Justicia imposible tras la guerra fr¨ªa
EL TRIBUNAL Constitucional de Alemania ha ratificado lo que el sentido com¨²n ya establec¨ªa desde un principio. No se puede criminalizar a unos alemanes por una actividad -la de espiar en favor de su Estado- por la que otros alemanes son gratificados. Quedan as¨ª sobrese¨ªdos m¨¢s de seis mil procedimientos judiciales contra otros tantos alemanes orientales acusados de espiar en favor de la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. Entre los beneficiados por esta decisi¨®n est¨¢ el superesp¨ªa Markus Wolf, jefe de los servicios de informaci¨®n en el exterior del r¨¦gimen de Berl¨ªn este.Todas las f¨®rmulas de persecuci¨®n judicial de actuaciones que se justifican por la pertenencia a un bando u otro en la guerra fr¨ªa son muy cuestionables. L¨ªneas de mando y obediencia debida, convicciones personales y la omnipresente coacci¨®n en el r¨¦gimen comunista hacen pr¨¢cticamente imposible la delimitaci¨®n de responsabilidades personales si no hay pruebas de cr¨ªmenes contra personas y v¨ªctimas denunciantes o testigos. Y los fiscales no han encontrado, ni siquiera en el caso de Markus Wolf, pruebas de su implicaci¨®n en muertes o secuestros. La convicci¨®n muy extendida de que hubo ambas cosas por encargo de aquella secci¨®n vital del Ministerio de la Seguridad del Estado de la RDA y que Wolf y sus oficiales fueron quienes los ordenaron es al respecto irrelevante.
La decisi¨®n ahora tomada por el Tribunal Constitucional deber¨ªa tener tambi¨¦n su efecto sobre otras actuaciones de individuos al servicio de aquel Estado comunista, No parece l¨®gico que tan altos responsables de su aparato represivo como Wolf ya puedan dedicarse libremente a vivir de los derechos de autor de relatos sobre sus heroicidades -m¨¢s o menos noveladas-, mientras simples soldados o guardias fronterizos son condenados por obedecer las ¨®rdenes de disparar contra aquellos que violaran la frontera interalemana, eufemismo utilizado para hablar de aquellos que intentaban huir a Occidente. Aquellas ¨®rdenes iban firmadas por dirigentes a¨²n vivos. Y con todo lo perversas que son, dif¨ªcilmente pueden hacerse juicios que vayan m¨¢s all¨¢ de estas valoraciones morales y sustraerse al clima pol¨ªtico de enfrentamiento ideol¨®gico de la guerra fr¨ªa.
Cuando no hay indicios de cr¨ªmenes contra la humanidad por parte de individuos, el castigo a la colaboraci¨®n con un r¨¦gimen, por muy detestable que ¨¦ste sea, hay que dejarlo a la historia y a la conciencia de cada uno de los implicados. Los vencedores no pueden juzgar la cobard¨ªa moral, la complicidad vergonzante ni las ansias de medro personal. Esto puede resultar doloroso para sus v¨ªctimas, pero la democracia no puede juzgar las intenciones de individuos bajo un r¨¦gimen totalitario. Porque un Estado democr¨¢tico jam¨¢s deber¨ªa buscar venganza ni erigirse en justiciero all¨ª donde la injusticia ser¨ªa inevitable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.