam G¨®mez que manch¨¢bamos la figura impoluta del Ap¨®stol con lo que casi equival¨ªan a chismes y chistes b¨ªblicos, como aquel de qu¨¦ hizo Jes¨²s con Mar¨ªa Magdalena despu¨¦s de que nadie tir¨® siquiera un gujarro. Con la Iglesia, era evidente, hab¨ªamos topado el profesor Oviedo y nosotros dos. Y que nos sirva de elecci¨®n, de lecci¨®n, de lesi¨®n.
Eso ocurri¨® hace cinco a?os. Ahora, con motivo del centenario de su muerte, se prepara una edici¨®n de Mart¨ª en el exilio hecha en el exilio. Pero cuando uno de los posibles bi¨®grafos habl¨® de un tema posible: Mart¨ª como hombre, el editor decret¨®: "Mart¨ª es el ap¨®stol de Am¨¦rica y su ¨²nica novia se llama Cuba". Recuerda a Ra¨²l Castro. diciendo: "A Fidel hay que decirle pap¨¢. Fidel es nuestro pap¨¢". La incre¨ªble frase est¨¢ documentada por Orlando Jim¨¦nez-Leal en su formidable film 8-A sobre el juicio, confesi¨®n y fusilamiento del general Arnaldo Ochoa. Otros han proclamado que Fidel Castro, que se mantiene soltero a pesar de sus muchos hijos, est¨¢ casado con Cuba. Fue Jos¨¦ Mart¨ª quien escribi¨® en uno de sus versos m¨¢s desesperados: "Cuba cual viuda triste me aparece". Para terminar diciendo: "Muda, rompiendo / Las hojas del clavel, como una nube / Que enturbia el cielo, Cuba, viuda pasa".
Una palabra o dos antes de irme.
Mart¨ª era un genuino dem¨®crata. Su lema, repetido en todas partes que hablaba, era "Con todos y para el bien de todos". Su voluntad democr¨¢tica se expresa en sus discursos, pero tambi¨¦n en sus versos. Uno de los m¨¢s conocidos comienza: "Yo quiero cuando me muera / sin patria pero sin amo", en que expresa como nadie en su tiempo la agon¨ªa del exilio. Su voluntad democr¨¢tica no s¨®lo lo llev¨® a crear y organizar el Partido Revolucionario Cubano, sino que en todo momento lo impuso como un arma civil expresa, ante la guerra de independencia, para la democracia. Una de las p¨¢ginas de su diario que esas "manos piadosas" siempre imp¨ªas hicieron desaparecer (l¨¦ase escamotear) para siempre refer¨ªa su choque con el general Antonio Maceo por que prevaleciera el gobierno civil sobre el mando militar, aun en el comienzo de la ¨²ltima guerra contra Espa?a. Mart¨ª, que respetaba al general¨ªsimo G¨®mez como un veterano independentista, le escribi¨® en una carta antes de iniciar la campa?a: "No se gobierna un pa¨ªs, General, como se manda un cuartel". ?Qui¨¦n es el heredero de Mart¨ª? ?Ese M¨¢ximo L¨ªder, que siempre us¨® un uniforme militar aunque, oportuno ahora, a veces se disfraza de civil, el viejo lobo haciendo de abuelita, con gafas para que lo vean mejor?
Fue Jos¨¦ Mart¨ª, mi Mart¨ª, quien aconseja: "Del tirano di todo. Di m¨¢s".
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