Por un manifiesto sobre la pluralidad de Espa?a
En estos d¨ªas de primavera se va a llevar a cabo la difusi¨®n selectiva, pero abundante, de un cuaderno encabezado por un t¨ªtulo llamativo, sorprendente Homenaje de Catalu?a a los intelectuales castellanos. Es un testimonio de ¨¦poca que re¨²ne unas decenas de breves intervenciones p¨²blicas de una importante representaci¨®n de la intelectualidad castellana, congregada en Barcelona, en 1930, reci¨¦n ca¨ªda la dictadura del general Primo de Rivera. Fueron pronunciadas en el homenaje que Catalu?a, a trav¨¦s de sus intelectuales y artistas, quiso tributar a los intelectuales de lengua castellana. Despu¨¦s de una introducci¨®n de Josep Gomis -delegado del Gobierno de la Generalitat en Madrid- que actualiza y justifica esta edici¨®n, aparece el texto nuclear del cuaderno, el Manifiesto de los escritores castellanos en defensa de la lengua catalana, de 1924, dirigido nada menos que al propio Primo de Rivera, presidente del directorio militar.Cualquier lector atento se percata de que, en aquellos a?os de dictadura y de inmediata pos dictadura, los intelectuales castellanos demostraron tener ideas claras y una buena dosis de audacia en su intento de protecci¨®n y salvaguarda de una len gua hisp¨¢nica represaliada por el poder pol¨ªtico. No hay duda de que se hicieron acreedores del homenaje de reconocimiento y gratitud que se celebr¨® en Barcelona, a la salida del t¨²nel dicta torial. Menudearon en ¨¦l los discursos encendidos sobre la necesaria libertad de las lenguas y sobre la fecunda fraternidad de los pueblos ib¨¦ricos. Hubo incluso un telegrama colectivo dirigido al entonces presidente de un Gobierno provisional, previo al que surgi¨® de la Rep¨²blica, pidiendo que se ampliara "la amnist¨ªa a todos los que sufr¨ªan prisi¨®n por actos de amor a sus ideales" y se derogaran "todas las disposiciones de la dictadura que han deprimido y agraviado la lengua y la libertad de Catalu?a". Se dir¨ªa que aquellos intelectuales castellanos aceptaban el hecho diferencial catal¨¢n y que, sobrepasando los ¨¢mbitos ling¨¹¨ªstico y cultural, algunos incluso estaban en disposici¨®n de sacar de todo ello consecuencias estrictamente pol¨ªticas. As¨ª, Am¨¦rico Castro afirmaba que "la plenitud de la conciencia c¨ªvica no podr¨¢ conseguirse si, junto a la cultura, no est¨¢ la libertad. Es necesario que Espa?a, cada pueblo de Espa?a y entre ellos Catalu?a, se d¨¦ a s¨ª mismo jur¨ªdicamente y con toda libertad el r¨¦gimen que desee". Daba la impresi¨®n de que los intelectuales hab¨ªan atendido a la constataci¨®n que Francesc Camb¨® hac¨ªa en la primera p¨¢gina de su libro Per la concordia, que en aquellos d¨ªas acababa de aparecer. "De 1898 a 1923 -dec¨ªa-, el problema catal¨¢n fue la preocupaci¨®n constante de todos los gobernantes: el verdadero punto central a cuyo alrededor gir¨® toda la pol¨ªtica de Espa?a" .
Durante los a?os de la Rep¨²blica, los. acontecimientos revelaron dos aspectos fundamentales de la relaci¨®n Espa?a-Cat¨¢lu?a. Primero, que la f¨®rmula pol¨ªtica auton¨®mica que Catalu?la hab¨ªa elegido por el procedimiento democr¨¢tico era dificil de digerir. El Estatuto de Autonom¨ªa de N¨²ria, plebiscitado por todo el pueblo de Catalu?a, fue discutido y recortado en las Cortes espa?olas no s¨®lo por la derecha pol¨ªtica m¨¢s intransigente, sino por algunos de los representantes de aquella intelectualidad que tan fervorosa con Catalu?a se hab¨ªa mostrado en el homenaje de Barcelona. Baste citar, por ejemplo, los nombres de Ortega y Gasset y de Miguel de Unamuno. El otro aspecto revelado es que, cuando surgi¨® el enemigo com¨²n, el tot¨¢litarismo fascista, se limaron otra vez las asperezas, las culturas volvieron a hermanarse y las personas que las representaban se tomaron m¨¢s comprensivas, mas amantes de los hechos diferenciales y m¨¢s respetuosos para con la plural realidad hispana. La guerra, al menos en este sentido, dio alg¨²n fruto positivo.
Y, a continuaci¨®n, vino la segunda gran prueba de fuego. La dictadura franquista tambi¨¦n hubiera querido arrasar todo lo que no se somet¨ªa a su idea y a su concepto de uniformidad de lo espa?ol. Sin decirlo, Franco probablemente pensaba lo mismo que su predecesor Primo de Rivera, y quiz¨¢ participaba, tambi¨¦n de su presuntuoso designio: que con 25 a?os de silencio impuesto, el problema catal¨¢n quedar¨ªa definitivaniente liquidado. Por eso, su acci¨®n persecutoria y represiva fue implacable. En Catalu?a, ese af¨¢n exterminador es bien sabido, pero no ocurre de la misma manera en el conjunto del territorio espa?ol. Hasta ahora no ha habido casi testimonios escritos en castellano' que expongan los ataques y los destrozos de aquel r¨¦gimen totalitario. En eso, los catalanes debernos entonar un mea culpa. Al inicio de la democracia, deber¨ªamos haber contado toda la magnitud de la tragedia ling¨¹¨ªstica y cultural, y no lo hicimos. Ahora, con 15 a?os de retraso, comienza una labor informativa que va a dar -pienso- un buen apoyo al di¨¢logo. Tambi¨¦n en esta primavera, ha salido un libro que constituir¨¢ sin duda un punto de referencia elocuente para pol¨ªticos, creadores de opini¨®n, comunicadores y gentes interesadas en el tema de la convivencia hisp¨¢nica. Se trata de El catal¨¢n, una lengua asediada, de J. M. Sol¨¦ Sabat¨¦ y J. Villarroya, que recoge, en clave cronol¨®gica, el proceso de la represi¨®n lingu¨ªstica y cultural desde 1936 a 1975. De esta lamentable etapa, no ser¨ªa justo olvidar a diversos intelectuales castellanos como Dionisio Ridruejo, Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez, Jos¨¦ Luis Aranguren, Pedro La¨ªn Entralgo, Juli¨¢n Mar¨ªas (el de 1966), que se esforzaron en mitigar el da?o y el dolor causados por la represi¨®n con signos de comprensi¨®n y solidaridad.
Las dos ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo marcan una nueva etapa en las relaciones de Catalu?a con Espa?a. Es justo y saludable constatar que las cosas han mejorado. El esp¨ªritu y la letra de la democracia han causado efectos transformadores altamente beneficiosos. Catalu?a se ha ido mostrando tal como es y ha puesto de relieve la realidad vigorosa de su hecho diferencial. Adem¨¢s de las que han surgido en Catalu?a, se han creado plataformas de di¨¢logo y de intercambio cultural, como la Fundaci¨®n Encuentro. Pero, en contraposici¨®n a ello, han aparecido algunos fen¨®menos distorsionantes, desencadenados exclusivamente por intereses pol¨ªticos partidistas. Ah¨ª queda para la historia negra de la exasperaci¨®n hisp¨¢nica la campa?a demoledora del diario Abc, que se ha prolongado durante a?o y medio (de septiembre de 1993 hasta hoy), ya algo amortiguada, pero no del todo zanjada , que enlaza con el anticatalanismo ancestral del peri¨®dico, como acaba de demostrar otro libro reci¨¦n publicado en esta primavera pr¨®diga en elementos documentales de gran potencia esclarecedora (v¨¦ase L?anticatalanisme del diari Abc (1916-1936), de Jaume Medina). Y ah¨ª est¨¢n, adem¨¢s, la campa?a de ataque a la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica de Catalu?a a lo largo de la cadena radiof¨¢nica COPE, a trav¨¦s de m¨¢s de uno de sus programas, y las desafortunadas y a menudo incomprensibles intervenciones p¨²blicas de diversos acad¨¦micos de la lengua espa?ola.
Estos hechos, entre otros de tono menor, han contribuido a remover ideas y sentimientos que parec¨ªan ya aletargados. Se percibe la incomprensi¨®n del hecho catal¨¢n, de lo que es y de lo que se juega en la normalizaci¨®n de la lengua catalana, y se da todav¨ªa un fuerte rechazo ante la afirmaci¨®n de la nacionalidad catalana. Por eso, parece llegada ya la hora de crear un nuevo clima m¨¢s favorable al di¨¢logo. Conviene que gane r¨¢pidamente terreno la convicci¨®n de que la vitalidad de todas y cada una de las lenguas implantadas en el territorio espa?ol representa una riqueza valorable por toda la ciudadan¨ªa. Y es necesario, adem¨¢s, que se comparta la idea de que varias naciones son m¨¢s que una sola naci¨®n. Suman m¨¢s valores y tienen un superior poder de proyecci¨®n al exterior.
Pero ?qui¨¦n debe crear este clima? Unos y otros, castellanos y catalanes, por no hablar de los dem¨¢s pueblos hisp¨¢nicos con fuerte identidad propia. Pienso que sobre todo han de ser los representantes de la intelectualidad quienes asuman esta tarea. Y se me ocurre que esta nueva etapa de di¨¢logo y de convivencia podr¨ªa iniciarse con un documento consensuado que llevara el t¨ªtulo de Manifiesto sobre la pluralidad de Espa?a: lenguas, culturas y naciones. Creo que la Historia lo recoger¨ªa en sus anales, los pueblos hisp¨¢nicos lo celebrar¨ªan, y los ciudadanos -que son los que mas cuentan- lo recibir¨ªan con agrado.
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